Revisionismo independentista
Es un apodo creado por los sectores no independentistas, sí, pero los lazis existen. Y también fueron fruto de una ficción nacionalista forzada a ser convertida en realidad. Esta historia sorprende e indigna a partes iguales, pero ejemplifica muy bien hasta qué punto se puede manipular la historia en general y el sentimiento identitario en particular. De eso saben mucho Jordi Bilbeny y su Institut Nova Història, que llevan años intentando convencer a la humanidad de que Colón, Santa Teresa de Jesús, Leonardo da Vinci o Cervantes eran catalanes. Dice el muy independentista y subvencionado Bilbeny que las críticas recibidas por parte de PSC y ERC son una cortina de humo para tapar el “retorno al autonomismo”. De ahí a abrazar el terraplanismo no hay tanto.
A lo que iba. En los años sesenta del pasado siglo, el intelectual alemán Wolfgang Feurstein entró en contacto con la comunidad lazi, integrada por unas 250.000 personas que vivían en el mar Negro, junto a la zona turca de Trabzon. Los lazis eran musulmanes, pero el erudito reparó en que tenían su propia lengua, costumbres y mitos, por lo que se empeñó en demostrar que en realidad eran cristianos. Y mientras Feurstein inventó un lenguaje escrito para que este colectivo pudiera escribir sus historias, los propios lazis comenzaron a reivindicar su propia historia. El Gobierno turco, receloso, expulsó al alemán, que siguió con su campaña de revisionismo histórico. Exitosa, ciertamente, porque en 1999 nació el partido Laz para promover Lazistán dentro de Turquía.
La historiadora Margaret MacMillan da cuenta de estos inventos nacionalistas en su libro Juegos peligrosos. Usos y abusos de la historia, donde cita al pensador francés del siglo XIX Ernest Renan: “Una nación es un grupo de personas unidas por una imagen errónea del pasado y el odio a sus vecinos”. MacMillan advierte del “sufrimiento y el daño” causado por los nacionalismos exacerbados.
Resulta inevitable trazar un paralelismo entre los lazis y Cataluña, donde el procés ha causado fractura social y dolor para sus propios impulsores. Pero también un revisionismo histórico que induce a risa, pero no es inocuo, pues daña la imagen de quienes, de forma muy legítima, defienden la independencia de Cataluña. Conviene insistir en la idea de que no es lo mismo procesismo que independentismo. Y que tampoco hay que poner al mismo nivel a los paniaguados del secesionismo y a quienes creen en esa opción política. Bilbeny es una broma, casi macabra. Porque, efectivamente, el sueño del procés produce monstruos. O cuando menos, desvaríos blanqueados con subvenciones y exposiciones en el Macba. Las del Ayuntamiento de Montblanc, gobernado por ERC –que ahora se desmarca del Institut Nova Història— y por la Generalitat –llamada a dar explicaciones en el Parlament por los socialistas--.
En contra de lo que afirman algunos, no hay tanta astucia en el Gobierno catalán para esquivar esa manipulación. Ayer supimos que el Ayuntamiento de Pals, cuyo alcalde pertenece a PDeCAT, ha patrocinado un homenaje a Colón y su “descubrimiento del Nuevo Mundo”, después de que su compañero de partido, el consejero de Políticas Digitales y Administración Pública, Jordi Puigneró, anunciara que busca fórmulas legales para convertir la festividad del 12-O –fecha que conmemora el descubrimiento de América-- en día laborable.
Definitivamente, usar y abusar de la historia es peligroso. O, cuando menos, traicionero. La Generalitat quiere celebrar a lo grande el Tricententario de los Mossos d’Esquadra, un cuerpo que el Govern intenta politizar, pero que ¡oh, sorpresa! fue creado por Felipe V en 1719 para luchar contra los austracistas. Los buenos de la película, según la mitología soberanista, frente a los malísimos Borbones.