Francisco Franco por primera vez y última, hay constancia documental, lloró el 20 de diciembre de 1973 por el ascenso a los infiernos cuando se enteró del atentado al almirante Luis Carrero Blanco después de haber comulgado como hacía diariamente en la iglesia de los jesuitas. La explosición lo subió al techo de un convento en el centro de Madrid, en la calle Claudio Coello. Aquella mañana la recuerdo como si fuera hoy.
Pocos conocían a la banda terrorista ETA que había sido fundada en Guipúzcoa en 1958 por jóvenes nacionalistas del PNV y amparado por la iglesia vasca que no le gustaba ni un pelo el Estado franquista. El desarrollismo de la dictadura había paralizado a los padres nacionalistas, por eso el PNV ha jugado siempre a la puta y a la ramoneta.
En 1970 se había celebrado el proceso de Burgos que había condenado a la cúpula de ETA a pena de muerte por el asesinato de un guardia civil de Tráfico y del comisario Pardines tras la muerte del primer etarra al día de haber asesinado al agente de Tráfico con un tiro en la nuca. Franco conmutó la pena por prisión aconsejado por el Papa Pablo VI .
Durante la dictadura casi todos los antifranquistas estaban de acuerdo con la muerte del presidente del gobierno. ETA pudo hacerlo porque fue informado por una miembro de PC de Madrid. Se sabía que Carrero iba a misa diaria antes de entrar en la presidencia del gobierno, porque desde el verano la presidencia no estaba en el Pardo sino en la Castellana. Todos los antifranquistas celebraron las lágrimas del Dictador, y recuerdo el temor general de España por el magnicidio. La oposición miraba bien a ETA porque luchaban violentamente contra Franco, no contra España.
El Régimen se puso las pilas y fichó en 1974 a un vasco que tenía como lengua familiar el euskera y consiguió infiltrar al ‘Lobo’, y en 1976 la Policía Armada detuvo a toda la cúpula terrorista.
En 1978 hubo la amnistía política general, también a los franquistas, que dio alas a ETA. En 1980 cada semana mataban a dos policías.
Dejo el País Vasco para pasar a Cataluña: el Cesid le pidió al ‘Lobo’ que desarticulara el terrorismo de Terra Lliure. La preocupación de Felipe González era que no se repitiera en Cataluña los años de plomo vividos en el País Vasco. Los de Terra Lliure, encantados de que un cabecilla de ETA les instruyera militarmente.
En la primavera de 1992 la Policía Nacional, a través del juez Baltasar Garzón, entonces la bicha separatista, desarticulo la cúpula de Terra Lliure, con un soplo de una ‘garganta profunda’: Oleguer Pujol Ferrusola y Carles Puigdemont. Lo cuenta Fernando Rueda, periodista experto en el CNI.