Forugh Farrojzad, la poeta desconocida
La obra poética de la escritora y cineasta iraní, representante de la literatura persa moderna, es recuperada en español por Gallo Nero Ediciones
17 mayo, 2019 00:00Dicen que Forugh Farrojzad (1935-1967) es como la gran estrella del rock del siglo XX en Irán. La escritora y cineasta se nos muestra como una de las grandes, enormes, poetas de su tiempo. Desconocida por estos lares, porque desconocido o mal conocido es todo lo que tiene que ver con Oriente, la intensidad, franqueza e intimidad con la que escribe será una sorpresa para los lectores. O mejor: con su lectura asistirán a uno de los grandes encuentros de la poesía moderna. Farrojzad representa el centro de la literatura persa moderna, algo nada banal, pues el país posee la tradición poética más rica del mundo. Bienvenida sea por lo tanto la edición de sus obras completas (por fin), Eterno anochecer, con traducción esmeradísima y conseguida de Nazanin Armanian en Gallo Nero Ediciones.
A Hamid Dabashi le gusta recordarlo: la modernidad artística iraní representa un transnacionalismo cosmopolita y Farrojzad pertenece a ella. Impulsada la modernidad literaria por autores como Sadeq Hedayat y, más tarde, Nīmā Yušīj, las influencias de viajes y culturas diferentes configuran la literatura moderna persa. Al igual que Farrojzad, quien viaja de una ciudad a otra y de un país a otro, lleva consigo los significados de universos diversos.
Una movilidad deslumbrante que caracteriza la vida y obra de esta mujer, basada en dos hechos principales. El rechazo a vivir prisionera de las normas familiares y sociales, y la experiencia del exilio o errancia de quien jamás encuentra su hogar. Sin embargo, en su poesía, está también la genealogía de figuras creativas de siglos de la historia iraní. Farrojzad es el poeta Hafez, Nizamí y Jayyam, entre otros.
Su poética se basa en la tradición del imaginario anterior, caracterizado por una gran excelencia visual. Así, reproduce temas y motivos anteriores, como: el vino, el flujo y fugacidad del tiempo, las lágrimas, el cabello, las velas, las pestañas, la ebriedad, etc. Su poesía, se va independizando poco a poco y desprotegiéndose de la rima y el ritmo, ajenos a la tradición persa. Sus impulsos poéticos no pueden contenerse en los límites de la tradición y, a partir de su segundo libro, Muro (1956), se abandona a una estructura más libre. Su escritura se libera tras años de aprendizaje y genera una voz que heredan los poetas posteriores, y que hoy comparten las últimas generaciones de mujeres poetas tantos occidentales como orientales. Un lenguaje fresco y coloquial, una intimidad violenta y eufórica y el retrato del precio que debe pagar la mujer por defender y alimentar la creatividad.
Su poética se basa en la tradición del imaginario anterior, caracterizado por una gran excelencia visual. Así, reproduce temas y motivos anteriores, como: el vino, el flujo y fugacidad del tiempo, las lágrimas, el cabello, las velas, las pestañas, la ebriedad, etc. Su poesía, se va independizando poco a poco y desprotegiéndose de la rima y el ritmo, ajenos a la tradición persa. Sus impulsos poéticos no pueden contenerse en los límites de la
Farrojzad es una las pioneras en luchar contra las instituciones sociales y literarias a través de la recreación en sus poemas de lo prohibido sexual, textual y culturalmente. La poeta altera las jerarquías fosilizadas desde hace siglos, sobre todo, la verticalidad entre el hombre y la mujer, en la que el primero se sitúa por encima de la segunda. Su vida no resulta fácil, porque no lo es nunca para una mujer que intenta tomar sus propias decisiones, y más en los años cincuenta y sesenta.
Debido a su vida y a la intimidad de sus poemas, será idealizada, demonizada, respetada y rechazada. A los 16 años se casa con un familiar lejano, a pesar de la objeción de su padre, militar intransigente, duro y gran lector. Durante su matrimonio, mantiene relaciones con un amigo de su marido, cuyo deseo sexual reproduce en los poemas y aparece abiertamente por vez primera vez en la poesía iraní.
Poemas como “Inmersión” (1956) tuvieron que resultar un escándalo absoluto: “En mis piernas los labios del agua/me besaron sedientos, febriles e impacientes./De repente entre sí se enredaron…/satisfechos, en extasis,/mi cuerpo y el pícaro espíritu del manantial amante”. Cinco años después de su boda, en 1956, pide el divorcio, cuando solo el 4% de las mujeres se divorciaban en Teherán. Comienzan sus viajes dentro y fuera de Irán. Al poco tiempo, conoce al director de cine Ebrahim Golestán, con quien mantendrá una relación hasta su muerte, y trabaja con él como guionista y ayudante de dirección. Con una cámara de mano súper-8, rueda el documental Un fuego, con el que Golestán gana la medalla de bronce en el festival de Venecia y, en 1962, realiza el documental La casa es negra (1962).
En él, la poeta narrará poéticamente la vida de los desheredados de una leprosería en Tabriz y lo fusionará con las técnicas cinematográficas más contemporáneas. La gran visualidad e imagineria de la poesía tradicional persa configuran su mirada y la vierte en el cine. Su honestidad y franqueza poéticas, desprovistas de las alusiones, metáforas y símbolos de la poesía tradicional, influyen en las artistas visuales posteriores. ¿Cómo habrían creado artistas de la talla de Shadi Gadirian, Shirin Neshat o Abbas Kiarostami sin la poesía de Farrojzad?
La poeta invierte los términos de lo femenino y lo masculino en su poesía. El hombre y la mujer y, sobre todo, el amor, fueron objeto de la poesía tradicional. El tratamiento del amor fue el neoplatónico, el de Plotino, recuperado en la poesía persa desde el siglo XII al XV, el mismo que recoge la poesía de amor cortés en Europa, el amor sin objeto, que enaltece y hace virtuoso. Farrojzad lo invierte, y ese buen amor se convierte en loco amor, es decir, el deseo y la piel que por primera vez aparecen en la poesía iraní.
El léxico de sus versos es también el del amor cortés, pero ahora, el amor tiene que conseguir su objeto. Los cánones de belleza y actitudes de hombres y mujeres dejan de ser abstractos, como lo habían sido en la poesía anterior, y toman forma gracias al deseo. Farrojazad no es solo (por fin) una mujer que canta a la mujer como sujeto poético y cuenta sus deseos más íntimos, sino que convierte también a los hombres en sujetos de sus deseos. La mujer retratada en su poesía no es convencional y los hombres tampoco, pues rompen las normas y se liberan de los estrictos códigos de masculinidad. Su poesía afirma el relato de lo no contado durante siglos.
Lo más importante para ella es escribir. Tal y como publica sus cinco libros de poemas, dedica más versos al hecho poético, una información interesantísima para conocer su proceso creativo: “Esta noche, en el altar de tu fama/la inspiración me agita./Mi vida se me va en esas hazañas./Ay, poesía… diosa,/ vampira, que me desangras”. Al igual que la fusión con el amado es lo más relevante , la poeta se funde en cuerpo y alma con la poesía: “La poesía es mi amada, la poesía es mi amante./Voy a fundirme en sus brazos”. Con el paso del tiempo desaparece el deseo y el enamoramiento, (“Tengamos fe en el comienzo de la estación del frío” es uno de sus últimos poemas) y solo queda la voz. Los poetas van y vienen pero los poemas permanecen. La poesía es el lugar de la rebelión y también de la revelación, como supieron desde hace siglos los poetas iraníes. Farrojzad pudo, por fin, enunciar libremente: “Soy grito y deseo y poesía”.