El cantante Chris Isaak / EFE

El cantante Chris Isaak / EFE

Músicas

Chris Isaak

El cantante californiano nunca triunfó del todo pero a algunos nos alegró la década de los 90

22 agosto, 2022 11:45

En 1984 apareció un disco titulado Silvertone que nos dejó a unos cuantos (incluyo al amigo Loquillo) felizmente perplejos, pues sonaba tremendamente a viejo (o a clásico, si lo prefieren) y parecía obedecer a eso que los anglosajones describen como back to basics (o vuelta a los inicios). Estaba compuesto, interpretado y cantado por un tipo del que nunca habíamos oído hablar, un tal Chris Isaak (Stockton, California, 1956), que parecía haber estudiado a fondo los inicios del rock y daba la impresión de que se había quedado a vivir en esa época.

Hasta su aspecto era deliciosamente anticuado, con ese perfil de galán de Hollywood de los años de James Dean (aparentemente inalterado por las siete veces que le rompieron la nariz cuando se dedicaba al boxeo), ese tupé impecable, esos trajes a medio camino entre el rockabilly rebel y el lounge lizard y esa voz que, según la ocasión, remitía a pioneros como Elvis, Buddy Holly, Ricky Nelson y, sobre todo, Roy Orbison.

Pero Silvertone era algo más que un ejercicio de nostalgia. Aunque se hubiera trasladado mentalmente a finales de los años 50, el señor Isaak no se había mantenido aislado de todo lo fabricado desde entonces. A partir de viejos materiales, había logrado ofrecer una mirada nueva sobre el rock & roll. Sus temas rápidos propiciaban el baile. Los lentos te podían hacer soltar una lagrimita, gracias en parte a esa voz cargada de matices que, en algunos instantes, también podía recordar la de Bryan Ferry.

Chico duro y sentimental al mismo tiempo, Chris Isaak apareció en el panorama discográfico como una interesante rareza que evolucionaría progresivamente y hasta le valdría a su autor algún que otro hit, como la estremecedora balada de desamor Wicked game, que el fotógrafo Herb Ritts inmortalizaría en un videoclip coprotagonizado por la modelo Helena Christensen y David Lynch incluiría en la banda sonora de Corazón salvaje (posteriormente, le ofrecería a Isaak un papel secundario de agente del FBI en su largometraje Twin Peaks: Fire walk with me, en el que también aparecía David Bowie, por cierto).

Wicked game constituiría el punto álgido en la carrera musical de Chris Isaak, incluida en el disco Heart shaped world (1989). Puede que nuestro hombre siempre tuviera algo de poseur, de impostor salvado por la estética y el buen oído, pero eso es común en la música pop y sería interminable la lista de gente que se fabricó un personaje para tirar adelante. En realidad, Chris no dejaba de ser un chico de clase obrera (su padre conducía grúas y su madre trabajaba en una fábrica de patatas fritas) construido a sí mismo con la ayuda de los clásicos y un gran sentido del melodrama amoroso (intuyo que la muerte por cáncer de su novia del instituto, Carole Love, fue un elemento fundamental de su visión seudo trágica de la vida y de la música).

Yo diría que uno de sus mejores álbumes es San Francisco days (1993), donde pasa conceptualmente de los años 50 a los 60 y se acerca un poco al folk rock de los Byrds y demás luminarias de la época. En paralelo a la música, prueba con la interpretación cinematográfica y obtiene papelitos en películas como El silencio de los corderos o Casada con todos, de Jonathan Demme. Entre 2001 y 2004 cuenta con su propio programa de televisión, The Chris Isaak Show, y previamente, en 1999, consigue que Stanley Kubrick incluya su canción Baby did a bad, bad thing en su última película, Eyes wide shut.

El siglo XXI no le sienta especialmente bien a nuestro hombre, cuyos discos cada vez son más repetitivos y tienen menos interés. Su intento de revivir temas clásicos de Sun Records, Beyond the sun (2011), se salda de manera escasamente imaginativa, tan poco estimulante que uno se pregunta para qué se ha tomado la molestia de versionar con tan poco ímpetu unas canciones estupendas que todos nos sabíamos de memoria.

Su último disco, First comes the night, data de 2015 y reconozco que no lo he escuchado porque prefiero volver cíclicamente a Silvertone, Heart shaped world, San Francisco Days y a todas esas canciones gloriosas que, a finales del siglo XX, hicieron de Chris Isaak el vanguardista anticuado, nostálgico y, en el fondo, más raro que un perro verde que logró ser durante un tiempo. Triunfar, triunfar, lo que se dice triunfar, nunca triunfó, pero a algunos nos alegró la década de los 90 y nos enterneció con sus sentidas baladas, que iban directas al corazón. Por lo que a mí, respecta, misión cumplida, Chris.