Después de acusar a ERC de las siete plagas, de entregarse en Cataluña y arrodillarse en Madrid, Junts per Catalunya vota a favor del bloque progresista en el Congreso de los Diputados. Votan a favor de Sánchez, ni más ni menos. El precio permítanme que lo califique de irrisorio. Iniciar dos comisiones de investigación sobre los atentados del 17A –ese mantra independentista que acusa al CNI de permitir el ataque yihadista para erosionar el procés— y el caso Pegasus es un brindis al sol. Tienen las patas muy cortas. En Pegasus porque Israel no colabora, lo que ha obligado a archivar el caso, y en el 17A que se sepa la verdad. Una verdad que no ponen en duda ni siquiera los Mossos d’Esquadra, implicados en primera línea.

Son más de fondo los dos puntos vinculados al idioma. España lo pedirá en Europa, pero al final decide el Consejo. O sea, que si no sale no será responsabilidad de España por mucho que Pedro Sánchez sea el presidente de turno. A mi juicio, lo más importante es que el Congreso se abre a las lenguas cooficiales. Dirán que nos entendemos en español, pero además de eso utilizar las lenguas vernáculas de muchos ciudadanos fotografía la España plural. Y recuerden que el idioma no pertenece a los independentistas como se insinúa constantemente desde Madrid.

Puigdemont se esmeró en sacar pecho y en desvincular la Mesa de la investidura afirmando que ahora empezaba lo bueno. Sabía positivamente que el precio era ridículo tras su perfomance negociadora. Por eso, el exdiputado Joan Tardà se mofaba en Twitter: “Amigos de Junts bienvenidos a la política de los independentistas de la ERC ñorda, traidora y botiflera, evidentemente”.

Sin embargo, no hay que menospreciar al expresidente. No se podía permitir el lujo de entregar la Mesa a la derecha española. Eso tendría también coste electoral. Garantizar la Mesa progresista es garantizar una negociación. Con la derecha hubiera sido imposible. Es decir, vuelve a erigirse protagonista. Si hay acuerdo, se apuntará la victoria. Si no lo hay, se arrogará la bandera del independentismo puro e inasequible al desaliento frente a la pérfida Albión, representada por Madrid. Siempre pensando en las elecciones europeas de 2024 y las autonómicas posteriores. Ese es su principal objetivo. Ganar Cataluña a ERC.

Por eso, ahora acaparará protagonismo y hará lo que le convenga. No pensando en la estabilidad de España, sino en su victoria en Cataluña. Además, el calendario electoral implica casi de forma directa que la estabilidad de Sánchez no durará más de dos años. El tiempo máximo hasta que Aragonès convoque las autonómicas.

Junts y ERC han apostado por la izquierda, de forma posibilista. Veremos cómo acaba el proceso que se inicia ahora con un PP descolocado y un líder carbonizado, y una izquierda que debe hacer una apuesta valiente en desmarcarse del modelo de España centralista e intolerante de la derecha y la extrema derecha. En 2017, los independentistas pasaron todas las líneas rojas y provocaron la ruptura de la sociedad catalana. Se produjo la confrontación y ya sabemos cómo ha ido esta confrontación. En junio de 2021, se apostó por el reencuentro con los indultos. Desde la derecha se agitó la ruptura de España y se explicó como la rendición ante el independentismo. La realidad dice lo contrario. Por eso, creo que una fórmula jurídica que mire hacia el futuro y a la reconciliación es la mejor opción porque el independentismo puede ser derrotado en las urnas, pero no desaparecerá como algunas mentes preclaras intentan explicar en Madrid, en ese Madrid jurídico-económico-mediático, y porque este independentismo si acepta estas fórmulas será como asumir que se da carpetazo a una forma de actuar. Sería de idiotas reincidir en el error. También el independentismo sabe que con la confrontación también pierde.

Esta es la partida que Pedro Sánchez, ERC y Junts, con Puigdemont incluido, bajo la atenta mirada de los vascos, deben jugar. El independentismo poniendo el contador a cero. La izquierda española argumentando y haciendo pedagogía de que España es plural, llena de diferentes. Explicando un modelo de España que poco tiene que ver con la derecha y la ultraderecha. En su mano está.