Me he quedado asombrado de la clase que dio el líder de Unidas-Podemos, Pablo Iglesias, en la moción de censura que presentó Vox contra la coalición presidida por Pedro Sánchez, y que conectara a Pablo Casado con la tradición canovista de la Restauración. Existe una historiografía que reivindica a Antonio Cánovas y la Constitución de 1876 con su intento, desde el pensamiento conservador, de construir un sistema político estable tras un golpe de Estado que restauraba la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II, continuada por su mujer, la Regente María Cristina y su hijo Alfonso XIII, hasta llegar a la Dictadura de Primo de Rivera en septiembre de 1923.
Tal vez hubiera sido adecuado que el vicepresidente del gobierno hubiera leído el libro que publicó el Congreso de los Diputados con la Fundación ICO y la editorial Biblioteca Nueva, editado por Javier Tusell y Florentino Portero: Antonio Cánovas y el sistema político de la Restauración (1998) donde distintos historiadores analizan la figura del político, con diferentes valoraciones. Resulta que Iglesias viene a coincidir con José Luis Comellas, aficionado a la astronomía e historiador defensor de la Restauración y del “gran político”, en esa tendencia de buscar, desesperadamente, una derecha democrática en un sistema donde se impuso el caciquismo, con unas elecciones controladas por los gobernadores civiles que solo dejó resquicios, a la larga y a pesar suyo, en las grandes ciudades para conseguir que catalanistas, blasquistas, reformistas, republicanos y socialistas tuvieran, a partir de 1910, una mínima representación en medio de una clase política empeñada, principalmente, en su propio interés, sin posibilitar la integración de sectores sociales marginados del sistema, que ni siquiera José Canalejas pudo solucionar.
Que un profesor de Ciencia Política, líder de un partido de izquierdas, para demostrar sus conocimientos (escasos) de teoría política y con el fin de reconocer las bases históricas democráticas del centro derecha español tenga que olvidar qué fue la Restauración en realidad y citar a Donoso Cortes --en la línea de Carl Schmitt, un gran intelectual del Derecho que interpretó con inteligencia la deriva de la República de Weimar e hizo aportaciones acertadas a los déficits de los sistemas parlamentarios, pero defensor del nazismo a fin y al cabo--, dice mucho de la impostura intelectual de Iglesias. Refleja la carencia de lecturas más allá de los apuntes de clase o de textos como el de Luis Díaz del Corral, que le sirven para dar una mala clase en el Congreso de los Diputados con el propósito de demostrar su cualificación de profesor de Ciencia Política e intentar demostrar su historicismo.
Mejor hubiera sido abstenerse de vincular al PP de Casado con la Restauración, que terminó en la Dictadura de Primo de Rivera, en la proclamación de la República y en la Guerra Civil. Es preferible que el centro derecha español reconstruya sus bases ideológicas democráticas recurriendo a otras tradiciones europeas, o a figuras puntuales como el reformista Melquiades Álvarez, Giner de los Ríos o Azaña como intentó Aznar, incluso a republicanos como Castelar. ¿Pero, qué aprendió Iglesias de aquellos profesores de la Universidad Complutense madrileña como Antonio Elorza, Carmen Iglesias o Álvarez Junco? Tal vez como no podían soportarse entre ellos, e incluso llegaron en algún caso a las manos, no atendió a leer la bibliografía recomendada, o se contentó con las portadas de los libros y las reseñas de las editoriales. Pero ya ven, un señor de izquierdas evocando la Restauración y sugiriendo a Casado que siga a Cánovas y a Arrimadas que haga de Práxedes Mateo Sagasta. Puestas, así las cosas, podía haber leído la biografía de José Antonio Piqueras: Cánovas y la derecha española. Del magnicidio a los neocon (2008) para averiguar quién era el personaje que llegó a decir, cuando se redactaba la Constitución de 1876, con su sarcasmo cínico: “se es español porque no se puede ser otra cosa”.
Este dirigente político ha puesto en cuestión la Transición, en la que el centro derecha ha aprendido, como el centro izquierda, a respetar el resultado electoral y a construir raíces democráticas, y supuso un punto y aparte de una tradición de exclusión de gran parte de la sociedad española, en la que desde el siglo XIX se liquidaba a los liberales --y en algunos casos a conservadores, como a Donoso Cortés-- fusilándolos o exiliándolos. Si la Restauración fue un intento de articular un régimen comparable a la monarquía inglesa o a la III República francesa, no llegó a ser más que un mal sucedáneo, como las imitaciones del caviar ruso. A un dirigente de izquierdas se le presupone una mejor información histórica, o al menos no entrar en temas debatidos para darse ínfulas intelectuales. La Historia de España contemporánea está llena de grandes fracasos y algunos pocos éxitos, y entre ellos el que comienza en 1978. No hace falta más imposturas historiográficas. Uno puede resaltar, como lo hizo Schmitt, la figura de Donoso Cortés, un teórico inteligente del moderantismo español decimonónico, pero no olvidar su afirmación de que el sistema liberal y el parlamentario “ha venido al mundo para castigo del mundo. Acabará con todo, con el patriotismo, con la inteligencia, con la moralidad, con la honra”. En todo caso hubiera sido más apropiado atribuírselo a Abascal. Mejor que lea y cite el libro de David Rieff Contra la Memoria (2012) donde postula el derecho al olvido.