Anne Carson, premio e infortunio
La ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras se quedará sin ver publicados en España dos de sus libros por el cierre de la editorial que iba a editarlos
10 julio, 2020 00:10Toronto ha dado buenas poetas, destacadamente Anne Michaels y Margaret Atwood, pero por más que la segunda sea conocida (por su proyección como novelista) la más celebrada en la actualidad es Anne Carson. Ella vive ahora en los Estados Unidos dedicada a la enseñanza universitaria, a traducir (o más bien versionar textos) y a cosechar galardones tan bien dotados como el Princesa de Asturias de las Letras. El recientemente desaparecido Harold Bloom la señaló como “tan original y auténtica en sus obras” que –según él– solo dos autores estaban a su altura, el estadounidense John Ashbery y el británico Geoffrey Hill, ambos de la generación (o generación y media) anterior a Carson y ya difuntos. Y añadía este piropo, tan valioso en un mundo en el que tantos escriben: “No se parece a nadie vivo”.
Cada uno de sus libros es diferente a los demás, a cada uno de ellos se aproxima de una forma distinta y obtiene, en consecuencia, diversos resultados. Todos tienen, sin embargo, en común el rigor y algo que es difícil de improvisar y requiere no solo las experiencias de toda una vida: la completa historia de la literatura occidental. Como Seamus Heaney se volvió hacia Tebas y a otros lugares y episodios de la Antigüedad griega para la recreación personal, Carson (de apellido que comparte con el gran poeta irlandés Ciaran Carson) saca el jugo a nuestros inicios griegos, no en vano es catedrática de Clásicas. Aurora Luque, helenista como Carson, ha traducido Si no el invierno: poemas de Safo (a quien la canadiense dedicó su tesis doctoral).
Es también autora de Tipos de agua. El camino de Santiago y de los ensayos Eros. Poética del deseo y Albertine. Rutina de ejercicios, donde indaga en Proust. En el mundo literario en lengua española pocos se han acercado a ella con la veneración de Jeannette L. Clariond, traductora y editora suya en Vaso Roto, que tomó el proyecto temerario de publicar un libro singular suyo, Nox, bellísima elegía al hermano muerto en singular estuche que se trata del facsímil de un ejemplar único en diálogo con el poema 101 de Catulo. También tradujo Decreación (“término que toma de Simone Weil para decir que el Ser sólo puede crearse a partir de una necesaria decreación, una disolución”, aclara la traductora).
Andrés Catalán y Jordi Doce acaban de traducir Flota. El segundo de ellos ya había puesto en español Autobiografía de rojo. Una novela en verso y Hombres en sus horas libres. Andreu Jaume, La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos (Premio T. S. Eliot de Poesía). Flota consta de un puñado de cuadernos que pueden ser leídos en cualquier orden, como uno de los poemas permutatorios de Juan Eduardo Cirlot o la novela-caja de B. S. Johnson Los desafortunados, de veintisiete secciones sueltas no encuadernadas que se pueden leer en el orden que se desee con excepción de la primera y la última, sin olvidar un experimento parecido de Max Aub: Juego de cartas, 108 naipes de baraja francesa y española que van trazando en el reparto inicial y en las robadas la figura del protagonista. Pero también Rayuela forma parte de esta tradición de libros mosaico en los que se puede alterar el orden de las teselas para componer lecturas complementarias.
La nueva editorial Cielo Eléctrico, donde ha salido Flota, anuncia como próxima otra novedad de Carson en su web: Unas pocas palabras, su primer libro de poemas, de 1992, también en traducción de Catalán, aunque este ha hecho público que, inopinadamente, la empresa propietaria ha prescindido de los editores y le ha anunciado su cierre aun sin recoger las mieles del premio concedido a la autora. Para más inri, en declaraciones para Letra Global, el traductor denuncia que ha vertido igualmente para ese sello otro de los primeros libros de Carson, Plainwater. Desde lo que queda de la desmantelada editorial le dicen ahora que no saldrán ahora esos títulos. Ninguno de estos dos últimos libros los ha cobrado quien es uno de nuestros mejores traductores actuales de poesía.
A Catalán se le adeudan 2.000 euros, mucho para él, esforzado traductor, y una minucia para la empresa editora, Todos lo Sabemos S. L., que en 2017 declaró un capital social de 159.265 euros, cifra a todas luces desorbitada para una pequeña editorial. De nuevo un traductor sufre la precariedad de un oficio sometido a tarifas bajas y retrasos en el pago, cuando no el dudoso cobro. Al final, quien solamente quería dedicarse a las letras precisa de un letrado, proporcionado por la Asociación Colegial de Escritores (en su rama de traductores, de la que es socio).
Esta indefensión del traductor trae a la mente casos parecido como el de la editorial Malpaso, que tanto adeuda a sus colaboradores desde hace dos o tres años. Paradójicamente, la indefensión alcanza a la propia Carson, pues, recién premiada, y con la demanda actual de su obra, va a tener bloqueados en un limbo dos de sus libros (además de la incógnita que pende sobre la distribución de Flota) hasta que se dirima la cuestión de su edición, circunstancia incierta. Si la empresa propietaria de Cielo Eléctrico no hubiese adquirido los derechos, otras podrían haber publicado esos títulos. Un capricho comercial o una trayectoria errática y breve pueden tener el mismo efecto que la más feroz de las censuras.