No estoy contento con el acuerdo aprobado en las Cortes generales por el que Pedro Sánchez pase a ser presidente gracias a la abstención de los separatistas de ERC y Bildu. Es así.

Lógicamente, hubiera preferido que Albert Rivera no se suicidara y hubiera pactado con los socialistas. Rivera no es tan listo como creían sus seguidores. Estoy seguro que, como decía, si tanto quería a España, estará ahora arrepentido. Tal vez, sin embargo, no quería tanto a España como decía, y sólo se quería a él mismo como Narciso. Los que de verdad queremos a España nunca lo vamos a perdonar, porque el perjuicio que ha provocado a la nación es imperdonable.

Albert es un caballo de Troya que ha matado la ilusión de Ciudadanos, que ha dejado viuda a Inés Arrimadas, en la pira del fuego. De Ciudadanos sólo quedan las brasas, y sólo un milagro en forma de soplo podrá prender en los corazones de sus antiguos votantes. No creo en los milagros. Soy como santo Tomás. Tengo latines…

No me gusta que Pedro Sánchez sea presidente de España, no porque tema por su unidad, sino por el futuro de esta vieja nación que es más fuerte de lo que los separatas creen. Temo por el futuro económico, debido a la influencia de los neocomunistas de Podemos. Los contenidos que defienden son como los de los bolcheviques, pero ya saben los que conocen la Revolución Rusa que hasta el malo de Trosky era mejor que Lenin y Stalin. La maldad tiene grados. Tan malo era Hitler como Stalin, el que le ordenó asesinar en México al comunista del PSUC, Ramón Mercader.

No me gusta que Sánchez sea presidente porque me recuerda, cada vez más, al de la ceja…

Estoy huérfano de partidos, no porque considere que todos piensan igual o porque crea que pretenden medrar, cosa que no es cierta. Pero no me gusta por estética, porque la política no se basa en una polarización, en el blanco y negro. El pantone de la política contiene decenas de colores grises, que van del casi negro al casi blanco. El negro y el blanco sólo existen para los demagogos que mienten, ya sean de izquierdas o de derechas.  

En todos los partidos hay gente honesta, pero como dice el sabio refranero popular, el infierno está empedrado de buenas intenciones, salvo los violentos que tienen una naturaleza mala.

Con los violentos no se puede hablar, y en España la violencia es de ETA, que ya está muerta. La enterró la determinación de España, de izquierdas y derechas. Es el triunfo de España.