Ensayo

Ciudadano ausente

8 mayo, 2017 00:00

El ciudadano Romeva no repara en incordiar a cualquiera de sus conciudadanos que se expresen en forma opuesta a él; y, para mayor descrédito institucional, si cabe, le consienten sus denuestos en sede parlamentaria. Con afán ofensivo y con absoluta falta de respeto a la verdad, tachó de "falangistas" a quienes se manifestaron contra el golpe de Estado en que él mismo trabaja. ¿Pero sabe este falso ministro algo de Falange? Ni idea, ni le debe de interesar. Es ridículo, por tanto, recomendarle la lectura de una excelente biografía de su fundador. En efecto, el historiador mallorquín Joan Maria Thomàs acaba de publicar José Antonio. Realidad y mito (Debate). Está escrito del mejor modo que se pueden hacer estos trabajos: con profesionalidad (impecable objetividad y exhaustivo estudio de fuentes) y buen estilo literario.

El Régimen del 18 de julio convirtió a José Antonio Primo de Rivera (1903-1936) en un mito, un profeta y un precursor. El bando franquista organizó una movilización grandiosa para trasladar sus restos mortales, pero ocultó su muerte y no la hizo pública hasta muy avanzada la guerra, prácticamente decidida su victoria. El joven Primo había fundado un partido tres años antes, que acabaría siendo la Falange de Franco más que la de José Antonio. Una organización sumisa y dócil al caudillo, al dictador. Ante la sacralización de su figura con inmensa beatería, el profesor Thomàs conjetura que "el Ausente", como fue bautizado por el escritor Agustín de Foxá, se habría sentido avergonzado por las adulaciones y exageraciones a que llegó su culto por parte de sus camaradas y del nuevo Estado español. ¿Habría aceptado la represión feroz y aniquiladora del enemigo político "rojo separatista", cuando haber votado a las izquierdas o ser republicano bastaba para ser paseado o encarcelado o juzgado en consejo de guerra? ¿Habría aceptado José Antonio la perpetuación franquista de españoles buenos y malos, de vencedores y vencidos? Ahí quedan esas preguntas, si bien "no es descabellado pensar que muchos de los aspectos del Régimen que le incensaría hasta niveles absurdos le habrían desagradado enormemente", señala Joan Maria Thomàs, quien considera que habría intentado captar a una parte del enemigo ideológico y político, convencido de la fuerza de su mensaje y su doctrina.

¿Habría aceptado José Antonio la perpetuación franquista de españoles buenos y malos, de vencedores y vencidos?

Se calcula, con el mayor grado posible de objetividad, que en menos de tres años, desde su fundación hasta el golpe de Estado, afiliados de FE fueron responsables de la muerte de 64 socialistas, anarquistas y comunistas. En aquel período, los falangistas tuvieron a su vez 108 militantes asesinados por esos mismos adversarios. Todo insoportable y demencial. ¿Cómo se pudo llegar a tal grado de delirante brutalidad, de impunidad y de gravísimo deterioro del orden público?

Thomàs observa un intenso sentimiento trágico en las trayectorias del joven Primo. Fue y quiso ser un político intelectual, si bien su retórica y su lenguaje recargado no eran de fácil comprensión para la gente corriente. Aquel hombre, "envuelto en una cuidada apariencia física", era serio, riguroso, tímido y simpático pero con poderosos accesos de ira y de orgullo. El zamorano Ledesma Ramos, fundador de las JONS y expulsado del nuevo partido, lo veía como un señorito que quería pasar por proletario, un liberal que quería "ponerse una camisa que no le tapa los faldones del frac parlamentario". Abiertamente fascista, Ramiro Ledesma glosaba el "ímpetu de sinceridad, de verdad y de acción directa" como lo propio de su movimiento y no hablar o escribir "a base de flores, mermeladas y delicuescencias a la veneciana". Denunciaba en José Antonio "contradicciones de tipo irresoluble" y la "tendencia a adoptar las formas más tímidas del patriotismo, con su afán de renuncia a cuanto suponga apelación emocional o impulso exclusivo de la voluntad, etcétera. Todo eso, con su temperamento cortés y su formación de jurista, le conduciría lógicamente a formas políticas de tipo liberal y parlamentario".

Rudos camisas viejas, como Manuel Hedilla, pretendían que desapareciesen "los caciques de la industria, del campo, de la banca y de la ciudad". Casi nadie sabe que uno de los dos fundadores de CCOO fue el falangista radical Ceferino Maestú, fallecido hace cinco meses con 96 años de edad. Sin embargo, lo cierto es que prevalecieron con mucho las adhesiones al nexo José Antonio-Franco. Todo pasó y nada queda. Pero demasiada gente, de aquí y de allá, prefiere juntar la ignorancia y la necedad, hablar cuando debería callar y viceversa.