Homenaje a un hombre en el Día de la Mujer
En el Día Internacional de la Mujer quiero rendir homenaje a un hombre. Sí, a un hombre que no frenó la carrera científica de su esposa --intuyo que si lo hubiese intentado, habría fracasado-- e hizo frente a los murmullos de desaprobación y a los dimes y diretes en un país que no reconoció el derecho de las mujeres a votar hasta las elecciones de 1945.
Ese hombre es Pierre Curie, esposo de Maria Skłodowska, el nombre que tenía Marie Curie antes de desposarse con el compañero que conoció en los ambientes científicos de La Sorbona. Marie Sklodowska se trasladó a París desde su Polonia natal para poder estudiar ciencia, dado que la universidad de Varsovia no admitía mujeres en aquel tiempo, en la segunda mitad del siglo XIX. Se licenció en Física y Matemáticas gracias a una beca y, fruto de su afán descubridor, no tardó en ingresar en los principales círculos científicos franceses.
En 1903 recibió el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de la radiactividad, que compartió con su marido y el físico francés Henri Becquerel. Ocho años más tarde, obtuvo el Nobel de Química, ya en solitario, por el descubrimiento de dos elementos radiactivos, el radio y el polonio, que dieron lugar a los rayos X.
Pierre Curie jamás minusvaloró la participación de su esposa en los descubrimientos científicos que ambos realizaron. Muy al contrario, reconoció siempre el impulso de Marie y combatió las maledicencias que situaban a la científica a su sombra.
El episodio más revelador de los prejuicios machistas de la época se produjo después de que Pierre Curie falleciese en 1906 tras ser arrollado por un carruaje. Marie fue acusada de adulterio por mantener una relación con un científico que trabajaba en su laboratorio, Paul Langevin. Ella era viuda y él estaba casado y, sin embargo, las acusaciones se concentraron en ella, hasta el punto de que no pocos compañeros de profesión le recomendaron no acudir a la ceremonia de entrega de su segundo premio Nobel.
Marie hizo justo lo contrario y aprovechó el evento para reivindicar con su presencia y con un discurso marcadamente técnico el papel de la mujer en la investigación científica. En su intervención, por cierto, reconoció elogiosa y generosamente el trabajo realizado por su marido con y sin su concurso: “Antes de abordar el tema de esta conferencia, me gustaría recordar que los descubrimientos del radio y del polonio fueron realizados por Pierre Curie en colaboración conmigo. También estamos en deuda con Pierre Curie por la investigación básica en el campo de la radiactividad, que llevó a cabo en solitario en colaboración con sus alumnos”.
Necesitamos muchas mujeres como Maria Sklodowska, pero también muchos hombres como Pierre Curie para lograr que las jóvenes de hoy y de mañana quieran y puedan dedicarse a la ciencia. Creemos el clima cultural propicio para que cada persona pueda decidir libremente, sin que el género sea un obstáculo, cómo quiere contribuir al progreso de la sociedad.
La científica recomendaba ser menos curiosa acerca de las personas y más acerca de las cosas. Y apelaba a la responsabilidad social de las personas para hacer cosas: “La Humanidad necesita hombres prácticos que aprovechen al máximo su trabajo que sin olvidar el bien general salvaguarden sus propios intereses. Pero la Humanidad también necesita soñadores, para quienes el desarrollo desinteresado de una empresa es tan cautivador que les resulta imposible dedicar su cuidado a su propio beneficio material”.
Hombres y mujeres, mujeres y hombres, soñemos juntos, como Marie y Pierre, por un mundo más equilibrado y sostenible.