En mi recorrido de estas últimas semanas por distintas ciudades de Alemania no he visto ninguna pancarta que colgara de los ayuntamientos (los Rathaus) con la leyenda "Refugees welcome", como la que exhibían ostentosamente los ayuntamientos de Barcelona y Madrid. Y es que en Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca... ya tienen a los migrantes y la alegre expresión del welcome se ha diluido en la realidad de su presencia.
Cuando hace poco más de un año Angela Merkel aceptó en Alemania a los miles de refugiados bloqueados en la estación Keleki de Budapest, tuvo razón. Una razón humanitaria que la honra, una gran verdad. Como también tuvo razón --en aquella ocasión no humanitaria sino financiera y económica-- cuando en 2009 impulsó (e impuso como medida de choque) la austeridad para corregir el enorme déficit en el que habían incurrido los países de la Unión Europea. Ambas razones las fue perdiendo a medida que imponía la prevalencia del principio sobre sus consecuencias.
¡Europa es culpable!, resuena en los medios y las redes, olvidando causas e ignorando consecuencias
Hoy Alemania está desbordada, políticamente en crisis y socialmente dividida por su millón y medio de migrantes acogidos o presentes en el país, cuya composición es variopinta: sirios, por supuesto --pero menos de la mitad, y a ellos iba dirigida la inicial decisión humanitaria de Merkel--, pero también eritreos, kosovares, bielorrusos, norteafricanos, subsaharianos, iraquíes, afganos, paquistaníes... En la marea migrante hacia Europa hay personas de distintas (y distantes entre ellos) procedencias, religiones --con predominio absoluto de la musulmana-- edades, género, culturas, formación... que traen consigo sus diferencias y sus conflictos de origen, no siendo la menor la consideración de la mujer. La sola ordenación de tal cúmulo de diversidades ya requiere un enorme esfuerzo organizativo, que en Alemania ha corrido a cargo de las instituciones públicas y de un voluntariado generoso y eficaz.
El efecto llamada bien canalizado por las mafias del transporte (in)humano, y cada vez más por los yihadistas, ha funcionado con rapidez y contundencia, y los muertos en la travesía marítima o el trayecto por tierra han sido considerados una pérdida inevitable, un efecto colateral de la operación por los transportistas y sus sostenedores o un desgarro ético por aquellos que hacen responsable a Europa de la tragedia, de todo, incluso de que las lanchas neumáticas y las barcazas, solo aptas para el desguace, vayan sobrecargadas y sin las mínimas condiciones de seguridad e higiene. ¡Europa es culpable!, resuena en los medios y las redes, olvidando causas e ignorando consecuencias.
No es cierto que Europa se haya cerrado a cal y canto
El debate en Alemania está al rojo vivo, no el político --que es de sal gruesa populista por parte de Alternative für Deutschland (AFD) y aparentados, sino el académico, el intelectual y el moral. ¿Cuántos más inmigrantes y refugiados debe y puede acoger Alemania? El populismo humanitario (de izquierda y de derecha, que también lo hay) no tiene una respuesta racional y contrastable con la realidad.
No es cierto que Europa se haya cerrado a cal y canto. Si fuera así, cómo se explica la presencia de ese millón y medio de inmigrantes-refugiados en Alemania y los aproximadamente trescientos mil repartidos en otros países europeos. Sin atreverse a decirlo abiertamente, pero deducible de sus reproches y acusaciones, los populistas humanitarios, la izquierda reaccionaria de calle y de salón, y la derecha de la corrección, están proponiendo una suicida política de puertas abiertas en Europa.