El libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt Cómo mueren las democracias ha tenido un notable eco mediático y académico.

La obra alerta sobre el progresivo deterioro de la democracia. Su muerte desde dentro, dejando a un lado los golpes militares. Describe precedentes históricos, de Hitler, a Mussolini, pasando por Perón, Chávez o Fujimori, entre otros. Aunque su alerta es plenamente actual y se centra en los riesgos para la pervivencia de la democracia en EE.UU y en el resto del mundo por el triunfo de Trump.

Levitsky y Ziblatt señalan cuatro indicadores de comportamiento autoritario. ¿Cómo encajan esos indicadores en la situación política catalana



1. Rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas del juego.

En Cataluña, el rechazo a las reglas del juego democrático son constantes. No hablo sólo de la Constitución. El Estatuto de Autonomía es vulnerado sin ningún recato. Se pretende suplantar la voluntad de los catalanes en temas tan esenciales como una DUI mediante acuerdos en el Parlament por mayoría absoluta que no facultan para modificar el Estatuto y, ni tan siquiera, para aprobar la ley electoral o nombrar los miembros de la CCMA. Se modifica el reglamento del Parlament a conveniencia. Se apela a la democracia para destruirla. Se abusa del control de las instituciones convirtiendolas en instrumentos partidistas. Se adulteran los árbitros o se ignoran sus pronunciamientos, desde el Consejo de Garantías Estatutarias a los letrados del Parlament, y se trata de convertir a la Mossos en policía política, en un instrumento al servicio del secesionismo. Se convierten las escuelas en centros de formación del espíritu nacional y se convierte la lengua en instrumento político.



2. Negación de la legitimidad de los adversarios políticos.

Se niega la legitimidad de los adversarios políticos, calificándoles de traidores, criminalizándoles como fascistas, pretendiendo que abandonen el país, impidiéndoles la libertad de expresión mediante escraches y acoso constante. Se considera a los castellanohablantes bestias con forma humana. Se insulta a todos los catalanes no secesionistas o que siéndolo defienden las reglas del juego democrático sea cual sea su origen o su lengua habitual.

3. Tolerancia o fomento de la violencia.

Se organizan grupos de acción directa y se fomenta la violencia instando a los CDR a ‘apretar’. No se condenan las agresiones, tenemas varios ejemplos las últimas semanas. Se crea un clima de acoso y amenazas tendente a expulsar a los disidentes del país o, por lo menos, a mantenerlos callados y con miedo.



4.Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición , incluidos los medios de comunicación.

Se niegan espacios públicos para la celebración de actos de la oposición ya sean partidos o asociaciones cíviles. Se condiciona a los medios de comunicación privados mediante  subvenciones, compra de ejemplares o publicidad institucional que rompen la libre competencia y los convierte en paniaguados del régimen. Se utilizan los medios públicos como instrumentos del régimen, politizando el conjunto de la programación al servicio del secesionismo. Se insta a los referentes culturales a posicionarse a favor del régimen o a mantener silencio mediante agresivas campañas de acoso a quien osa salirse del redil.

Dicen que dar positivo en algunos de estos indicadores es suficiente para detectar tendencias autoritarias, para apreciar que la democracia está en grave riesgo. En el caso de Cataluña se acumulan las pruebas. Y si no podemos hablar de un régimen autoritario en toda la regla es porque Cataluña no es un Estado independiente y existen contrapesos sobre los que los secesionistas carecen de competencias, al menos de momento. Desde el poder judicial, a la existencia de fuerzas de seguridad del estado, la agencia tributaria o los medios de comunicación de ámbito estatal.

La democracia agoniza en Cataluña. La consecución de la independencia implicaría la instauración de un régimen autoritario, ya hemos visto como se las gastan con los proyectos de Constitución catalana. La excusa de la crisis económica que sin duda afectaría al país o la existencia de enemigos interiores, los catalanes no nacionalistas, y exteriores, España y la Unión Europea, aseguran un negro futuro a la democracia en Cataluña en el, afortunadamente, improbable caso de secesión. Pero la degradación de la democracia actual afecta gravemente ya en estos momentos la convivencia en Cataluña y adultera los resultados electorales.

Ante este panorama, la fórmula de Levitsky y Ziblatt para combatir el autoritarismo es la unión de las fuerzas que respetan la democracia, que aceptan las reglas del juego. Especialmente de aquellas que pueden estar ideológicamente más cerca de los antidemócratas, pero que no se identifican con el autoritarismo. Piden que no se blanquee a los iliberales, a quienes quieren polarizar la sociedad creando un clima de hostilidad y desconfianza mutua.

Desgraciadamente, nada de lo anterior sucede en Cataluña. Los intelectuales catalanes, los medios de comunicación, utilizan la obra para denunciar los peligros de Vox o de Trump pero callan sobre el peligro del populismo de izquierdas o el secesionismo.

La democracia en Cataluña muere impulsada por la iliberalidad del secesionismo, y la connivencia de una izquierda que prioriza sus intereses electorales a corto sobre la defensa de la democracia. Con ello se favorece a Vox, se radicaliza a los no secesionistas y se retroalimenta la contienda. Sólo si fructifica un acuerdo entre quienes creen en la democracia como una forma de contención y de respeto a las reglas del juego, sean de derechas o de izquierdas, unionistas o secesionistas, catalanistas ,españolistas o ciudadanos del mundo, se puede revertir la situación. De momento nada mueve a ser optimista.