Puesta en abismo de una canción
'Those Were the Days', la canción interpretada por Mary Hopkins, guarda un secreto sobre la historia europea y el filósofo Cioran como explica Gónzalez Fàbregas
17 septiembre, 2022 20:00Abandonar Coasta Boacii, de Oriol González Fàbregas, subtitulado Cioran. Una época en fragmentos y publicado por ediciones del Subsuelo, es un libro muy logrado, útil como introducción a la filosofía o a la estética del autor para los que no sepan nada o sepan muy poco de él, y también es interesante y revelador para quienes ya sepan mucho del ensayista rumano. Expone su paso por este mundo y su manera de desenvolverse en él a partir de tres fuentes: los datos objetivos del contexto de su vida, los datos y opiniones que él mismo explica en sus libros, especialmente en sus Cuadernos (Tusquets editores), y algunas citas de otros autores contemporáneos.
Incluso yo me he enterado de cosas nuevas, o he prestado atención a cosas de Cioran que había percibido pero en las que no había puesto atención. Oriol González Fàbregas ha sido una lupa poderosa, no: un zahorí, le estoy agradecido.
Referiré una historia vertiginosa entre tantas de las que rescata y que gracias a él el lector convierte en una turbadora mise en abyme; pero antes, para aclarar el sentido del título, diré que Coasta Boacii es el nombre de una pradera en las afueras de Rasinari, el pueblo de la feliz infancia de Cioran, que en algún sitio escribió “¿De qué me ha valido abandonar Coasta Boacii?” De Rasinari la familia se mudó a Hermandstadt (Sibiu), y luego Cioran pasó a Bucarest, y de Bucarest a Berlín y a París, donde ya residió hasta morir. Pues bien, echando la vista atrás desde su buhardilla en la rue de l’Odeon llegaba a la conclusión de que lo mejor de su vida sucedió y se quedó en aquella pradera, cerca de una aldea carpática ignorada.
El 29 de diciembre de 1968 nieva en París, él tiene 57 años y escribe en sus Cuadernos: “Nieve… es decir, mi infancia, es decir, felicidad”. Pocos días después, el 1 de enero de 1969, anota: “He paseado entre Étréchy y La Ferté-Alais. Nieve y niebla, una niebla tan suave que los árboles parecían humo inmovilizado. Rara vez he visto un paisaje tan poético. Todo era irreal… y además, a causa del hielo, las carreteras estaban desiertas. He entrado en un bar de Villeneuve-sur-Auvers, donde he oído una cancioncilla americana (¿inglesa?), Those Were the Days, que, por su tono elegíaco, me ha conmovido más de la cuenta”.
¿A quién no le conmovía “más de la cuenta” Those Were the Days, interpretada por Mary Hopkins, con producción de Paul McCartney, que entonces, finales de los 60, se oía por todas partes y que varios cantantes españoles interpretaron en nuestra lengua bajo el título Qué tiempo tan feliz? A la vez alegre y melancólica, en la canción habla una mujer adulta que por casualidad vuelve a la taberna donde, cuando era joven, tan bien se lo pasaba con sus amigos, tomando una copa o dos y compartiendo risas y proyectos; y cuando se ve reflejada en la ventana tal como es ahora, all passion spent, “mi rostro no logré reconocer…”
Canción rusa
Es un tema eterno de la poesía, la letra original en inglés está muy lograda, es muy certera, y la versión española tampoco está mal: “Viene a mis recuerdos la taberna / y los compañeros del ayer /donde fuimos juntos tan felices / hablando del futuro por hacer…” Ambas versiones exponen una verdad sencilla y una emoción, una nostalgia universal, o casi. Ahora bien, si recrearse en esa clase de emociones es enfermizo o perfectamente legítimo y un camino de lucidez, eso ya es harina de otro costal, en eso no entramos. El caso es que la canción a Cioran le gustaba “demasiado”.
He escrito “original en inglés”, y no es verdad. En el “fragmento” siguiente de su libro, González Fàbregas nos cuenta la historia de Those Were the Days, y es tan interesante que, tras recabar su permiso, resumo a continuación con citas textuales entre comillas:
“La canción original se llama ‘Dorogoi dlinnoyou’ y fue compuesta en 1924 por Boris Fomin y Konstantin Podrevskii”. Tras la guerra civil, en la que combatió como voluntario en el ejército Rojo, Fomin cosechó un gran éxito componiendo canciones folclóricas de influencia cíngara, conocidas como “romance ruso” o “canciones gitanas rusas”, en colaboración con el poeta Podrevskii. “Su éxito terminó abruptamente cuando, en junio de 1929, se decretó que este tipo de canciones era un género contrarrevolucionario. De hecho ‘Dorogoi dlinnoyou’ ya se había prohibido en 1927”.
Había comenzado en la Unión Soviética el reinado terrorífico de Stalin. “El mismo año en que se prohibió el género empezó la persecución”. A Podrevskii le fueron incautados todos sus bienes y la desgracia y la miseria le provocaron un ataque nervioso del que murió en 1930. En cuanto a Formin, fue encarcelado en una prisión de Moscú, donde perdió la salud “pero, dado que sus acusadores fueron asimismo considerados traidores a la patria, fue excarcelado un año después. (…) Durante la guerra compuso más de 150 canciones de aire militar y tocó para entretener a los soldados, y murió en 1948, como consecuencia de una tuberculosis de la que nunca se trató, dada la escasez de penicilina en la URSS de la época”.
En fin, la típica y tristísima historia soviética. Años después interviene Gene Raskin, “un americano nacido en 1909 que había crecido en el Bronx escuchando aquella melodía de la mano de emigrantes eslavos. A principios de los sesenta Raskin le puso a la melodía una letra en inglés y registró ilegalmente tanto la letra como la música, con lo que obtuvo grandes beneficios cuando Paul McCartney le compró los derechos. La versión de Mary Hopkins se convirtió en un éxito internacional y se acabaron grabando versiones en cerca de veinte idiomas, por lo que Raskin amasó una fortuna inmensa. Llegó a ganar un pleito por el que se reconocía que la autoría de la música de la canción era de su propiedad y no se trataba de una canción folclórica rusa y, por tanto, de dominio público”.
No hace falta subrayar la paradoja, las diferencias, las contradicciones entre, por un lado, el trato que recibieron bajo el comunismo estalinista los verdaderos compositores (que de todas maneras se inspiraron fuertemente en la música gitana) y, por otro lado, el plagiario y usurpador Raskin en la Meca del capitalismo y las fortunas que amasaron él, McCartney y Hopkins.
Todavía añadiré un estrato a esta “puesta en abismo” de Those Were the Days: en Nochebuena de 1975 esta canción sonó repetidamente por los altavoces del estadio de fútbol de Malabo para entretener al público durante la ejecución de 150 condenados por el dictador Macías.
Just tonight I stood before the tavern
Nothing seemed the way it used to be
In the glass I saw a strange reflection
Was that lonely woman really me?
La historia del fusilamiento en Malabo está acreditada. En cambio, según he podido averiguar mediante consultas a Human Righs Quarterly, es falsa la especie que corre por internet según la cual, además, los miembros del pelotón iban disfrazados de Papá Noel.
Para acabar la historia otra vez con Cioran y el invierno de París: el 20 de enero de 1969 éste vuelve sobre el tema en sus Cuadernos. Esta vez la alegre y a la vez melancólica canción no le sorprende, sino que es él el que va a buscarla:
“Hoy he meditado sobre la [Bhagavad-] Gītā y esta noche he buscado un bar que tuviese aparato de música para escuchar la cancioncilla de moda y que me gusta bastante, tengo que decirlo: Those Were the Days, de Mary Hopkins”.