Sandy Denny
Aunque fuera de su Inglaterra natal esté casi olvidada, nos queda su voz soñadora, ingrávida y a veces escalofriante que tan extraño consuelo nos procura a algunos
3 abril, 2022 23:10Siempre me ha parecido que Sandy Denny (Wimbledon, 1947-1978) era el alter ego femenino de Nick Drake. Detectaba en ambos la misma melancolía, la misma capacidad para ponerte los pelos como escarpias con sus interpretaciones, que a menudo resultaban de una tristeza desoladora, y puede que los mismos demonios interiores que los llevarían a morir muy jóvenes, cuando aún se estaban desarrollando como cantantes y compositores. Lo del pobre Nick nunca se ha sabido si fue un suicidio o una ingesta involuntaria de excesivas pastillas contra la depresión. Lo de Sandy fue, aparentemente, un accidente: durante unas vacaciones en Cornualles con sus padres, se cayó por una escalera (probablemente, bajo los efectos del alcohol), le recetaron para los dolores subsiguientes un medicamento que no podía mezclarse con licores (Sandy no hizo ni caso de la prescripción y hasta le añadió un poco de cocaína a su dieta) y acabó muriendo unos meses después a causa de una hemorragia cerebral derivada de la caída y de su escasa atención a las recomendaciones de los médicos. Antes de eso, se había casado con el músico australiano Trevor Lucas y dado a luz a una niña, Georgia, de la que se desentendió nada más nacer, obligando al padre de la criatura a abandonarla llevándose a la niña: todo parece indicar que sus últimos tiempos fueron un caos en el que esa mujer sensible y atormentada que empezó ganándose la vida como enfermera no había sido muy eficaz a la hora de cuidar de sí misma.
Sandy Denny siempre fue una folkie que iba más allá del folk (llegó a colaborar con Led Zeppelin, aunque también es verdad que Robert Plant siempre ha sido un rockero con un gran cariño por el folk) y que apenas tuvo tiempo de grabar cuatro álbumes a su nombre. Previamente, cantó con los Strawbs, colaboró con Fairport Convention en tres discos de los 60 y uno de los 70 (el glorioso Rising for the moon, que contiene uno de sus temas más deliciosamente tristes, What is true) y participó en el único elepé de Fotheringay, grupo de cuya mala suerte responsabilizó al productor Joe Boyd, quien, según ella, no le veía la gracia y lo boicoteaba.
Compositora más que correcta y con un gran criterio a la hora de elegir las canciones que versionaba, Sandy Denny es, sobre todo, una voz con mucha alma que no era para todo el mundo. Hay mucha gente a la que aburría mortalmente o, directamente, deprimía, pero supo hacerse con una base de fans tal vez no muy amplia, pero sí de una fidelidad perruna (algo que no logró Nick Drake mientras estuvo entre nosotros). A mí siempre me ha hecho mucha compañía y su melancolía nunca me ha resultado dañina, pero uno es como es y reconozco que lo que a mí me sirve como fondo sonoro para los grises días de invierno puede empujar a otros al suicidio. Supongo que para disfrutar de Sandy Denny hay que estar mínimamente familiarizado con aquel desespoir agreable del que hablaba Erik Satie.
Nunca fue una mujer de trato fácil. Bebía más de la cuenta y solía verse acechada por la depresión. Cuando pareció que sentaba la cabeza, se casaba y se convertía en madre, todo empeoró porque no sabía muy bien qué hacer con su nueva vida, como si traer un hijo al mundo la superara y no supiera como afrontarlo. En 1977 dio a luz y en 1978 ya estaba muerta, propiciando un enigma anímico similar al de su colega Nick Drake. Nos queda su voz soñadora, ingrávida y a veces escalofriante que tan extraño consuelo nos procura a algunos. Aunque fuera de su Inglaterra natal esté prácticamente olvidada a día de hoy.