El músico Pau Riba en una actuación

El músico Pau Riba en una actuación RTVE

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Las dioptrías de Pau Riba

Jaime Gonzalo acaba de publicar el que yo diría que será el libro definitivo sobre Pau Riba, Psicóptico/Psicòptic que se centra en la obra magna de nuestro peculiar cantautor, el creador de algo tan sublime como 'Dioptria'

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Mi viejo compadre del underground barcelonés, Jaime Gonzalo (Bilbao, 1957), acaba de publicar el que yo diría que será el libro definitivo sobre Pau Riba, Psicóptico/Psicòptic (editorial Liburuak, en castellano y catalán), que se centra en la obra magna de nuestro peculiar cantautor, Dioptría, un doble álbum que se publicó por entregas, en 1969 y 1970, porque la discográfica andaba algo tiesa de fondos y no estaba para despilfarros.

O eso me contó en su momento mi amigo de los escolapios Toni Olivé, quien me descubrió a Riba, a Jaume Sisa y a algunas glorias locales más (mientras me prestaba los discos de los Beatles y de la Incredible String Band que yo no podía adquirir por insuficiencia pecuniaria).

Recuerdo que el primer disco venía en una funda asaz lujosa para la época, en la que se había reservado un sitio para el segundo, que apareció en una carpeta sencilla ilustrada por una foto en blanco y negro del señor Riba. Creo que Dioptría es el único disco del mundo que se ha publicado en fascículos. Lo cual, tratándose de Pau Riba, tampoco es tan de extrañar.

Hace mucho que no me cruzo con Jaime y no me constaba su pasión por el nieto del poeta Carles Riba. Cuando coincidimos en Star y Disco Exprés, el hombre idolatraba a Iggy Pop. Nuestro común amigo Ignacio Julià, a Lou Reed. Y yo (vaya tres patas pa un banco), a Bryan Ferry.

Portada del disco de Pau Riba

Portada del disco de Pau Riba

Mientras yo me dedicaba a otros asuntos, sin olvidar la música, Jaime e Ignacio construyeron sus carreras periodísticas en torno al rock & roll. En 1985 fundaron la revista Ruta 66 (que el primero abandonó en 2016). Ambos publicaron unos cuantos libros y el primero de Jaime sobre el rock español fue el dedicado a La Banda Trapera del Río. Ahora llega el de Pau Riba, que me ha parecido espléndido. Y aunque se centra en Dioptría, no descuida la carrera en general de su autor, mostrándose más positivo que yo en su apreciación completa de la misma.

Bendita rareza

Comparto con Jaime la admiración por Dioptría y la hago extensiva a Jo, la donya i el gripau, el disco de folk rupestre que Riba grabó en Formentera en 1971. Son tres obras muy distintas (folk en la primera, electrificación a lo Dylan en la segunda y folk psicodélico en la tercera), pero absolutamente insólitas en el panorama catalán y español de la época.

No es de extrañar que Els setze jutges no quisieran aceptar a Pau en su selecta y afrancesada cofradía, ya que el músico estaba más cerca de Bob Dylan, Robin Williamson y Mike Heron que de Georges Brassens o Jacques Brel. Gracias a ese rechazo, nuestro hombre pudo fundar el Grup de Folk y alejarse de la Nova Cançó (o de “los de la cancó”, como los llamaba sarcásticamente Serrat).

La bendita rareza del Pau del cambio de década solo tuvo parangón con el disco de Sisa Orgía o con la única entrega de Música Dispersa, el pop up group del Cachas, Albert Batiste, Selene y el propio Sisa. Lo cierto es que ni en el conjunto de Europa se dieron muchas majaradas tan fascinantes como estas.

Pero a la hora de construirse una carrera, yo diría que Sisa tuvo las cosas más claras. Y que, después de sus tres primeros elepés, Riba empezó a perderse de vista, como el narrador del poema de J.V. Foix Es quan dormo que hi veig clar. La emoción experimentada con Dioptría y Jo, la donya i el gripau no volví a experimentarla más que en pequeñas dosis a lo largo del montón de álbumes que el cantautor publicó casi hasta su fallecimiento por cáncer de páncreas (Palma de Mallorca, 1948 – Tiana, Barcelona, 2022; en sus últimos tiempos, consideraba la posibilidad de recurrir a un chamán).

Profundizar en su psique

Para mí, después de sus juveniles años dorados, Pau no volvió a publicar un disco en el que todas las canciones fuesen buenas (aunque hubo joyas absolutas como Es fa llarg esperar).

¿Qué le pasó? Según muchos de sus seguidores, nada de particular, más allá de una lógica evolución. Para mí, Pau se convirtió en nuestro Rimbaud, en el sentido de que compuso lo mejor de su repertorio antes de los 25 años. Cuando le conocí en Zeleste a finales de los 70 -mi padre le había firmado el documento que lo declaraba inútil para el servicio de las armas, aunque se habían semi borrado un par de letras y se leía “inútil para el vicio de las armas”, cosa que a él le hacía mucha gracia-, me pareció un tipo encantador que, además, hablaba un castellano impecable (gracias a las tatas andaluzas de su infancia, según me dijo).

El músico Jaume Sisa

El músico Jaume Sisa WIKIPEDIA

En posteriores encuentros en Barcelona y Cadaqués, intenté profundizar un poco en su psique, pero no tuve mucho éxito: aquel muchacho adorable siempre fue un enigma para mí. Y, evidentemente, nunca conseguí averiguar qué le había pasado después de Jo, la donya i el gripau.

Gracias al libro de Jaime, he logrado acceder mínimamente a ese personaje que siempre se me resistió, y no fui el único. Hasta Sisa, que lo quería como a un hermano, tenía a veces serias dificultades para entenderle.

Orson Welles le dijo a Peter Bogdanovich que bastaba con una buena película para que te recordasen. Juraría que lo mismo ocurre con los discos. Y Pau dejó tres joyas que no envejecen y que, al mismo tiempo, son como cápsulas temporales de una época y un lugar. Una cantidad más que suficiente para que algunos lo recordemos hasta el último aliento.