El cantante Pete Doherty, líder de la banda Libertines / EFE

El cantante Pete Doherty, líder de la banda Libertines / EFE

Músicas

Pete Doherty

Pete Doherty vive ahora en el sur de Francia y ha engordado, con una vida más sana, que le permitirá grabar algunos discos más

26 abril, 2021 00:00

Me topo en la edición online de un tabloide inglés con unas fotos recientes de Pete Doherty (Hexham, Northumberland, 1979) en las que se le ve más saludable que de costumbre, aunque no estoy muy seguro de que el cambio le favorezca. El hombre está en el sur de Francia con su actual novia, deambulando por el campo, gordito, sonriente y ligeramente canoso: todo parece indicar que sustituir el whisky y la heroína por el vino tinto y el queso ha hecho maravillas por su salud, aunque haya perdido aquel aire a lo beau tenebreux que lo distinguía cuando se pasaba la vida saliendo en los papeles por sus cogorzas descomunales, sus detenciones por posesión de sustancias ilegales o sus relaciones con modelos famosas (Kate Moss, sin ir más lejos). El Pete Doherty que aparece en The Daily Mail sigue siendo muy alto (un metro y ochenta y ocho centímetros), pero ya no es el tirillas pre comatoso que fue durante un montón de años en los que sus excesos hicieron olvidar con frecuencia que era un estupendo autor de canciones y un cantante extremadamente sensible.

Empezamos a saber de él a principios del siglo XXI, cuando lanzó dos discos del grupo The Libertines, que había formado junto a su amigo Carl Barat y cuyo espíritu estaba mucho más cercano al de las bandas punteras del swinging London de los sesenta que algunas anteriores como Oasis o Blur, que siempre dieron más pena que otra cosa (sobre todo, Oasis). Previamente, el muchacho había vivido en las diferentes bases militares en las que estaba destinado su señor padre y, tras su traslado a Londres --primero, a un piso de su abuela; luego, a un apartamento compartido con Barat--, se ganó la vida como sepulturero en el cementerio de Willesden y fue a la universidad a estudiar literatura, aunque solo aguantó un curso.

Su amor a las drogas y al morapio es primerizo y contumaz, consiguiendo que lo echaran de los Libertines tras grabar el segundo disco del grupo, momento en que formó The Babyshambles, banda que, si no recuerdo mal, también acabó como el rosario de la aurora. Yo empecé a prestarle genuina atención en 2009, cuando grabó su primer disco en solitario, Grace/Wastelands, una colección de canciones preciosas, con el punto justo de lirismo y melancolía, que desvelaban a un sujeto que se apartaba de su imagen habitual de borracho recalcitrante, drogadicto impresentable  e intérprete poco fiable y especializado en boicotear sus propios conciertos por estar cocido, de jaco hasta las orejas, medio dormido o mostrando ciertas dificultades para recordar las letras de sus canciones o dar en su guitarra con el acorde adecuado.

De tirillas atormentado a gordito feliz

Tuve que esperar diez años para disfrutar de un nuevo disco suyo al frente de un grupo que daba título al álbum, Pete Doherty and the Puta Madres (el batería era español y suya debió ser la idea del nombrecito). Menos melancólico y más pop que Grace/Wastelands, el nuevo disco del señor Doherty nos lo presentaba como un cantautor eléctrico-acústico bien acompañado por su grupo y que sonaba anticuado en el mejor sentido del término, aunque los temas eran realmente tan intemporales como los de Ray Davies o el malogrado Syd Barrett: Pete Doherty se había convertido en un clásico contemporáneo y en uno de los tipos más interesantes de la reciente escena pop británica, no especialmente sobrada de genios.

No sé cuánto tiempo tendré que esperar hasta que el hombre se decida a grabar un nuevo disco. De momento, parece tomarse las cosas con calma. Es innegable que tenía mejor aspecto cuando era una piltrafa beoda y drogadicta, pero me alegro de que se haya pasado al queso y al beaujolais porque, a fin de cuentas, ya era demasiado viejo para morir joven. El tirillas atormentado ha mutado en rollizo feliz y a mí me parece estupendo, pues eso quiere decir que algún día grabará algo más y no me va a dejar para los restos escuchando en bucle Grace/Wastelands y algunas canciones sueltas de los Libertines. En las fotos del Daily Mail parece un tipo capaz de publicar un disco cada dos años y de llegar al final de sus conciertos sin tropezar con su propia guitarra, cosas que yo y algunos más le agradeceríamos enormemente.