Aunque está de moda el adanismo, es decir, creerse el primer hombre en la tierra, no está mal mirar el pasado de vez en cuando. El País publicó en 1992 una foto que hoy sería ciencia ficción. Los artífices de los Juegos Olímpicos en una barca de nombre Mare Nostrum y remando todos en la misma dirección. Samaranch, Maragall, Pujol, Serra, Ferrer Salat y Joan Miquel Abad olvidando diferencias y aplicando el modelo Barcelona, lo que es bueno para Barcelona, lo es para Cataluña y para España.
Gracias a personas como ellos hoy Barcelona está en el mapa y su imagen de marca es, o ha sido, superior a la de España. Pero no hay nada indestructible, y parece que ahora estemos empeñados no solo en olvidarnos de lo mucho que hicieron los "tripulantes" de esa barca sino en destrozar una imagen que tanto costó lograr.
A finales de febrero vuelve el Mobile World Congress, una de las principales ferias del mundo con la presencia de personalidades como los presidentes de Daimler, Cisco, Samsung, Huawei, Citi; los CEO de Microsoft, Orange, Rakuten, Vimeo... y muchísimos más directivos de primera talla mundial, por no hablar de los nacionales y, por supuesto, del Jefe del Estado. Se trata de un escaparate increíble para la ciudad, ambicionado por medio planeta. De igual modo que hace 27 años se remó en la misma dirección ahora parece que el único objetivo es hundir la barca.
El metro anuncia huelga, el lío de taxistas y VTCs no está claro que se solucione definitivamente, por supuesto que el independentismo tratará de usar este escaparate para hacer ruido... ¿hay alguien a quien le importe la ciudad y sus ciudadanos?
Las estadísticas siempre se pueden retorcer según interese, pero es un dato que la inversión extranjera se ha frenado, porque la incertidumbre cotiza mal. La inversión de fondos inmobiliarios en Madrid en 2018 triplica la de Barcelona, y algo tan mundano como la venta de coches cae en Cataluña mientras crece en el resto de España. El 34,5% de los coches se matricularon en la comunidad de Madrid, frente a un 14% en Cataluña, comunidad con un millón más de población que la de Madrid. Madrid no nos roba, le estamos regalando el liderazgo económico de España, bien por dejadez, bien por mala fe de quienes, equivocadamente, piensan que cuanto peor, mejor.
Los horarios comerciales en Barcelona son todo menos amigables, salvo para los supermercados de proximidad, los regentados por nuestros vecinos los paquis. No ya Madrid, cualquier ciudad con algo de turismo tiene unos horarios comerciales más coherentes con la primera actividad económica de la ciudad. Qué bien lo hace la Roca del Vallès con su magnífico centro comercial abierto 360 días al año. ¿Cómo se puede ser permisivo con los manteros en una ciudad con una de las mejores avenidas comerciales de Europa?
Tenemos un problema de calidad del turismo, es cierto, pero en el centro de Venecia, ciudad con muchísima más presión turística que Barcelona, es imposible comprar comida y sobre todo alcohol barato. Ya que vienen muchos turistas no les facilitemos pasar el día en Barcelona por menos de diez euros, porque entonces es normal que tengamos por nuestras calles a lo mejor de cada casa.
Y como guinda a los problemas de concepto y de funcionamiento de la ciudad, por no hablar de seguridad, aparece la genial idea de obligar a reservar Uber o Cabify con horas de antelación. Los intermediarios digitales son, sobre todo, unos listos que se saltan la regulación y la fiscalidad ejerciendo en muchos casos una competencia desleal a la que hay que poner freno. Ser digital no tiene que ser sinónimo de aprovechado. Pero en lugar de combatirlos de frente y afrontar en paralelo la necesaria restructuración del moribundo sector del taxi (excelente propuesta de Cabify de implantar una tasa para rescatar las megainflacionadas licencias) nos inventamos unas normas que harán que en el próximo Mobile Congress (que en paz descanse al paso que vamos) los viajeros de todo el mundo, que pueden usar Uber en 60 países diferentes incluidos los más bananeros, llegarán a una ciudad supuestamente abierta, moderna y cosmopolita y no podrán.
Como decía José Antonio Labordeta, “desde tiempos a esta parte, vamos camino de nada”.