María Teresa León, desde el olvido
Más allá de su matrimonio con Alberti, la primera biografía de la escritora de la Generación del 27 apunta una existencia marcada por la desobediencia social, el compromiso político y la literatura
14 septiembre, 2017 02:16Lo de María Teresa León es algo más que un enigma. Diríamos que lo suyo pertenece al linaje de los heterodoxos. No sólo en su escritura sino exactamente en lo que da paso a los libros, que es la vida. Está su biografía tan fuera de lo común, tan sin freno posible, que al final sólo ella conocía la clave de esa función salvaje. Porque hubo mucho de primera vez a lo largo de su existencia. De irreconciliable con las reglas. De aritmética celeste. De cacería y desgarro, de belleza de abismo, como si ser algo antes nunca visto estuviese escrito en su destino.
La suya fue una vida replegada a las sombras, pero unas sombras llenas de bellas psicofonías y fantasmas ilustres: Picasso, Lorca, André Malraux, Brecht, Valle-Inclán, Louis Aragon, Gerda Taro, Unamuno, Neruda, Chagall... También fue la mujer de Rafael Alberti (“La cola del cometa”, decía ella de sí misma), pero tuvo otro más allá en sus años que ahora José Luis Ferris lo recoge en el libro Palabras contra el olvido. Vida y obra de María Teresa León (1910-1998), ganador del premio de biografías Antonio Domínguez Ortiz (Fundación José Manuel Lara).
Se sabe que todo arranca en Logroño en 1903. Allí nace ella incrustada en una familia de la alta burguesía, pero con algo de tumultuoso desde el parto. Aquella pequeña destaca pronto por una mirada de cierta desobediencia, como echada hacia delante en su rareza. “A la niña María Teresa León, deseándole que siga el camino de las letras”, le escribe en una dedicatoria Emilia Pardo Bazán. También le llenan la cabeza con las teorías de la Institución Libre de Enseñanza, gracias al influjo de sus tíos, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, la segunda estudiante de Filosofía y Letras en España.
Pero ella es hermosa y acumula esa condición volátil de los seres a los que la belleza ocasiona el encanto evocador de la impaciencia. Es el fervor inaugural. El sexo desatado. El ansia de transgredir como apostolado. Tiene 17 años y ya se ha casado con el hijo de un catedrático. Tiene 18 años y nace su primer hijo, Gonzalo. Tiene 22 y da a la luz el segundo, Enrique. Vive en Barcelona y Burgos, donde es una firma habitual de la prensa de la ciudad. Pero a los 25 pone en órbita su rebeldía. Escapa a Madrid. Deja al marido y a los hijos, cuya custodia pierde de inmediato.
A la sombra de Alberti
A una edad de bautismo para otros, María Teresa suma ya una biografía ruidosa entre lo incorrecto y la calentura que continuará al chocar con Alberti. Él tiene entonces 27 años y ella, uno menos. Lo recuerda el poeta en La arboleda perdida: “Surgió ante mí, rubia, hermosa, sólida y levantada, como la ola que un mar imprevista me arrojara de un golpe contra el pecho”. Tal es el latigazo, el voltaje de aquella presencia en el poeta, quien atraviesa por entonces una fuerte crisis de la que surge Sobre los ángeles, uno de sus libros más celebrados.
“La suya fue una historia marcada por el amor y el desamor, el combate y el destierro, el compromiso y la soledad, el ruido y el silencio, la guerra y la pasión por la vida”, ha señalado José Luis Ferris. Así, su relación con el poeta se instala en los aledaños del escándalo en aquel Madrid de jóvenes poetas y noches ruidosas. “Alberti iba a estrenar ahora su Santa Casilda. Pero he aquí, ¡prepárate!, que se ha fugado hace ocho días en compañía de una bella dama, mala literata ella, María Teresa León, a Mallorca...”, le expone Pedro Salinas a Jorge Guillén el 11 de enero de 1931.
Rafael Alberti y María Teresa León, poco después de conocerse en una imagen tomada hacia 1930
Para entonces, él es un poeta de fama --Premio Nacional, con Marinero en tierra--, y ella una autora a su sombra. Así será siempre. “María Teresa León publicó veinte libros, pero es una desconocida como escritora”, expone Ferris, quien destaca: "Lo autobiográfico es una nota dominante que impregna su larga producción, desde las colecciones de cuentos a sus novelas, obras dramáticas, biografías, ensayos, guiones cinematográficos y radiofónicos, relatos breves o artículos publicados en prensa y en revistas españolas y americanas”.
Compromiso político
En 1932 deciden casarse por lo civil y, a partir de ahí, se sucede una convivencia frenética, repleta de viajes, nuevas revistas, defensa de la cultura y compromiso político. La pareja se afilia al Partido Comunista. Visita en un par de ocasiones la URSS, donde llegan a ser recibidos por Stalin. “Nos pareció delgado y triste, abrumado por algo, por su destino tal vez”, recuerda María Teresa. La fascinación por el mundo soviético les impide reparar en la censura, los fusilamientos, las deportaciones ocultas tras el aparato propagandístico del totalitarismo ruso.
Ambos se implican en la defensa de la República desde el centro mismo de la Guerra Civil. “La imagen física de nuestra escritora se ajusta al de una miliciana con mono azul y simbólica pistola al cinto recorriendo las calles de Madrid, los teatros y los frentes recitando, declamando, arengando a los soldados y dado mítines”, señala Ferris. María Teresa León llega a ser secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas y, enredada también en la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico Nacional, salva de las bombas los tesoros artísticos de Toledo, El Escorial y el Museo del Prado.
La escritora, entre Lorca y Alberti en Madrid (1931) / ARCHIVO MANUEL ÁNGELES ORTIZ / BIBLIOTECA MNCARS
En esos días, llora la muerte de la fotógrafa Gerda Tardo. “Velamos a la pequeña heroína francesa como a un soldado”, recuerda en el libro Memoria de la melancolía. Y protagoniza un incidente con Miguel Hernández, al que le propina una bofetada en público. Al parecer, el poeta de Orihuela, llegado desde el frente, desaprobó la algarabía formada por una fiesta dedicada a la mujer antifascista. “Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta”, afirmó el autor de Viento del pueblo. Acaso por esta rencilla, Alberti evitó ayudarle a escapar de Madrid, perdida ya la guerra, condenándole a una penosa travesía de cárceles y muerte.
En ese rastro final que deja la aceleradísima biografía de María Teresa León hay cuarenta años de un exilio que les llevó desde Orán a París, de Buenos Aires a Roma. No regresaron a España hasta 1977. Ella ya traía la memoria arrasada por el alzheimer. Los recuerdos no eran recuerdos, sino una niebla espesa. “Ya no sabía a qué país ni a qué ciudad llegaba”, explica Ferris. Permaneció años ingresada en un sanatorio, al que sólo una vez acudió Alberti. Murió en 1988 tras elegir en vida la gran conspiración de ser ella misma. “Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr tantos años. Cuando estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos”, dejó escrito.