Bueno, en realidad el diablo, a nivel global, es Hillary Clinton, como ya ha dicho ese profundo pensador contemporáneo que es Donald Trump, pero en provincias también tenemos derecho a nuestros particulares seres del averno. Para nuestros nacionalistas, cuyo cacumen no tiene nada que envidiar al de Trump, el diablo se llama Ada Colau: así la consideran a raíz de las últimas polémicas de chichinabo surgidas en Barcelona, una ciudad que no las produce de otro tono. La caverna local anda extremadamente irritada por dos iniciativas de nuestra alcaldesa: una próxima exposición en el Born, en la que figura una estatua ecuestre, aunque decapitada, del Caudillo, y su prohibición a los alegres muchachos de la Coronela para que salgan a desfilar en la Diada del 11 de septiembre.

La primera ofensa a la patria se ha saldado con la oferta de Cocomocho a la Coronela para que salga a desfilar desde la Generalitat, pero la segunda se mantiene incólume. Evidentemente, a ninguno de nuestros patriotas retribuidos se le ha ocurrido pensar que la estatua de Franco forma parte de una exposición por algún motivo que su comisaria tiene muy claro. Sin esperar a enterarse de qué va la exposición de marras, ya se han rasgado las vestiduras y han interpretado el gesto municipal como una provocación a los catalanes de bien. No han acusado a Colau de franquista porque resultaría inverosímil: a Ada y sus muchachos se les puede acusar de muchas cosas, pero yo diría que de franquistas, no. De hecho, los guardianes de las esencias reproducen el famoso comentario de Franco cuando le vinieron con que Berlanga era comunista: “No, Berlanga no es comunista. Berlanga es un mal español”. De la misma manera, Ada no sería franquista, pero sí una mala catalana.

No tener ejército no conduce obligatoriamente a la charlotada

Estoy con ella en lo de la Coronela: una fiesta nacional --aunque sea de una nación sin Estado-- no es un baile de disfraces; si hoy aplaudimos a la Coronela, cualquier día nos aparecerá un grupo de fans de Star Trek llevando flores procedentes del planeta Klingon a la tumba de Casanova. No tener ejército no conduce obligatoriamente a la charlotada.

Y en cuanto a la expo, wait and see, que dicen los anglosajones. Esperemos a que se inaugure y juzguémosla entonces según sus méritos, pero no lo reduzcamos todo a la estatua de un dictador muerto (obra de un escultor catalán, por cierto, aunque es posible que la realizara bajo la atenta mirada de un pelotón de fusilamiento, pues ya se sabe que aquí nunca hubo franquistas). Ni Hillary Clinton ni Ada Colau son el diablo, pero algunos de sus detractores parecen tontos de capirote.