Portada de 'Selected poems', de Auden

Portada de 'Selected poems', de Auden

Letras

Gumiliov, Larkin, Auden: aquí y en otra parte

Son fascinantes, en poesía, esas irrupciones de otra realidad que relativiza o desmiente lo que se está contando, lo que se acaba de describir

Enrique Lynch, Álvaro Cortina, Chateaubriand y Nietzsche

Publicada

Sigo leyendo, abriendo los dos libros al azar, y generalmente por la noche, o bien antes de ponerme a escribir, los textos de Nubarrones  de Enrique Lynch, recién reeditados por Ladera Norte. Me invitan siempre a pensar, a divagar. Anoche leí su comentario sobre Aubade (Amanecer), el poema de Larkin sobre la conciencia del asedio de la muerte. I work all day, and get half-drunk at nigh…  “Trabajo todo el día, y por la noche me embriago un poco…”, etcétera.

Lo que dice el poema no es nada extraño, son pensamientos, sensaciones y angustias que en momentos de soledad y silencio todos tenemos a veces --en fin, casi todos--, acerca del daño hecho involuntariamente a otros, lo que pudo ser y no fue, la fugacidad de la vida, la proximidad del final, etcétera, pero en los versos de Larkin todo está tan melodiosa y secamente explicado…

Al releer el poema que ya conocía bien pero había olvidado, y el comentario de Lynch, me han llamado la atención los versos finales, cuando acaba la ensoñación, o la meditación, y se anuncia el nuevo día: “Mientras tanto los teléfonos se agazapan, disponiéndose a sonar/ en oficinas cerradas, y el mundo indiferente,/ revuelto, alquilado, comienza a levantarse./ El cielo es blanco como la arcilla, sin el sol./ Hay que trabajar./ Carteros y médicos van de casa en casa.” (Meanwhile telephones crouch, getting ready to ring/ In locked-up offices, and all the uncaring/ Intricate rented world begins to rouse./ The sky is white as clay, with no sun./ Work has to be done./ Postmen like doctors go from house to house.)

Teléfonos impacientes

Claro, hay una relación de continuidad temporal entre la primera parte del poema y la segunda, pero ésta –los teléfonos ansiosos por empezar a sonar, el médico y el cartero que van de casa en casa-- es también una realidad independiente.

Son fascinantes, en poesía, esas irrupciones de otra realidad que relativiza o desmiente lo que se está contando, lo que se acaba de describir. Una cosa y la otra están en plano de simultaneidad, de igual importancia. Es lo de Juan Ramón Jiménez, “y seguirán los pájaros cantando”, es que se acaba de morir un amigo muy querido, pero además tienes que ocuparte de una inspección de Hacienda…

El escritor, filósofo y editor Enrique Lynch

El escritor, filósofo y editor Enrique Lynch RTVE

Son los teléfonos impacientes por sonar, en oficinas aún cerradas. Leyendo el comentario de Lynch he recordado el justamente famoso poema La Jirafa de Gumiliov. En su piso de San Petersburgo, el poeta ruso habla a su mujer, la ve deprimida, con los brazos más delgados que nunca, que no le escucha, no atiende a consuelos, y entonces, como último recurso, le dice: “No llores, escucha: muy lejos, a orillas del Chad/ pasa una jirafa, de gracia exquisita”.

Nadie podrá quejarse

Me propongo, cualquiera de estas noches, cuando la conciencia me incordie, acordarme de esos pájaros que seguirán cantando, de los teléfonos impacientes por sonar en oficinas aún cerradas y, sobre todo, de la elegante jirafa a orillas del Chad…

Al cerrar el libro de Lynch me he acordado también de un poema de Auden, titulado La caída de Roma. Desgrana con sarcasmo divertido una serie de imágenes de decadencia, tempestades, plagas y miseria, gente que detesta su trabajo, y en la última estrofa, de repente, irrumpe la simultaneidad: Altogheter elsewhere, vast/ Herds of reender move across/ Miles and miles of golden moss,/ silently and very fast.” O sea: Lejos, en otro lugar, vastas/ manadas de renos se desplazan a través/ de millas y millas de dorado musgo,/ silenciosamente y muy deprisa.”

Entiendo el propósito de Auden con su manada de renos remotos, es la vida que sigue en otra parte, indiferente. También recuerdo a un crítico británico que no quedó muy convencido: “Me molestan un poco esos renos, qué rayos pintan ahí.” Ese crítico me hizo pensar que el poema es una tontería, un fiasco. Sí, es verdad, esos renos ¿no son un poco ridículos? Por no hablar del dorado musgo.

Fin de este artículo: nadie podrá quejarse, he traído a estos párrafos a Gumiliov, a Auden y a Larkin. Si algún lector de Letra Global quiere comentarme su opinión sobre este asunto que hace tiempo que me interesa, o conoce algún otro poema que recurra a estos recursos de distancia y simultaneidad, su opinión será bienvenida en IgnacioVidalFolch@gmail.com.