Muere una prostituta tras recibir una paliza en el Raval. Así saltaba el 6 de abril pasado la noticia sobre la muerte de Lily, una mujer rumana de 30 años enferma de leucemia. Su muerte llegaba después de que un proxeneta le propinara una brutal golpiza. Llevaba varios meses al límite de sus fuerzas, y lo más probable es la lluvia de golpes tuviera como objetivo obligarla a trabajar.
Por desgracia, Lily no es un caso puntual ni aislado. Como describe muy bien Mabel Lozano en su documental El Proxeneta, la mayoría de mujeres que ejerce la prostitución tiene un perfil muy similar. Son captadas cuando son muy jóvenes por las mafias que trafican con seres humanos desde el Tercer Mundo. Vienen de países pobres, normalmente de barriadas marginales, y son madres solas que tienen hijos o hijas que mantener. Para venir, contraen una deuda que nunca acaban de pagar porque los proxenetas se las arreglan para que se vaya siempre multiplicando. Algunas llegan engañadas, otras intuyen lo que sucederá. Pero todas quedan atrapadas en unas redes delictivas de las que no consiguen escapar.
Cuando Lily llegó a Barcelona, pidió ayuda, pero se retractó en el periodo de reflexión de 30 días que tienen las víctimas para denunciar. No volvió a intentarlo. Quizás por miedo a que hicieran daño a sus hijos que vivían en Rumanía, o simplemente porque no veía cómo sobrevivir fuera de un mundo en el que hay muy pocas opciones para mujeres que se encuentran en su situación.
Casos como el de Lily ponen sobre la mesa la necesidad urgente de sacar adelante una Ley integral contra la trata de seres humanos, que además de prevenir y perseguir esta lacra y a las redes que se lucran con ella, garantice la protección y recuperación de las víctimas.
Esta ley forma parte de los mandatos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, y su redacción fue comenzada por el gobierno socialista de Pedro Sánchez, pero no prosperó por el fin prematuro de la legislatura. A partir del 28 de abril, debería volver a ser prioridad. Como debería serlo también sacar adelante iniciativas municipales, como la ordenanza que presentó en junio Jaume Collboni en el Ayuntamiento de Barcelona, que proponía medidas de apoyo y asistencia integral a las víctimas y sanciones contra todos aquellos que se benefician de los vacíos legales que permiten la explotación sexual de mujeres.
Barcelona, pero también otras ciudades como el municipio de La Junquera, en Girona, se han convertido en destinos preferentes de turismo sexual en Europa y es responsabilidad de sus administraciones impulsar medidas que combatan el proxenetismo y la explotación sexual. Iniciativas como las que impulsa la Red de Municipios Libres de Trata, integrada por ayuntamientos de distintos colores políticos que han tomado conciencia de la gravedad del problema, y a la que Barcelona no ha querido integrarse.
Sabemos que el negocio del sexo en nuestro país mueve unos 5 millones de euros al día y se nutre principalmente de extranjeras. Un estudio de Caritas apunta a que más del 90% de mujeres que ejerce la prostitución en España no lo hace de manera voluntaria y que al menos un 80% son extranjeras, principalmente de países como Nigeria, Rumania, Brasil, República Dominicana, Colombia o China.
En una jornada reciente de la Plataforma por el derecho a no ser prostituidas, la representante de Apip-Acam, una de las entidades que trabaja con víctimas de trata, constataba que cada vez que surgía una crisis económica en algún punto del planeta, aumentaba la llegada de mujeres desde aquel sitio donde se hacía más difícil sobrevivir. En la misma jornada, la antropóloga Silvia Carrasco Pons subrayaba la necesidad de que el movimiento feminista se convirtiera en un sujeto que hiciera frente al sistema capitalista que busca disponer del cuerpo de las mujeres más vulnerables bajo la justificación de la libre elección.
¿Lily se prostituía libremente? ¿Qué opciones le dimos para que tuviera otro tipo de vida? Tenemos que comenzar a discutir menos sobre la supuesta libertad que tienen las mujeres a prostituirse, que es lo que buscan los empresarios del sexo, y más sobre el derecho que tienen las mujeres a no ser prostituidas por su pobreza y su vulnerabilidad. Ninguna mujer merece vivir y morir como Lily.
(Artículo coescrito con Blanca Cercas)