El domingo se vota. En Cataluña, solo en los ayuntamientos, que no es poca cosa teniendo en cuenta que tenemos un Govern sustentado —es un decir— por 33 diputados. Es decir, el futuro del Govern dependerá de los resultados del 28M. Los escenarios que se le dibujan a Pere Aragonès no son buenos. Malas expectativas en Barcelona, frenazo en la penetración en el área metropolitana, y pérdida de plazas clave. Si las predicciones demoscópicas no se equivocan ERC tendrá en Sant Cugat del Vallès la principal capital en sus manos en el entorno de Barcelona y la retendrá de la mano del PSC y la CUP si se repite el actual tripartito. En el resto de Cataluña se vislumbra la pérdida de Tarragona y Lleida, abriéndose la posibilidad de tener la vara de mando en Girona apoyándose en otras fuerzas.
¿Cómo afectarán estos malos augurios al Govern? Los republicanos son conscientes de la desmovilización de su electorado porque la Cataluña de hoy nada tiene que ver con la Cataluña de 2017. En solo seis años hemos pasado del derecho a decidir al miedo a decidir. La gestión ha brillado por su ausencia y el empuje tradicional del Govern en las municipales se ha diluido. Para colmo crecerá el PSC, que puede recuperar las capitales de provincia, fortalecer su posición en el cinturón rojo de Barcelona y recuperar terreno perdido Catalunya endins. Por si fueran pocas las malas noticias para Aragonès, Junts per Catalunya, en plena crisis como organización, con su presidenta con un pie más fuera que dentro, dividida en el territorio y sin hoja de ruta clara puede dar el campanazo y recuperarse, aunque sea de forma efímera. Xavier Trias, tenga el resultado que tenga en Barcelona, habrá insuflado un soplo de aire fresco a una organización que hace unos meses estaba tísica. Y la guinda final. Sus socios habituales, los comunes, están tratando de mantener sus plazas y con pocas expectativas más. Su batalla se reduce a una parte del área metropolitana.
Pere Aragonès lleva dos años en el Govern y su tónica habitual es no decidir y cuando lo hace se envuelve en la polémica. Ante el revés se refugia en el miedo a decidir. El aeropuerto de El Prat, su ampliación, es el ejemplo paradigmático. Se huye del debate de fondo y nos quedamos en La Ricarda, que por no tener no tiene ni especies a las que proteger. El cuarto cinturón parece una mala serie televisiva que retrasa su final inevitable para evitar que su impacto electoral deje a ERC KO en Sabadell, Terrassa y Granollers. Se quiere ampliar la ZEPA del Baix Llobregat sin contar con municipios y sectores de la agroalimentación de proximidad, como si ampliando se solucionara el problema de gestión de la actual. Como remedio se amplía, o sea, como remedio aumentamos la superficie de la ZEPA para incrementar la superficie de mala gestión. La sequía ha sido otro descalabro. Se actuó tarde y mal y cuando sale el decreto se dejan en el tintero todas aquellas infraestructuras que pueden traer un dolor de cabeza.
Se eliminaron los peajes y tenemos cada fin de semana el gran desaguisado en la AP-7. El Govern se lanza al cuerpo a cuerpo con el PSOE y el PSC por Rodalies y se esconde cuando un tren de FGC llega a Sabadell en lugar de llegar a Terrassa; también se ocultan las incidencias en ferrocarriles, una cada dos días. Eso sin hablar de que ahora hay más inversiones en Rodalies que nunca y el ciudadano entiende que recuperar el tiempo perdido lleva lo suyo. No hablemos de educación. O sí. Para muestra, un botón: el conseller ha desaparecido de los mítines de los republicanos.
La hoja de servicios de Aragonès es mala o muy mala, aquí recuerdo el fiasco de élite de los exámenes, lo que no ha sido un revulsivo para sus candidatos, y cuando ha tratado de serlo se han metido en charcos de alto calibre como Carles Campuzano anunciando una residencia en Santa Coloma junto al candidato Rufián. Por cierto, otro jardín para Aragonès será el futuro del actual líder del grupo en el Congreso. En ERC hay quien agita las aguas en su contra. Si no obtiene seis regidores —ahora cuenta con tres— “se acabó el efecto Rufián” y no puede ser candidato en Madrid, alegan sus adversarios internos. Los mismos que no sacan las garras contra Ernest Maragall, que se la pegará, pero no tiene ninguna intención de marcharse a su casa.
Conclusión: el Govern pende de un hilo si estas predicciones se cumplen. Un fracaso de ERC provocará lío interno, y en esto los republicanos tienen todo un máster, se complicará la política de alianzas ante el reto de las generales, con lo que los presupuestos van camino de la prórroga, y Aragonès tendrá los días contados al frente de su Gobierno del miedo a decidir.