Los procedimientos del procés y las incidencias en torno al supuesto referéndum, por muy graves que sean, no tienen que hacernos perder de vista el problema de fondo, que es la pretensión de la independencia de Cataluña.
Los que dirigen el procés desde los despachos de la Generalitat o desde los cuartos de mando de la agitación callejera engañan descaradamente mintiendo, tergiversando, manipulando... y ocultando. Ocultan las profundas consecuencias negativas que conllevaría una independencia de Cataluña para su población. Ocultan la absoluta imposibilidad internacional de que Cataluña se constituya en Estado independiente.
La integridad territorial de los Estados es un principio fundamental del orden internacional y del derecho que lo sustenta. La integridad territorial puede resultar amenazada desde fuera del Estado por una agresión exterior (el caso de Kuwait invadido por Irak) o desde dentro del propio Estado por planes secesionistas (el caso de España por las actividades de los independentistas de Cataluña).
Son muchas las referencias al respeto y a la defensa de la integridad territorial en tratados, constituciones, actas, resoluciones, declaraciones... Por ejemplo, la Carta de las Naciones Unidas, en el artículo 2.4; el Acta Final de Helsinki, en el apartado IV; el Tratado de la Unión Europea, en el artículo 4; la Constitución Española, en el artículo 8... A modo de resumen del lugar que ocupa la integridad territorial en la preocupación de los Estados sirve la declaración contenida en las Conclusiones del Consejo de Asuntos Generales de la UE, celebrado el 16 de diciembre de 2014, que señala la importancia del respeto a la integridad territorial de los Estados miembros de la UE, la competencia exclusiva que tienen los Estados para salvaguardarla y el respeto que los demás Estados miembros deben tener sobre lo que decida cada Estado.
A los aventureros nihilistas que gobiernan actualmente en la Generalitat, intoxicados por sus propias fantasías, y a sus seguidores en la calle, inculcados de emociones a flor de piel, les da igual lo que diga el derecho y aconseje la razón
Se comprende que los Estados, que siguen siendo los principales actores del sistema internacional contemporáneo a pesar de la aparición de nuevos sujetos, hayan hecho de su integridad territorial una cuestión vital. En pocas materias existe un consenso interestatal tan claro como en esta cuestión. Deberían tomar nota de ello quienes pretenden la desintegración de España; no encontrarán ningún apoyo estatal a su desestabilizadora causa.
Ocultan que para que un ente territorial sea reconocido y aceptado en el orden internacional tiene que reunir una serie de elementos esenciales, según la doctrina y la práctica del derecho internacional. Población y territorio: Cataluña los posee: 7,5 millones de habitantes y 32.000 km2. Organización política, también, pero derivada de la Constitución Española a través del Estatuto de autonomía --en cuanto abandonara éstos, carecería de organización política reconocida--; y, por último, soberanía, que en su vertiente interior significa "ausencia de todo control o injerencia del Gobierno de otro Estado en el Gobierno interior (poder legislativo, ejecutivo y judicial) y en la administración del territorio" (Resolución 724, VIII, de la Asamblea General de las Naciones Unidas). ¿Puede creer alguien seriamente que por efecto de esa aberración llamada ley de transitoriedad el Estado español desaparecería de Cataluña? Y, sin soberanía, no hay independencia que valga. Tal vez se atrevan a declarar que Cataluña es independiente, pero ni legalmente ni de hecho lo sería; nadie les haría caso.
No habrá negociación con el Estado para la secesión, ni imposición de la secesión desde el exterior. Si siguen emperrados en mantener el farol de la independencia, tendrán que pasar de la desobediencia, a la sedición y de ésta a la rebelión, con todas las consecuencias que tal irresponsabilidad comportaría para ellos y, lamentablemente, para los catalanes, el resto de los españoles y los europeos.
A los aventureros nihilistas que gobiernan actualmente en la Generalitat, intoxicados por sus propias fantasías, y a sus seguidores en la calle, inculcados de emociones a flor de piel, les da igual lo que diga el derecho y aconseje la razón. En este sentido, la situación política en Cataluña es desesperante. La única solución, además de aplicar todo el peso de la ley a los responsables de tal situación, es derrotarles políticamente cuanto antes y después reconstruir en Cataluña el sentido y la práctica de la democracia.