El poeta Gérard de Nerval / WIKIPEDIA

El poeta Gérard de Nerval / WIKIPEDIA

Poesía

Cartas de amor a Jenny Colon

Un libro recupera las cartas de Nerval hacia la actriz idolatrada, que incluye un cuento de Banville directamente inspirado en la relación entre los dos

4 octubre, 2020 00:00

Si uno recuerda solo una afirmación impactante de la poesía francesa rara, moderna y maldita de finales del siglo XIX, es probable que sea el verso Jamais un coup de dés n’abolira l’hasard de Mallarmé (1842-1898), o bien Oissive jeunesse, à tout asservie par délicatesse j’ai perdu ma vie de Rimbaud (1854-1891), o bien Les sanglots longs des violons ronds blessent mon coeur d’une langueur monotone de Verlaine (1844-1896), o bien Parfois pour s’amuser les hommes d’equipage, etc. de Baudelaire (1821-1867). O finalmente el verso de Gérard de Nerval (1808-1855), Je suis le ténébreux, le veuf, l’inconsolable… (Soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable). Son frases que se pegan como el estribillo de una canción. En el caso de Nerval, un hombre efectivamente tenebroso, inconsolable, fulminado por los demonios de la mente poética, es curioso que el título fuese escrito en español, El desdichado, y que provocase toda una justa poética entre muy distinguidos traductores pugnando para ver quién conseguía la versión más fidedigna y eufónica, en la que participaron Paz, Arreola, Ulalume González de León, Salvador Elizondo, Tomás Segovia, Silvina Ocampo y unos cuantos escritores más. Por qué se libró en América, especialmente en México, y no en España, esta liza, este juego de egos y de abnegaciones en favor de la poesía, es cosa que no sé.

De la misma manera que Manrique es inmortal porque escribió Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir, o Darío porque escribió Padre y maestro mágico, lirófono celeste, Nerval lo es por el primer verso de ese tremendo soneto, un poco enigmático pero descifrable gracias a la copiosa literatura que le ha sido consagrada. Hay mucha en la red, para quien le interese, por ejemplo, descifrar por qué se jacta de haber cruzado el Aqueronte no una sino dos veces. “Et j'ai deux fois vainqueur traversé l'Achéron. También dos veces Paz tradujo El desdichado, con la particularidad no tan infrecuente de que la primera versión era, es, mejor. Aunque también es indudable que la segunda tiene aciertos de los que carece la primera. Lo mejor ahora sería fundir las dos, puliéndolas con los aciertos de todos los demás, y proponer al lector una tercera y casi perfecta versión.

La reproducción del suicidio

De momento lo que quería destacar es que de Nerval, relativamente poco conocido entre los legos salvo precisamente por su soneto El desdichado, disponemos ahora de un pequeño, jugoso libro con las Cartas de amor a Jenny Colon que da para cien meditaciones literarias. El libro, de la pequeña y fina editorial Wunderkammer, incide en un tipo de publicaciones muy propio de nuestros días, que se concentran con intensidad en un objeto literario pequeño pero lo explora a fondo. Es un tipo de edición fetichista. Así por ejemplo esta correspondencia en una sola dirección (de Nerval hacia la actriz idolatrada) va enriquecida con un cuento de Banville directamente inspirado en la relación entre los dos, y además como postfacio un artículo de Cirlot, intenso y penetrante como todo lo que hacía, publicado en 1956 en Papeles de Son Armadans (la revista de Cela), sobre Nerval, analizando Aurelia, relato que define nada más y nada menos que como “una de las obras más importantes de toda la literatura universal”, y comentando, a propósito de Jenny, su idea del amor fanático, idea relacionada con el credo surrealista, escuela estética que reclamaba a  Nerval como precursor.

Además de llevar como ilustraciones preciosas un retrato de la misma Jenny Colon y dos de Nerval, la una de joven y la otra cuando ya los tormentos mentales y la miseria le habían desfigurado, y hasta un grabado de Gustave Doré que reproduce su suicidio en la ya desaparecida calle de la Vieille Lanterne, donde vivía y donde apareció colgado de una reja, el 26 de enero de 1855, una noche en París a 18 grados bajo cero. No sé qué más podría pedir un fetichista. Aquí ahora reproducimos el soneto de Nerval y las dos versiones de Paz.

El desdichado

Je suis le ténébreux, — le veuf, — l’inconsolé,
Le prince d’Aquitaine à la tour abolie :
Ma seule étoile est morte, — et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du tombeau, toi qui m’as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d’Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon cœur désolé,
Et la treille où le pampre à la rose s’allie.

Suis-je Amour ou Phébus?… Lusignan ou Biron ?
Mon front est rouge encor du baiser de la reine ;
J’ai rêvé dans la grotte où nage la syrène…

Et j’ai deux fois vainqueur traversé l’Achéron :
Modulant tour à tour sur la lyre d’Orphée
Les soupirs de la sainte et les cris de la fée
.

Yo soy el tenebroso —el viudo— el sin consuelo, / Príncipe de Aquitania de la torre abolida,/ Murió mi sola estrella —mi laúd constelado / Ostenta el negro Sol de la Melancolía. // Tú que me has consolado de la tumba y su noche / El Pausílipo dame, la mar de Italia vuélveme, / La flor que amaba tanto mi desolado espíritu, /La parra donde el pámpano a la rosa se alía. // ¿Soy el Amor o Febo?, ¿Lusignan o Birón? / Roja mi frente está del beso de la reina; /Soñé en la gruta donde nadaba la sirena, // Traspasé el Aqueronte, vencedor por dos veces, / Y la lira de Orfeo he pulsado alternando / Suspiros de la santa con los gritos del hada.

Yo soy el tenebroso —el viudo— el desolado, / Príncipe de Aquitania de la torre hoy baldía, / Murió mi sola estrella —mi laúd constelado / Ostenta el negro Sol de la Melancolía. // Tú que en la noche tumularia me has consolado / El Pausílipo vuélveme, la mar que lo ceñía, / la flor que amaba tanto mi espíritu enlutado, / la parra donde el pámpano a la rosa se alía. // ¿Lusignán o Birón? ¿Soy Apolo o soy Eros? / El beso de la Reina tomó aurora mi frente; /en tu gruta, sirena, manó el sueño veneros; // El Aquerón vencí dos veces, dos la nada. / Y en la lira de Orfeo pulsé alternadamente / El llanto de la santa, los clamores del hada.