Vivo en el autoexilio, pero percibo un aire ventoso que anuncia tormentas con peligrosos rayos en zigzag. A mi edad creía que lo había visto todo. La guerra entre hermanos era cosa del pasado, y lo es porque tenemos el colchón social de la clase media. Pero la crispación que avanza va a dañar las relaciones personales de los que no se arredran su opinión. No disfrazo mi pensamiento con palabras ambiguas que sirven igual para un roto que para un descosido. Mi máxima es no faltar a nadie. Tampoco a los estelados, no porque sean amigos o no, sino porque faltar al respeto es una derrota intelectual. Es como el uso de la violencia. El insulto es el paso previo. Quien insulta pierde la razón.
En la Diada, los de la revolución de las sonrisas decían que eran pacíficos. No lo niego. Si no se produjo ningún conato violento también fue mérito de los catalanes que no queremos que nos rompan España en la cabeza. No ven la otra cara de la realidad. La voz de Cataluña es sólo su voz. La mía, y la de todos los que piensan igual, no es la voz de Cataluña sino de los cipayos.
Hay una cosa que molesta a muchos maestros cuando digo que la escuela es el pivote de la política nacionalista. No sé por qué pica tanto esta afirmación. La han practicado todos los regímenes sin excepción: los niños de la República estudiaban a Viriato y El Cid como héroes nacionales, y a Numancia y Sagunto, villas iberas amuralladas que prefirieron morir antes que ser sojuzgadas por el invasor... En el franquismo, la leyenda blanca de la evangelización de América, el general Álvarez de Castro y la defensa del Alcázar fueron gestas patrióticas. La guerra civil era la guerra de la liberación... La historia de Cataluña empieza en Ripoll. Antes de Guifré el Pilós, la nada. Todos los pueblos necesitan mitos para construir su conciencia nacional. Cataluña no es una excepción. Por eso no soy nacionalista.
La Barcelona de fuego está a la vuelta de la esquina, fechada el 1-O. Da la impresión de que lo que se busca es eso: una víctima para que el polvorín callejero explote
Hace diez días, El País publicó un manifiesto firmado por un millar de intelectuales y artistas de izquierdas de toda España contra "la estafa antidemocrática del 1 de octubre". Según los nacionalistas, son personas que no saben que es la democracia.
Cuando una sociedad es crispada de esta manera, la chispa saldrá de cualquier pedernal de los antisistema, que son quienes han radicalizado la situación. La Barcelona de fuego está a la vuelta de la esquina, fechada el 1-O. Da la impresión de que lo que se busca es eso: una víctima para que el polvorín callejero explote...
No me gusta lo que estoy viendo. Quien disfrute no tiene los pies en el suelo. Quien diga que ha empezado la primavera, y no el otoño, simplemente es un adolescente, aunque haya cumplido los setenta...