Historia cultural del cerebro
Un libro de Ignacio Morgado, catedrático en Psicobiología, recorre las investigaciones sobre el ‘ordenador’ de nuestro cuerpo y traza el itinerario de la inteligencia humana
25 junio, 2021 00:10Al acabar este curso, Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona se jubila. Es autor de numerosos artículos y monografías científicas (tiene un currículum espectacular como investigador en neurociencia). Pero desarrolla, también de modo incansable, una notabilísima tarea divulgadora. Es un conferenciante excepcional que deleita a los auditorios de ambos hemisferios. Ahora, a sus libros –Aprender, recordar y olvidar; Deseo y placer; La fábrica de las ilusiones o Emociones corrosivas, agrega otro título: Materia gris, que se presenta como la apasionante historia del conocimiento del cerebro. ¿Cómo razonaron nuestros predecesores y con qué esfuerzos innovaron? ¿Con qué rutas se ha ido dilucidando la función del cerebro y demás vísceras del cuerpo?
En el prólogo, el historiador Ricardo García Cárcel ubica este trabajo “en torno a la apasionante encrucijada de las fronteras entre lo racional y lo emocional”. “La historia –concluye– no sólo alimenta el recuerdo de lo que se sabe, sino que propicia descubrir lo que no se sabe, constatando las asignaturas pendientes del propio conocimiento”. La obra consta de tres partes. La primera aborda la historia cultural del cerebro. La segunda trata de la neurociencia de los procesos mentales y el comportamiento. Y la tercera, la más breve, se ocupa de las enfermedades neurológicas. Para facilitar que su lectura no se atragante a los no especialistas, y les pueda resultar provechosa, hay un índice onomástico de catorce páginas, imprescindible para no perderse en medio de tan abundante vegetación. Hagamos una inmersión en sus ideas.
Ya en el siglo V antes de Cristo, Heródoto contaba cómo los egipcios para embalsamar a los muertos les extirpaban el cerebro, al no considerarlo necesario para la otra vida, a diferencia del corazón (residencia de los sentimientos). Al siglo siguiente, Hipócrates rechazaba supersticiones sobre los pacientes epilépticos y empleaba la palabra apoplejía para referirse a hemorragias o ataques cerebrales. En el siglo II de nuestra era, Claudio Galeno, quien llegó a ser cirujano de gladiadores, negaba que el corazón fuera la sede de la mente. Y el emperador Marco Aurelio sentenciaba en sus Meditaciones: “la vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.
En el siglo XVI se impulsó la anatomía y una observación minuciosa, con Vesalio, médico personal de Felipe II, así como la fisiología, con Harvey, descubridor de la circulación de la sangre. Por entonces se introdujeron los términos psicología y electricidad. Un siglo después, Van Leeuwenhoek sería el primero en aplicar el microscopio compuesto en exploraciones de la naturaleza; descubrió los corpúsculos de la sangre e identificó los espermatozoides humanos. Y Hooke acuñó el término célula. En la siguiente centuria se promocionó el conocimiento empírico, pero se creía que espíritus animales (en el umbral de las neuronas) se desplazaban a partir del cerebro por los nervios sensoriales y motores, permitiendo la percepción y el movimiento de las distintas partes del cuerpo. A partir de la botella de Leyden, Wesley, fundador de la Iglesia Metodista, fue un entusiasta de la terapia eléctrica.
A principios del siglo XIX se estableció el término psiquiatría y se delinearon los lóbulos cerebrales. Alexander von Humboldt terció en la controversia Galvani-Volta, y Marshall Hall observó que los impulsos nerviosos que alcanzaban la médula espinal irradiaban hacia otras zonas de la médula y el cuerpo. Pionero en dar importancia a la materia gris del cerebro para los procesos intelectuales, Franz Gall creía que el cráneo era moldeado por el cerebro. Su estudiante Spurzheim prefirió hablar de frenología en lugar de craneología, doctrina que condujo a demenciales disparates frutos de obsesiones acríticas. Primo de Darwin, Galton introdujo el concepto de eugenesia y fundó la psicometría.
En 1836, el suizo Valentin fue el primer científico que visualizó, en el cerebelo, el cuerpo de una célula nerviosa individual. Diez años después, Rudolf Virchow se refirió a la patología celular, todas las enfermedades manifiestan cambios en las células. El siglo XX supuso la explosión del conocimiento aplicado del cerebro. Camillo Golgi con su técnica de tinción observó y analizó el tejido nervioso. Y Santiago Ramón y Cajal relacionó la estructura del sistema nervioso con cadenas de neuronas que se articulan por contactos en las sinapsis (huecos de comunicación; un término propuesto por Charles Sherrington), y determinó cómo los impulsos neuronales se propagan por el cerebro. El microscopio electrónico permitió observar las sinapsis.
El engrama es una estructura de interconexión neuronal estable que activa en red un sistema de neuronas. Su contenido puede causar emociones indeseadas y enfermedades psicosomáticas. En el estudio del placer y dolor en el cerebro es interesante la jaula de Skinner. La radioestimulación cerebral ha tenido experimentos espectaculares como los del fisiólogo Rodríguez Delgado. La neurociencia del comportamiento contempla también los fantasmas sensoriales y las ilusiones ópticas, la lengua y la consciencia, la interferencia retroactiva (un fenómeno situado en la base de la psicología de la memoria y del aprendizaje humano y animal).
En 1880 se introdujo la narcolepsia (ataques bruscos de sueño) y el sentido cinestésico, llamado años después propiocepción (la capacidad de los músculos de sentir sus propios movimientos respecto al sistema nervioso central). La personalidad emotiva de la Premio Nobel italiana Rita Levi-Montalcini merece una mención especial en esta historia. Como Ignacio Morgado ha referido en otro lugar, si la razón no dispusiera de un poderoso ejército de emociones, perdería su eficacia.
Reconocer las enfermedades mentales como enfermedades del cerebro ha costado siglos. Se describen trastornos del movimiento, como el Parkinson y el síndrome de Tourette (términos ambos acuñados por Charcot), la hereditaria enfermedad de Huntington y la atetosis. En los trastornos de la mente, la enfermedad de Alzheimer fue así definida en 1910. Años después se presentó la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, descubierta en Islandia y Nueva Guinea. La palabra vitamina (una amina necesaria para la vida) la introdujo en 1911 un bioquímico de origen polaco. Biznieta de Trotski, la neurocientífica Nora Volkow ha estudiado el modo en que se producen las adicciones a las drogas, consideradas como una enfermedad del cerebro y la mente humana. Mucho queda por aprender todavía para curar estas enfermedades. Los descubrimientos acerca del cerebro incluyen métodos y conceptos de procedencia diversa. También en la ciencia la cooperación mejora sustancialmente los resultados. Una lección básica para todos nosotros es, dice, que los grandes descubrimientos, como todos los que proceden del cerebro, son fruto del conocimiento transversal. De la sinapsis.