Los versos de Rafael Alberti, "a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar", cantados por Paco Ibáñez y coreados por aquellos esforzados demócratas en la lucha contra la dictadura hace cuarenta años largos, vuelven a ser de rabiosa actualidad. Sirvieron entonces contra un totalitarismo duro y sirven hoy contra un totalitarismo blando, pero real.
Una panda de sediciosos se ha apoderado de las instituciones estatutarias de Cataluña, se ha erigido en intérprete de la democracia y de los sentimientos, ha subvertido el orden legal, ha roto la convivencia como nunca en las últimas décadas y ha llevado su desafío a la calle intoxicando a multitud de crédulos.
Su pretendido fin, para el que valen todos los medios, incluso los más deshonestos, es la independencia de Cataluña, que tienen por necesaria, legal y posible, sin que hayan demostrado ninguno de los tres supuestos.
La satisfacción que produciría a unos la independencia efectiva de Cataluña, que no se alcanza con la burda declaración-trampa de unos sediciosos --como sabemos muy bien los juristas, me remito a mi artículo "Contra la integridad territorial y sin reconocimiento internacional", quedaría en una alegría fratricida ante el inmenso dolor de otros y el sufrimiento material que se causaría a todos.
Una panda de sediciosos se ha apoderado de las instituciones estatutarias de Cataluña, se ha erigido en intérprete de la democracia y de los sentimientos, ha subvertido el orden legal, ha roto la convivencia como nunca en las últimas décadas y ha llevado su desafío a la calle intoxicando a multitud de crédulos.
Quienes desprecian las consecuencias profundamente negativas de la independencia, para con la población indefensa frente a las previsibles reacciones brutales del sistema en el terreno económico, de las que ya hay pruebas evidentes, son unos desalmados, una gente sin conciencia. Y pretenden dialogar y negociar.
Pero, ¿negociar qué? Que no engañen más y que no se engañen los demócratas. Los sediciosos sólo quieren negociar la sedición, todo lo más un referéndum para la sedición. No son válidos como interlocutores. Su deslealtad probada les ha inhabilitado moralmente antes de la inhabilitación penal. Son además lo que dicen no ser: unos delincuentes, unos locos, unos golpistas, unos abducidos.
Lo máximo que se podría negociar con ellos sería un armisticio para evitar más desastres (la paz sólo podrá llegar con otros interlocutores). Pero eufóricos como se sienten (por frívolos), ni siquiera un armisticio será posible con ellos. No es un armisticio la suspensión temporal de la independencia que ofrecen. Un armisticio lo firman las dos partes de un conflicto, no sirve como tal la concesión de una parte.
Hemos de aceptar la gravedad de la situación. Ante su contumacia, el Estado se ve obligado a afrontar la sedición con todos los medios legales incluidos los coercitivos de que le ha dotado la Constitución, igual reaccionaría cualquier otro Estado de la Europa democrática. Que se sepa, para no deplorar después las consecuencias y los efectos colaterales que pudieran producirse.