Por la concordia en Cataluña
El historiador Roberto Fernández plantea ideas para la integración de Cataluña y el resto de España a partir de un análisis a fondo entre la causa social y el ideal nacional
31 enero, 2021 00:10Se ha escrito mucho, posiblemente demasiado, sobre la inserción de Cataluña en el Estado español, en el pasado y en el presente. Disponemos de una inmensa bibliografía en la que abundan los reproches, lamentos y rasgamientos de vestiduras, con mucho radicalismo sectario y escasa atención a propuestas concretas y prácticas de futuro. El libro de Roberto Fernández, que acaba de publicar Espasa, empieza por sobresalir de la selva bibliográfica apuntada por su propio título: Combate por la concordia. Cataluña en España, un futuro común (2021).
Su autor, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Lleida, es una personalidad bien conocida y positivamente valorada por sus méritos en el ámbito académico y por su extraordinaria visibilidad mediática en los años que ha sido presidente de la Conferencia de Rectores de España. Estamos ante un historiador que conoce como nadie la peripecia historiográfica suscitada por el mítico 1714, temática a la que dedicó un gran libro que mereció el Premio Nacional de Historia en el 2015.
El título del libro tiene claros nexos con la clásica obra de Lucien Febvre Combates por la historia, que prologó, por cierto, Josep Fontana. Desde la misma voluntad combativa de Febvre, el autor se ha lanzado al ruedo para abordar la problemática de la estructura del Estado autonómico y el papel de Cataluña en el mismo buscando tres objetivos: la concordia, la conciliación y la cohesión social (las tres ces a las que dedica un capítulo) intentando sobreponerse a la realidad que vivimos de confrontación, ninguneo y desprecio de las partes en conflicto.
La primera forma de aportar ideas positivas al respecto es el propio reconocimiento del problema que algunos pretenden negar y otros convertirlo en guerra poco menos que sangrienta. Solo, desde la asunción de la cuestión, pueden y deben encontrarse fórmulas de solución. El inmovilismo ha demostrado no servir para nada y, desde luego, la concordia es absolutamente necesaria entre los propios catalanes.
El viejo problema de Cataluña de su ubicación y desafección en el marco de España hoy parece haberse convertido en el aún más grave problema de la fractura interna en una Cataluña rota por la imposibilidad de entendimiento de los propios catalanes entre sí y una sensación creciente de decadencia y hundimiento económico, político y hasta moral, producto de una gestión penosa que se sigue disfrazando permanentemente a través de la culpa al sempiterno tópico del perverso Madrid.
El autor del libro tiene en todo momento presente la memoria de sus raíces familiares, aquella Murcia chica de la Torrassa-Collblanc, de su Hospitalet natal, la catalanidad mestiza que ha marcado a tantos y tantos catalanes de hoy. Desde la memoria de aquellos abuelos que emigraron a Cataluña, Roberto Fernández como aquellos altres catalans sigue priorizando la cuestión social sobre la cuestión nacional y no oculta signos de decepción hacia aquella Cataluña de acogida que parece aferrarse al supremacismo de una burguesía hoy diluida, a un complejo de superioridad étnica que no tiene justificación alguna. Diferencia bien patriotismo y nacionalismo y las sutiles fronteras entre lo emocional y lo racional que marcan las llamadas señas de identidad.
El libro comienza en octubre de 2017 con un viaje del autor a Cartagena, un viaje atenazado por las inquietudes y ansiedades ante lo que estaba ocurriendo entonces en Cataluña, definiendo expresivamente el cuadro de angustias que vivíamos los catalanes y el conjunto de los españoles en esos momentos. ¿Quién no recuerda dónde estaba en ese momento? En su periplo intelectual, fundamentado en infinidad de lecturas que demuestran un conocimiento académico extraordinario de la problemática analizada, pero ante todo en su propia capacidad de reflexión, el historiador deja su hábito profesional de estudioso de la longue dureé y asume la responsabilidad del analista político, involucrado hasta las cejas en el reto asumido de comprender, explicar y proponer alternativas.
Y a ello se entrega con un discurso –a veces reiterativo– de profesor paciente que intenta convencer a oyentes-lectores poco receptivos. Seiscientas páginas respaldan ese esfuerzo. Considera al procés la etapa superior del pujolismo y se identifica con las críticas que Tarradellas hizo de Pujol en abril de 1981. Explora la trastienda de intereses que se esconden dentro de la estrategia independentista de desafección en la que se conjugan complicidades económicas de todo tipo con las legitimaciones de buena parte de la clerecía. Denuncia las narrativas del procesismo con la descarada manipulación de la historia que llega a los extremos surrealistas del frikismo historiográfico del Institut Nova Història, el monopolio de los grandes medios de difusión encabezados por TV3 y las contradicciones de una izquierda sindical entregada a la renuncia a los objetivos sociales en beneficio de los nacionales.
El historiador Roberto Fernández / CG
Nadie podrá decir honestamente que el libro no sea crítico con el independentismo, pero más de uno lo considerará fruto de la ingenuidad, del voluntarismo bienintencionado de un intelectual posibilista dispuesto a ceder en el terreno de los principios en aras de la soñada concordia. El autor, efectivamente, plantea una serie de reformas posibles (desde la página 463) que implican, de entrada, la exigencia de la autocrítica por errores cometidos por todos (no le faltan reproches al PP y su capitalización del nacionalismo español) y desde luego, la disposición a abrir puertas a temas tabú como el propio término de nación aplicado a Cataluña, la negociación bilateral en el marco del Parlament de Cataluña y del Parlamento estatal, con reforma constitucional y reforma del Estatut, la difusión de las diversas lenguas del Estado en el ámbito español.
Negociar es aprender a ceder recíprocamente. Toda pretensión de concordia pasa por ello. El discurso de Roberto Fernández es convincente; la práctica, ciertamente, para llevar adelante sus propuestas es difícil. El propio autor habla de apelar a “utopías suaves”, no quimeras (pág. 505), siempre más cerca de Kelsen que de Schmitt en la famosa confrontación entre Derecho y resolución política y desde luego, plenamente convencido de la legitimidad de la defensa de los derechos del Estado-nación, lo que le lleva a apoyar sin fisuras la célebre intervención televisiva del rey Felipe VI.
La lucha de Roberto Fernández contra los fanatismos y sectarismos de cualquier signo es épica, con apelaciones constantes a la exigencia del pragmatismo y a terminar con los sueños de la razón. Conozco bien al autor del libro para decir que su discurso no es naíf, como le puede parecer a algunos. Derrocha la buena intención del compromiso constante para superar la confrontación bipolar en la que se encuentran encerrados los propios catalanes. Su desiderátum final de diez puntos se puede resumir en la necesidad de profundizar y ensanchar la España federal a través de los márgenes que concede la propia Constitución de 1978, desde la óptica de las realidades y no del nominalismo y la batalla semiológica y, desde luego, superar los miedos no solo hacia el futuro –lo que más le preocupa la amenaza de ulsterización– sino hacia el propio pasado histórico.
No sé si los partidos políticos hoy están dispuestos a asumir los retos que plantea este libro. Como ciudadano, sí quiero decir que me gustaría que los razonamientos de Roberto Fernández no se quedaran en un libro más de las repletas bibliotecas sobre el problema catalán y supusieran un acicate para estimular la ansiedad de concordia a la que todos o casi todos aspiramos y necesitamos. Por citar a Gramsci, me gustaría que el optimismo de la voluntad que derrocha el autor de este libro ganara la partida al pesimismo de la inteligencia que a muchos nos embarga.