El departamento de Salud de la Generalitat dispondrá de 8.750,5 millones el año próximo. Supone casi el 50% de los recursos destinados a ese confuso concepto llamado gasto social y el 36,6% del total del Presupuesto.
Pues bien, esa inmensa cantidad de dinero está en manos de Antoni Comín, un político que milita en ERC, procedente del PSC y vinculado familiarmente, como a él le gusta explicar siempre que se presenta a alguien, al comunismo cristiano y nacionalista catalán.
Oriol Junqueras, con el consentimiento de Carles Puigdemont y el trágala de Artur Mas, puso al frente la clave de bóveda del Estado del bienestar del país a un gestor sin experiencia que se mueve a golpe de tuit, de prontos y de filias y fobias.
Se puede entender –no faltaría más-- que el Govern dé un giro en lo que ha sido la política tradicional del nacionalismo catalán en materia sanitaria (la colaboración público-privada), incluso se puede comprender la ausencia de explicaciones: ese cambio tan importante no estaba contemplado en el programa del partido que aún preside la Generalitat.
¿Hay que evitar la imagen de radicales cuando se hace una política radical? O sea, ¿hay que engañar a la gente?
Pero lo que resulta inadmisible es que se haga con argumentos falsos y con atropellos. Falsedad es decir que el servicio público es más barato que el privado; o al menos, nadie ha puesto sobre la mesa los datos que lo demuestren. Atropello es finiquitar un contrato antes de que llegue a su vencimiento, que es lo que hacen las repúblicas bananeras, generando una inseguridad jurídica que siempre acaban pagando sus ciudadanos.
¿Cómo es posible que la dirección de ERC dé instrucciones para que su gente no se entusiasme con la muerte de Fidel Castro si uno de sus consejeros aplica una política tan radical como la que puso en práctica el Comandante, solo que 50 años después? ¿En qué quedamos? ¿Hay que evitar la imagen de radicales cuando se hace una política radical? O sea, ¿hay que engañar a la gente?
La cuestión no está en nacionalizar la sanidad al 100%, como no lo estaría en hacer lo propio con la enseñanza. Puede que sea lo mejor para el país; incluso, que sea una apuesta ideológica. Pero hay que ir de frente. Lo que no se debe hacer es engañar a los ciudadanos. El independentismo está tan acostumbrado a hacer comulgar a la gente con ruedas de molino que se le va la mano.
No tengo información directa de las razones por las que Junqueras entregó tan alta responsabilidad a Comín, aunque supongo que responde a su procedencia socialista y a sus vínculos psuqueros. Una forma de seducir a esos sectores, como hizo con el cabeza de lista del Congreso de los Diputados. Pero fue un error.
Pues no, señor Comín, para ir contra los intereses de un país no es imprescindible ser de derechas. Siendo inepto para el cargo que se ocupa ya es bastante
El conseller nos lo demuestra a diario. Igual pierde una tarde entera chupando cámara detrás del doctor Martínez Ibáñez mientras éste explica a los medios cómo se ha resuelto una avería en el suministro de agua del Hospital de Vall d’Hebron, que se dedica a responder a quienes le critican que lo hacen porque son de derechas.
Nuestro hombre personifica a la perfección aquella inmadurez de la transición española por la que los jóvenes que se consideraban de izquierdas creían que bastaba con acusar a alguien de ser de derechas para descalificarle.
Pues no, señor Comín, para perjudicar a un país no es imprescindible ser de derechas. Con ser un inepto para el cargo que se ocupa es suficiente.