Pedro Sánchez cometió un grave error en su debate (o lo que fuera) previo a las elecciones: se tomó en serio a Alberto Núñez Feijóo y se centró en responder a lo que decía. Creyó que el líder (de momento) del PP mentía y trató de rebatirlo. Pero no: Feijóo no mentía, simplemente decía cualquier cosa que le pareciera que servía como crítica a la acción del socialista. Ni sabía si era cierto ni le importaba lo más mínimo. Lleva tanto tiempo dedicado a evitar navajazos por la espalda y, seguramente, a dar alguno, que no ha tenido tiempo de enterarse de cómo van las cosas.

Es esta una época en la que con la seriedad no se estila. Antes, decir de alguien que era un hombre serio era un elogio; hoy pasa por un insulto, equivalente a soso y aburrido. Se lleva más la astracanada, en plan Isabel Díaz Ayuso, que arrasa. También triunfó en su día Paco Martínez Soria con un humor rancio.

No hay que remontarse a un pasado muy remoto para encontrar dichos de Núñez Feijóo que explican que serio, lo que se dice serio, no es. Divertido, tampoco. Es un hombre capaz de afirmar que el PP siempre ha revalorizado las pensiones con el IPC y luego decir que era una frase matizable. Por el medio, claro, pidió a Silvia Intxaurrondo que se disculpara cuando comprobara que lo que le decía no era cierto. A él, en cambio, no le hace falta disculparse. Lo suyo son los matices. De ahí que, tras haber votado su partido contra las modificaciones de la reforma laboral, pueda matizar más tarde que los cambios son asumibles.

Los matices pueden ser también territoriales. Así, decir en Badajoz que está en Andalucía es un desliz. En el mapa, cosa de un palmo más o menos. Lo mismo que afirmar que 1984, de Orwell, fue escrita en ese año. Cuando el autor llevaba muerto 34. ¿Qué son 34 años comparados con la inmensidad de la eternidad?

Después de las elecciones, Feijóo y sus muchachos han seguido con las humoradas. Una de ellas es reclamar que gobierne la lista más votada, pasando por alto que es la Constitución la que establece que el presidente del Gobierno sea votado en segunda instancia por el Congreso. ¿Una ignorancia más? Si es así, está muy extendida en su partido, porque esa exigencia ha sido formulada por Martínez Almeida, que llegó en 2019 a la alcaldía de Madrid pese a que fue más votada Manuela Carmena y también por Díaz Ayuso, que ese mismo año fue segunda y se apoyó en Ciudadanos. ¿Ciudadanos? Sí, hombre un partido que decía ser de centro, hoy repartido entre el PP y Vox. 2019 fue un año de buena cosecha: en Andalucía, Juan Manuel Moreno, que ahora pide que presida el cabeza de la lista más votada, se hizo con el gobierno pese a que el PSOE obtuvo más votos y más escaños. Ahora, en Canarias el PP ha dado la presidencia a Coalición Canaria. ¿La lista más votada? No, en las islas fue la de los socialistas. Y lo mismo en Extremadura, donde la presidenta, María Guardiola, fue la segunda en votos, lo que no impidió que sugiriera al PSOE que la votara a ella para no tener, decía, que pactar con Vox.

Guardiola hizo un par de fintas antes de abrazar a la extrema derecha y reconocer en público que se tragaba sus palabras. A la misma hora, Núñez Feijóo aseguraba que un político sin palabra no vale nada.

En Barcelona, Alejandro Fernández, dirigente del mismo partido, ofrecía a Salvador Illa (PSC) darle sus votos para que obtuviera la presidencia de la Generalitat, a cambio de que el PSOE votara a Feijóo en el Congreso. No suman, pero eso tampoco importa.

En la carrera del dislate, Feijóo se apuntó a cuestionar la honestidad de los funcionarios de Correos y las encuestas del CIS. Por cierto, la encuesta de este organismo es una de las que más se han acercado al resultado final de las elecciones. En cambio, nadie del PP ha puesto en duda la capacidad de una empresa privada que hizo hasta seis encuestas para un medio privado (en la órbita del PP) y que siempre detectaba una mayoría casi absoluta de los populares.

Todos estos despropósitos no pueden deberse más que a falta de formación o a indiferencia ante los hechos. A su lado, que llame Sprinter a Bruce Springsteen es una nimiedad. Es notorio que no ha tenido tiempo de estudiar inglés por culpa de Pedro Sánchez, que convocó las elecciones. Tal vez hubiera podido dedicar a ese idioma el tiempo de vacaciones junto a un narcotraficante. Cosa que también ignoraba. Sólo sabía que era contrabandista, es decir, alguien que defrauda a Hacienda. Como tantos del PP que tenían sobres no declarados. Hay quien dice que es una práctica que también alcanza a Núñez Feijóo. Pero no hay que preguntarle. De esas cosas, la gente importante como él, el emérito o la infanta Cristina no se ocupan. Y algunos jueces hasta se lo creen.