'Deconstructing' Carceller
El historiador Enrique Faes publica una biografía del empresario y ex ministro franquista en la que retrata los cambios de la España del siglo XX
16 diciembre, 2020 00:10En los últimos veinte años se ha ampliado el consenso entre los historiadores sobre la necesidad de recuperar la biografía en la medida que puede aportar explicaciones a nuevos y viejos problemas que, en el caso del franquismo, son de una urgencia palmaria. El uso y abuso del término franquista hace más necesario aún superar las irreconciliables trincheras historiográficas de neofranquistas revisionistas frente a republicanistas dogmáticos, y viceversa. Ante la proliferación de tópicos, de visiones binarias blanco o negro y de etiquetas simplistas, urge investigar sobre el quién, el cómo y el porqué en su contexto, y no en función de las necesidades de un presentismo servil.
Otro asunto es el debate sobre la representatividad del personaje estudiado. Las biografías ya no se plantean como cápsulas cercanas a la hagiografía, hoy día son una vía de investigación muy útil para la reconstrucción de configuraciones políticas, sociales y culturales. Como ya planteara Norbert Elias, los individuos y la sociedad son interdependientes, no son realidades opuestas, y en la excelente biografía de Enrique Faes, Demetrio Carceller (1894-1968). Un empresario en el gobierno (Galaxia Gutenberg), el eterno problema sobre la relación individuo y sociedad se resuelve por la vía de las relaciones entre individuos como conformadoras de la sociedad.
Carceller no es el único protagonista de esta biografía. No es posible entender la trayectoria vital de este empresario y político sin el estudio de las redes de vínculos sociales en las que se insertó o que él mismo creó. El libro de Faes es una primera aproximación a esa serie de configuraciones que necesitaban ser explicadas, y que ayudan a conocer con amplitud de matices los cambios políticos y económicos que se produjeron en la España del siglo XX, con especial atención a la dictadura franquista.
Demetrio Carceller Segura
Faes explica cómo se forjó la red en la que se insertó Carceller durante la dictadura de Primo de Rivera, y cómo ese grupo de intereses fue adquiriendo cada vez mayor peso económico y capacidad de decisión a fines de la década de los veinte y durante la Segunda República, con CAMPSA y CEPSA como principales artefactos. El golpe de Estado de 1936 provocó un giro clave en la trayectoria del empresario que, desde su llegada al Burgos nacional, adquirió una mayor proyección política hasta que en octubre de 1940 fue nombrado ministro de Industria y Comercio. Es a partir de este salto cuando a la red de hombres de Carceller –hasta entonces muy vinculada al mundo de petróleo– se suma la red de hombres del ministerio.
Es ante el éxito de esa interrelación cuando comienza una suerte de deconstrucción carcelleriana a manos de sus principales adversarios: el hombre que se hizo rico a raíz de su ascenso político. Faes desmonta en un capitulo –el 10– esta invención y apunta a quienes pudieron ser los interesados (March y Suanzes entre ellos) en crear esa negativa y simplista imagen que ha perdurado hasta hoy. Este historiador resume esta distorsión como el juego infantil del teléfono estropeado. Francisco Contreras ya adelantó en Alianzas y propaganda durante el primer franquismo (2019) cuánto había de manipulación sobre el sambenito de un Carceller filonazi y falangista camisavieja. Su estudio sobre las confidenciales relaciones entre el ministro y los británicos desde 1941 invalidan la unilateridad de una beligerante filiación proalemana durante la Segunda Guerra Mundial, que durante años se le había atribuido sin más argumento que la repetición.
Los cinco años que Carceller ejerció como ministro (1940-1945) han pesado sobremanera en la valoración y el conocimiento de su trayectoria. Hasta los trabajos de Contreras y la biografía de Faes, la vida anterior y posterior a su paso por el gobierno apenas habían interesado a la mayoría de los historiadores que han estudiado el franquismo. Se dice que la esposa de Carceller, Josefina Coll, cuando supo de la llamada de Franco para que fuera ministro de Industria y Comercio, le aconsejó: “No, no; no lo hagas, que perderás dinero”. Dinero no perdió, pero su reputación se vio seriamente afectada. Desde ese momento, todo lo que tocaba Carceller decían que estaba marcado por la corrupción.
En realidad, como afirma Faes, durante su lustro como ministro su negocio no fue la venta masiva de wolframio ni las exportaciones de todo lo que pudieran necesitar aliados o nazis, sino la guerra y “su lectura ágil en clave de oportunidades”. Su pragmatismo en el gobierno y su reconocida capacidad negociadora internacional fue de enorme utilidad para Franco mientras duró el conflicto. Los informes británicos estudiados por Contreras reiteran una y otra vez esa capacidad. El informe norteamericano de 1944 que aporta Faes en su libro confirma, a pesar de su brevedad, su personal arte del negocio. Tan exitosas eran sus maneras y tan rentables sus logros que en dicho documento se subraya que esas actitudes despertaban desconfianza y muchas críticas: “Aunque los enemigos de Carceller son legión, existe poca duda de que ha sido un administrador capaz y de que ha obtenido, en el marco semitotalitario prevalente en España, numerosos beneficios para la economía española que no habría logrado un ministro menos capacitado”.
Para Contreras, Carceller fue “el hombre de negocios hecho a sí mismo, el falangista a fuerza de ser anticomunista y “antiplutócrata” (las ineptas élites tradicionales). Pero, ante todo, concibió la política como una circunstancia”. Faes lo define “como un empresario demasiado pragmático para ser falangista y demasiado dirigista para ser liberal del todo”. Su salida del gobierno no frenó su proyección empresarial, al contrario. En 1968, poco antes de morir, estaba presente en los consejos de 15 sociedades. Sus inversiones comenzaron en el sector petroquímico, continuaron en el financiero, el energético, el metalúrgico y culminaron en el alimentario de las bebidas, de Este a Oeste y de Norte a Sur hasta Canarias.
Esta movilidad empresarial fue, según Faes, “negocis a la mediterrània con base en Madrid”, una manera de operar en equipo, sin desatender la autonomía personal de sus componentes, y con la firme convicción sobre “lo que debía ser una expansión económica que pusiera al país a la altura de las grandes potencias industriales”.
Son conocidos los riesgos de los biógrafos: la dispersión narrativa, la ansiedad por contar todo, la anhelada equidistancia y, por supuesto, la empatía con el personaje que pueden convertir al investigador en un rehén del biografiado, síndrome de Estocolmo en estado puro. No cae Faes en esa debilidad. Su biografía es el estudio de un individuo y sus circunstancias no para justificar, sino para comprender su perfil posibilista, pragmático, empecinado y superviviente. Y a partir de aquí el contexto de la dictadura franquista se carga para el historiador de problemas nuevos que no son ni blancos ni negros.