España y América Latina
Los vínculos culturales entre la Península y sus antiguas colonias se proyectan en la lengua o en los flujos migratorios, pero pueden extenderse a otros ámbitos
26 septiembre, 2021 00:00Cuando Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, escribió al rey Felipe VI exigiéndole disculpas por los desmanes de la ocupación, conquista y colonización de la Nueva España manifestaba problemas especiales en una relación muy especial. Algunos habían sido suscitados por presidentes como Hugo Chávez y Cristina Kirchner o por los manifestantes que desplazaban o derribaban estatuas de Colón, convertido en el máximo exponente del genocidio contra los mal llamados pueblos originarios, o de algún otro conquistador relevante.
Estas manifestaciones ocurren en países que a partir de 1913 introdujeron el Día de la Raza, un intento de rescatar sus raíces hispanas (occidentales y europeas). Tras un siglo XIX marcado por los traumas de las guerras de independencia y de una valoración negativa de la imagen de España, considerada un país atrasado, católico y autoritario, la intervención de Estados Unidos en la Guerra de Cuba cambió las tornas y generó una corriente de solidaridad con la antigua metrópoli, oponiendo el hispanoamericanismo al panamericanismo.
Mapa de las colonias españolas en América
La relación de España con sus antiguas colonias americanas, en una ecuación donde se puede incluir a Brasil, aunque con circunstancias particulares, está marcada por intensos contactos, intercambios e influencias en todos los niveles, muchos de los cuales son imposibles de cuantificar y se dan por debajo de la línea del radar de las estadísticas oficiales. De hecho, España está muy presente en la formación de los nacionalismos latinoamericanos. Este proceso se dio en dos momentos consecutivos. En el primero, al inicio de la emancipación, los españoles americanos decidieron ser solo americanos, y para ello dotaron de una gran carga de negatividad al componente español. En términos freudianos se podría hablar de matar al padre. Así, la relación se tiñó de un intenso sentimiento de amor/odio, con pasiones que podían coexistir en armonía durante largos períodos, o inclinarse en una u otra dirección según la coyuntura.
En buena medida la relación se sostiene por compartir lengua, cultura y, mayoritariamente, religión. A esto se agregan los flujos migratorios bidireccionales, que le otorgan un fuerte componente social, familiar y hasta personal. El surgimiento de la Comunidad Iberoamericana ha desvelado los fuertes lazos existentes en los más diversos órdenes de la realidad (culturales, científicos, académicos, tecnológicos, profesionales, pero también políticos y económicos). Pero, esos mismos lazos impiden fortalecer aún más la relación, haciendo explícitas sus ventajas para todos. La fortaleza de lo iberoamericano se da por hecho, se considera inamovible, y por tanto no debe cuidarse ni potenciarse.
Chaski. Uno de los dibujos sobre los indígenas del Perú dibujado por Felipe Guaman Poma de Ayala, (1535-1616)
Los gobiernos españoles repiten una y otra vez, con independencia de su color político, que América Latina es prioritaria para la política exterior, aunque nadie define que significa prioritario ni cuál es la prioridad. Esto se ve constantemente en Bruselas y en las instancias comunitarias. Se asume que en la relación con América Latina España juega un papel especial en Europa. En su día se acuñó la errónea imagen del puente, pero el gobierno español no solo ejerce una permanente defensa de los intereses y posiciones latinoamericanas en la UE (como se ve con el Tratado de Asociación con Mercosur), sino también que sus opiniones sobre América Latina son valoradas tanto por Bruselas como por los gobiernos europeos.
Ahora bien, España debe ser muy cuidadosa. Un excesivo protagonismo puede llevar a pensar que trata de monopolizar la agenda. Esto ocurrió en 2010, cuando se creó la Fundación UE, América Latina y el Caribe (Eulac), tras el cierre del Instituto de Relaciones Europeo–Latinoamericanas (IRELA), asentado en Madrid. Para garantizar el funcionamiento de la nueva institución, que terminó en Hamburgo, España debió renunciar a tener su sede.
Detalle del mural de Juan O' Gorman donde se representa a los héroes de la Independencia de México, entre ellos el cura Miguel Hidalgo y Costilla pronunciando el célebre Grito de Dolores
En la relación de España con América Latina se suele confundir influencia con protagonismo o liderazgo. Si bien se buscan relaciones simétricas, desplazando el hispanocentrismo o el eurocentrismo, no se debe olvidar el desigual potencial económico de España, que termina influyendo. Pese a ello, hay terrenos con intercambios constantes e influencias intensas y, muchas veces recíprocas, como en la cultura, las artes y la academia, pero también en la política.
Más allá de las relaciones que los principales partidos políticos españoles (PSOE, PP y PNV) mantienen con sus contrapartes del otro lado del charco, es interesante ver los lazos que están tejiendo los partidos surgidos en los últimos años (Podemos y Vox). Podemos tiene una intensa relación con los gobiernos bolivarianos, mientras Vox busca de potenciar su Iberosfera. El viaje de Santiago Abascal a Ciudad de México muestra que América Latina les importa y mucho. En los últimos años se ha visto un notable incremento de las inversiones latinoamericanas en España. El movimiento refleja la incertidumbre económica en algunos países y la clara apuesta de muchos inversores y empresarios latinoamericanos por España.
La relación con América Latina no se ha expresado siempre de la misma manera. Ahí están coyunturas como las independencias, el 98 o la actual demanda global por la descolonización. Los altos y bajos señalados responden al desarrollo histórico de las partes implicadas. Momentos de cercanía y complicidad se alternan con otros de distanciamiento. Es una relación sólida, pero debe ser cultivada con el esfuerzo de todos. Pese a ser considerada indestructible, si no se la cuida y se la potencia se puede perder mucho al haber una enormidad en juego.