El cantante Don McLean / YOUTUBE

El cantante Don McLean / YOUTUBE

Músicas

Don McLean

El éxito descomunal de su canción 'American pie' contribuyó a que el intérprete se convirtiera en 'one hit wonder' a pesar de que siguió su carrera con una interesante mezcla de pop, rock y folk

1 marzo, 2021 00:00

Intuyo que Don McLean nunca quiso ser eso que los anglos definen como one hit wonder (maravilla de un solo éxito), pero el éxito descomunal de su canción American pie (1971) contribuyó bastante a que lo fuera: pasado el impacto fenomenal de ese tema de casi nueve minutos de duración (ocupaba las dos caras del single), el público mayoritario se desentendió de él, como si fuese incapaz de componer canciones tan buenas o mejores que American pie, y solo le seguimos un grupo de fieles repartidos por el mundo (la mayoría de ellos, en su Norteamérica natal y en Gran Bretaña). Si le hablas a alguien de Don McLean, lo más probable es que no sepa quién es o que te diga, “Ah, sí, el de American pie”. Su talento como compositor a medio camino entre el folk y el rock primerizo no ha sido valorado por casi nadie, hasta el punto de que, por lo menos en mi juventud, declararte fan de McLean te hacía quedar como un excéntrico o un pardillo.

Don McLean (New Rochelle, Nueva York, 1945) solo había publicado un álbum antes de American pie (la canción y el disco homónimo). Su título coincidía con el más célebre de Carole King, Tapestry, y contenía un montón de buenas canciones que en España solo se editaron a rebufo del éxito de American pie, una canción tan buena que hasta resistió la espantosa versión que grabó Madonna en el 2000. American pie era como una novela o una película --¿American grafitti, de George Lucas?--, explicaba la historia de una generación y un país y rendía homenaje a uno de los padres del rock & roll, Buddy Holly, fallecido en un accidente de aviación a tempranísima edad y en compañía de otros dos pioneros del género, Ritchie Valens y el Big Bopper. Yo no sabía quién era Buddy Holly hasta que me lo descubrió Don McLean, pero no tardó mucho en convertirse en uno de mis iconos musicales de referencia: la adolescencia es época de descubrimientos en la que una cosa lleva a otra si tienes un poco de curiosidad y no eres un zote total.

Convertido ipso facto en un one hit wonder, los siguientes discos del señor McLean se toparon con el desinterés generalizado de la audiencia, que, al parecer, ya había tenido bastante de él con su canción estrella. En 1973, nuestro hombre publicó un disco de versiones (Playin' favorites) que me sirvió para escuchar un tema de Buddy Holly (Everyday) y descubrir a otros autores en cuya producción también acabaría metiendo las narices (como guía musical, el amigo Don no tenía precio). En 1974, su disco más ambicioso hasta la fecha, Homeless brother, se estrelló con la incomprensión del público, que no sabía si estaba ante un disco de folk, de country o de pop, tal vez porque era todas esas cosas que a mucha gente le parecía que no debían mezclarse tan alegremente. A partir de ahí, en España se convirtió en un paria cuyos discos se editaban -hasta que dejaron de hacerlo--, pero casi nadie compraba, aunque estuviesen trufados de buenas canciones (lo único que llegó a sonar algo en la radio fue su versión de Crying, de Roy Orbison, otro personaje fundamental al que también descubrí gracias al señor McLean, aunque fue David Lynch quien me encaminó definitivamente en su dirección al incluir In dreams en su fascinante extravagancia Blue velvet).

Don McLean ya solo aparece en la prensa por motivos extramusicales: el divorcio de su mujer de toda la vida, su romance con una ex modelo de la revista Playboy a la que le llevaba casi cincuenta años... Para casi todo el mundo --entre los que lo recuerdan-- solo es el tío de American pie, y no parece que se le vaya a hacer justicia en un futuro próximo. Puede que las cosas le hubiesen ido mejor si hubiese elegido algo concreto entre el pop, el rock, el folk y el country y no se hubiera movido de ahí, pero el hombre creía --y yo con él-- que la mezcla de géneros podía arrojar grandes resultados. Aunque tales resultados solo tuvieran delante millones de oídos sordos.