Rajoy ya es presidente. Pero para los que creemos que la democracia representativa y el Estado de derecho son la fórmula menos mala de gobernarnos y convivir, afrontamos la nueva legislatura con la preocupación de que lo que ha costado mucho construir pueda saltar por los aires en los próximos años. Las intervenciones de algunas formaciones políticas agitadoras del odio, el rodeo del Congreso, la descomposición territorial, muestran que España se encuentra al borde del abismo. La responsabilidad de haber llegado hasta aquí viene de lejos y es imputable, en parte, a hechos objetivos comunes a todo el mundo occidental: crisis económica y de expectativas, crisis moral, esclerosis de los grandes partidos, globalización. Sólo hace falta repasar la situación política de toda Europa o la posibilidad de que Trump sea presidente de Estados Unidos para darse cuenta de la profundidad y extensión del problema. Occidente se mueve entre las dificultades de corregir las desigualdades y no abandonar a los descolgados que genera la globalización y el espejismo de la vuelta al pasado, al nacionalismo, a las fronteras y los aranceles.
Pero que el problema sea compartido no exime las responsabilidades y errores propios. La combinación del reto secesionista en Cataluña y su posible contagio a otros territorios con el populismo revanchista y de inspiración totalitaria de Podemos exige grandes dosis de buen gobierno, firmeza e inteligencia para ser combatidos democráticamente. Si nos atenemos al pasado inmediato nada llama a ser optimista. Las tres fuerzas políticas que han de evitar lo que parece avecinarse no transmiten las mejores vibraciones.
Las intervenciones de algunas formaciones políticas agitadoras del odio, el rodeo del Congreso, la descomposición territorial, muestran que España se encuentra al borde del abismo
El PP es la formación política que tiene hoy una base social más firme y estable, pero también la que produce mayores rechazos. Corroído por la corrupción, hasta ahora ha combinado la permisividad con el secesionismo --en temas esenciales como la utilización de las escuelas como centros de adoctrinamiento-- con declaraciones patrióticas altisonantes y la incapacidad, o falta de voluntad, de afrontar un proyecto renovador y reformista para España, lo que le ha llevado a debilitarse en las grandes ciudades y a ser marginal en parte de la periferia española.
El PSOE está en pleno proceso de descomposición, burocratizado, sin liderazgo social, sin ideas nuevas, incapaz de modernizar su discurso y enfrentarse ideológicamente con el soberanismo en Cataluña y con el populismo en toda la periferia y la mayoría de grandes ciudades. Enfrascado en luchas cainitas, ha perdido la capacidad de ser alternativa y ha abierto la puerta a un populismo demagógico y con preocupantes actitudes antidemocráticas, nominalmente muy de izquierdas, pero con propuestas políticas inspiradas en el chavismo y más cercanas a las tesis del Frente Nacional que a las de una izquierda reformista y europeísta.
Ciudadanos es todavía un partido débil, sin un mensaje suficientemente definido, demasiado dependiente de un liderazgo unipersonal.
Pues bien, con estos mimbres hay que afrontar una batalla decisiva, cuyo primer capítulo pasa por recuperar la iniciativa política y mediática poniendo en valor conceptos hoy maltratados como la convivencia, la paz, la democracia, el Estado de derecho, la democracia representativa, la unidad europea. Pero ello sería estéril si esta ofensiva no va acompañada de hechos y gestos capaces de llegar al conjunto de la población o por lo menos a las capas sociales más dinámicas que son las menos interesadas en las ofertas populistas o nacionalistas. Reformas imprescindibles, algunas complejas como ley de financiación de partidos, ley electoral, financiación autonómica, funcionamiento del Estado autonómico, ley de educación o revisión del pacto de Toledo y de la financiación de la seguridad social lo que implica una reforma fiscal. Pero otras más fáciles y que llegaran antes a los ciudadanos. Defensa de los consumidores frente abusos de grandes compañías --comunicaciones, eléctricas, aéreas, banca etc.--, apoyo decidido a autónomos y pequeñas y medianas empresas o a la inserción laboral de los jóvenes. O inversiones que contarían con una inmediata adhesión ciudadana, como por ejemplo, en el caso de Cataluña, mejora de un desastroso servicio ferroviario de cercanías.
¿Serán capaces PP, PSOE y C's de afrontar y superar el reto? Desde luego, fácil no es y hay muchos condicionantes internos y externos
Y todo ello en una legislatura que debería hacer posible un buen gobierno, estable y firme, dialogante e inteligente, con la reconstrucción del socialismo democrático como alternativa y el fortalecimiento de Ciudadanos como bisagra. Porque lo que pretenden Podemos y el secesionismo durante esta legislatura no es tanto hundir al PP como acabar con cualquier alternativa no rupturista ya sea de centro liberal o socialdemócrata. Buscan el choque de trenes como también los que frente a estos desafíos lo fían todo a involuciones autoritarias.
¿Serán capaces PP, PSOE y C's de afrontar y superar el reto? Desde luego, fácil no es y hay muchos condicionantes internos y externos. Pero lo que esta en juego merece un esfuerzo de todos los demócratas, subordinando, de verdad, los intereses partidistas al interés general.
Algunos pensarán que no hay que dramatizar. Pero mejor prevenir y curar que lamentarse cuando ya es tarde.