Ratas
La invasión rusa de Ucrania y los efectos que la guerra ya está teniendo para todos abren, desde hace dos semanas, las ediciones de la mayoría de los informativos, periódicos y todo tipo de plataformas de información. Parece que no existe nada más en el mundo, porque es que incluso ya nadie se acuerda de la pandemia (¿y el procés?). Ni siquiera el 8M tuvo demasiado protagonismo ayer en los medios de comunicación. Como dice el chiste que circula estos días: los alienígenas tendrán que esperar para entrar en escena. Y luego ya vendrá el meteorito.
En este contexto, es normal que pasen desapercibidas otras informaciones; hay que buscarlas muy abajo, si es que aparecen. Y no están los ánimos en general como para pasar mucho rato delante de la televisión ni leyendo los periódicos, con tantas desgracias y penurias. Sin embargo, en las últimas horas, se han publicado dos hallazgos científicos que pueden cambiar el rumbo de la humanidad para bien --siempre que se utilicen estos descubrimientos para avanzar y no acaben en manos de personas como la que está en la mente de todos, cuyo nombre comienza por Vla- y termina por -dímir--. Eso sí, afectan a animales, y eso es una cuestión peliaguda en los tiempos que vivimos.
El hallazgo más reciente implica la reproducción asexual de los roedores, algo que se sabía que podían hacer algunos animales y plantas, pero no los mamíferos. Lo han logrado científicos chinos con una ratona, a quien modificaron el óvulo genéticamente para que pudiera tener hijos sin fecundación. ¿Para qué puede servir esto? Primero, hay que mejorar la técnica y, después, ya se verá. En todo caso, si algún día llega a los humanos, esperemos que sea en casos muy concretos, que después del llamado lenguaje inclusivo solo nos faltaría aguantar a ciertas personas dando la matraca con este asunto: “No necesitamos a los hombres para nada”.
El otro hallazgo también tiene que ver con los ratones y lleva sello español. El estudio ha demostrado que se puede revertir el envejecimiento sin riesgos y a largo plazo a través de la modificación celular. Es un primer paso y, si todo evoluciona y va bien, puede ayudar a combatir y curar algunas enfermedades, más allá del sueño de la eterna juventud. De nuevo el peligro es quién se puede beneficiar de ello y qué usos puede darle, pero ya habrá tiempo de hablar de esto. En cualquier caso, no he visto ninguna manifestación por la experimentación con los roedores, pero sí las hay por los beagles que van a matar en el laboratorio. ¿Dónde está el límite de nuestra sensibilidad? ¿Por qué nadie protesta por los zoos? ¿Qué nos parece bien y qué nos parece mal? Es cierto que muchas personas dejan de comer carne por ese amor a los animales más que por motivos de salud, pero la sociedad no parece muy coherente cuando aborda ciertas cuestiones.