El BCE ha vuelto a retrasar la subida de tipos, al menos hasta junio de 2020, lo cual, si se cumplen las previsiones de bajo crecimiento, quiere decir que no se sabe si algún día subirán. La Reserva Federal ya insinúa que rebajará los tipos en Estados Unidos, cosa que ya han hecho Australia e India. Suiza tiene tipos negativos desde 2014, el -0,7%, y parece que bajará más para contener las tensiones sobre su moneda. El Banco de Inglaterra bastante tiene con adivinar qué será de la libra tras el Brexit, si éste se llega a producir en este siglo...
Los tipos bajos, o negativos, parece que llegaron para quedarse con la última gran recesión, y las políticas monetarias acomodaticias van a marcar nuestras vidas durante bastante tiempo. Hace un tiempo nos enseñaron que si la economía se recalentaba se subían los tipos para enfriarla, y si la economía mostraba signos de debilidad los tipos bajaban para estimular el crecimiento, es el ABC de la política monetaria. Pero desde que los tipos bajaron de cero ya nada es así. Llevamos más de una década con los tipos por los suelos, y el exceso de liquidez, que lo hay, no fluye, sino que está estancado. Hay mucho dinero en las altas finanzas, como demuestran las disparatadas valoraciones de las nuevas compañías digitales, pero la economía real está más bien débil, lo que hace que la inflación no repunte. Las expectativas de inflación para la zona euro para los próximos cinco años son de 1,3%, y el crecimiento del PIB también ronda esas cifras. No entraremos en recesión, pero tampoco es para tirar cohetes un crecimiento levemente superior al 1% si todo va bien.
Nuestro mundo financiero ha entrado en un estado zombie. Los bancos no ganan suficiente dinero, tanto porque su materia prima, el dinero, está barata como porque el regulador no para de apretarles cada vez más. Los Estados tienen deuda disparada, el 100% del PIB ya es poco y cada vez son más los Estados que deben más de un año de lo que producen, con Japón a la cabeza, con una deuda que ya ronda el 240% del PIB.
Japón es, sin duda, la referencia. Un país próspero en la superficie, pero con amenazas cada vez mayores. Tienen una población envejecida que decrece y un potencial de consumo también decreciente. Exportan, pero cada vez les cuesta más por sus altos costes salariales. Sin duda, el presente de Japón es el futuro de Europa, languidecer en una modorra placentera.
En un entorno de tipos cero, los bancos tienen que cambiar su modelo de negocio, la concesión de crédito no da margen suficiente, y las comisiones por productos y servicios marcarán las cuentas de resultados futuras. Para los clientes, ahorrar no será rentable y pedir dinero prestado saldrá casi gratis. Más pronto que tarde veremos que los bancos nos cobrarán por los depósitos en lugar de retribuirnos a nosotros. De hecho, el BCE ya cobra el 0,4% a los bancos por “aparcar” su exceso de liquidez. Si ya éramos un país poco previsor, vamos camino de serlo menos si eso fuese posible. Las administraciones públicas podrán seguir gastando sin mucho control, ya que la deuda soberana se coloca fácilmente e incluso hay situaciones en que los ahorradores pagan por comprar deuda, el mundo al revés.
El BCE posee casi la cuarta parte de la deuda soberana española en circulación, y algo similar ocurre con la deuda francesa, alemana o italiana. Podemos trampear el tiempo que queramos, pero debería plantearse una salida estructural. Dado que el BCE ha emitido dinero para comprar, ¿por qué no “borrar” de su balance la deuda de los Estados dueños del capital del BCE?. Es una barbaridad, pero igual o más barbaridad es lo que se está haciendo el BCE comprando activos de baja calidad e inflando su balance. Vivimos en un mundo heterodoxo y solo la heterodoxia podrá ayudar a salir del bache.
Un impago selectivo o una fijación artificial del cambio de las monedas, porque la guerra comercial actual, donde los aranceles se blanden como espadas amenazadoras, en el fondo alteran el cambio de las divisas. Las reglas del comercio internacional están rotas, como lo están las reglas del sistema financiero tradicional, algo hay que hacer.
Pero más allá de soluciones técnicas, lo que nos falta son liderazgos globales fuertes. Si damos un repaso a quienes hoy dirigen el mundo lo más normal es que nos dé un escalofrío. Trump en Estados Unidos, López Obrador en México, Bolsonaro en Brasil, Salvini en Italia, Orban en Hungría, Le Pen creciendo en Francia, toda Europa en descomposición, Putin incombustible, China imponiendo sus reglas, Reino Unido perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los demás... nacionalismo excluyente, populismo e inmediatez en un tiempo en el que lo que hace falta no es solo visión de Estado, sino sobre todo de ciudadanía mundial. El mundo está atascado en el barro y no se le ocurre otra cosa que organizar peleas en él.