La gestora australiana de fondos de pensiones IFM pretende entrar en la firma madrileña Naturgy. Con tal finalidad, esta semana lanzó una opa sobre el 22% de esa compañía. Calcula que el importe de la compra rondará los 5.000 millones de euros. El movimiento ha desatado unas ciertas turbulencias en el mercado bursátil español.

Naturgy es continuadora de la legendaria Catalana de Gas. Luce un núcleo duro accionarial compuesto por tres socios. El de más peso es Criteria, brazo inversor del grupo La Caixa, con cerca del 25%. Le siguen en orden de importancia el fondo norteamericano GIP con un 22% y el anglo-español CVC-March, con el 20%.

El resto del capital, un 33%, se distribuye entre una variopinta masa de cerca de cien mil pequeños titulares. Entre ellos figuran varias decenas de miles de ahorradores particulares, más una pléyade de fondos de medio mundo.

Tras el anuncio de la opa, tanto GIP como CVC-March han hecho saber que no tienen intención de desprenderse de sus participaciones. De todos modos, si los de Australia mejoran su propuesta inicial, nada puede descartarse. Como decimos en Cataluña, “pagant, sant Pere canta”. O lo que es lo mismo, un abultado fajo de billetes suele obrar milagros.

Por su parte, Criteria no ha dicho ni pío hasta el momento. Mantiene la boca cerrada, a la espera de conocer los detalles completos de la operación.

La oferta resulta tentadora para los pequeños ahorradores. Implica una suculenta prima del 20% sobre el precio de Naturgy en bolsa el día anterior a la opa.

También para Criteria encierra ventajas. Le brinda la ocasión de propinar un jugoso “pase” y embolsarse un buen puñado de plusvalías. Pero, a la vez, acarrea una secuela indeseada. En efecto, si transfiere sus títulos, dejará de recibir los opíparos dividendos que le viene suministrando Naturgy. Tales aportes le han servido hasta ahora para financiar en una buena porción la vasta obra social de La Caixa en toda España.

Una cereza tira de otra. En el supuesto de salir de Naturgy, Criteria habrá de colocar el dineral percibido en una o varias grandes compañías. Sólo así podrá seguir disfrutando, vía dividendos, de los enormes recursos que engulle año tras año el funcionamiento de la benemérita Fundación La Caixa.

En todo caso, el desarrollo del trasiego necesitará varios meses para materializarse y llegar a puerto. Entre otras formalidades, la opa ha de ser aprobada por la CNMV y por el consejo de ministros. Desde las instancias del Gobierno ya se ha dejado caer que el tejemaneje le inspira escaso entusiasmo. Y aun cuando se obtengan los permisos oficiales, queda por ver si los actuales accionistas venden o no.

La trayectoria de Naturgy es apasionante. Su nombre actual es muy reciente. Surge en 2018 cuando Gas Natural muda de piel y lo adopta. Pero los orígenes de la compañía son mucho más antiguos. Se conectan con la histórica Catalana de Gas y Electricidad.

Esta se fundó en 1843 para dotar a Barcelona de una ramificada red de alumbrado de gas. Su gran salto adelante acaece en los años sesenta del siglo pasado. A la sazón, su líder, el visionario ingeniero Pedro Durán, introduce por vez primera el gas natural a gran escala en España. Contrata suministros con Libia y Argelia, pone en marcha una planta de regasificación de Barcelona y propaga el uso del flamante combustible por toda la península Ibérica.

En 1991, Catalana se fusiona con Gas Madrid y con la red de gas canalizado de la firma estatal Repsol Butano. La razón social del conglomerado emergente pasa a ser Gas Natural. Después, se establece en varios países iberoamericanos y absorbe la eléctrica galaico-castellana Unión Fenosa.

Hace cuatro años, mueve su sede social de Barcelona a Madrid por el procés separatista. Desde entonces abandona su catalanidad para devenir plenamente madrileña. Su cuartel general se sitúa en una espectacular sede de la avenida de San Luis. Casi de inmediato, cambia su título por el de Naturgy.

En este último periodo, varios departamentos del coloso energético se han trasladado enteritos desde la Ciudad Condal a dichas instalaciones. El posible ingreso del nuevo inversor de las antípodas en su cuerpo de accionistas no hace sino anclar a Gas Natural, con raíces todavía más profundas, en la villa y corte capitalina.