La periodista Florence Aubenas

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Letras

El crimen de la estafeta

'El desconocido de Correos', de Florence Aubenas, es un relato a medio camino entre las novelas de Simenon y los thrillers rurales de Chabrol que se lee como las mejores novelas policiacas

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Corre por ahí una teoría según la cual, los que vemos por televisión series o largometrajes de true crime no acabamos de ser del todo buenas personas y puede que la cabeza no nos acabe de funcionar de la manera adecuada.

Supongo que ese diagnóstico también es aplicable a los que leen libros sobre crímenes reales, o sea que, como yo hago ambas cosas, debo ser doblemente censurable. Pero como disfruto enormemente con el true crime porque me fascinan los abismos más oscuros de la condición humana, no tengo previsto redimirme cambiando de gustos literarios y audiovisuales. Caso de hacerlo, me habría perdido un libro tan fascinante y tan bien hecho como El desconocido de Correos, de la periodista francesa nacida en Bélgica Florence Aubenas (Bruselas, 1961), recién publicado entre nosotros por Anagrama en su colección Crónicas.

Florence Aubenas ha trabajado para medios tan competentes como Liberation, Le Nouvel Observateur o Le Monde (en este orden). Mientras llevaba a cabo un reportaje en el Irak de 2005 fue secuestrada en Bagdad junto a su intérprete y se tiró cinco meses en manos de gente muy poco recomendable del mundo islámico.

Madre enloquecida

Tres años después, en 2008, se fijaría en un fait divers (suceso) acaecido en una pequeña localidad de la Auvernia cercana a los Alpes, Montreal-la-Cluse, donde una empleada de Correos, Catherine Burgod, había aparecido cosida a puñaladas en su pequeña estafeta.

'El desconocido de Correos', de Florence Aubenas

'El desconocido de Correos', de Florence Aubenas

El caso involucraba, aunque no se sabía hasta qué punto (ni se supo nunca, perdón por el spoiler), a un joven actor, Gerald Thomassin, de madre enloquecida y padre desconocido, carne de hogares sociales, alcohólico y politoxicómano. La señora Aubenas se obsesionó con él y dedicó tres años de su vida a meter la nariz hasta el fondo en Montreal-la-Cluse, con la intención de desentrañar un misterio que superó a la policía durante muchísimo tiempo.

Así acabó escribiendo El desconocido de Correos, un relato a medio camino entre las novelas de Simenon y los thrillers rurales de Chabrol que, aunque suene a tópico, se lee como las mejores novelas policiacas, mientras, al mismo tiempo, ofrece un retrato humano del paisanaje de la Francia profunda, especialmente cuando se enfrenta a algo a lo que no está acostumbrado: en Montreal-la-Cluse nunca habían asesinado a nadie de una forma tan brutal como incomprensible.

Enclaustrado en un pueblo

Las sospechas recayeron sobre Thomassin porque era un marginado, un borracho y un drogadicto que no sabía donde le daba el aire y no parecía tener ningún objetivo en esta vida. Cuando lo descubrió el cineasta Jacques Doillon (el hombre que sustituyó a Serge Gainsbourg en el corazón de Jane Birkin) en un casting con internos de un centro para adolescentes problemáticos a los dieciséis años y lo convirtió en el protagonista de la película Le petit criminel, Gerald podría habérselo tomado como el inicio de su redención y de su definitiva inserción social.

En vez de eso, rodó más películas, siempre como a disgusto, gastándose el sueldo en cuestión de días o desapareciendo cuando le tocaba acudir a un casting. ¿Le faltaba una patata para el kilo? Probablemente, pero sus directores aseguraban que cuando se tomaba las cosas en serio, lo que no sucedía siempre, sus interpretaciones eran espléndidas.

Sí, Gerald Thomassin podría haber tenido un futuro en el cine francés (le cayó un premio César por Le petit criminel), pero prefirió enclaustrarse en un pueblo en el que hacía un frío pelón y tratarse con desgraciados como Tintin y Rambouille, sus dos amigotes de Montreal-la-Cluse, borrachuzos y drogotas como él, que acabaron teniendo una muerte muy prematura (vuelvo a disculparme por el spoiler).

¿Hay que resolver el final?

A lo largo del libro van apareciendo sospechosos que acaban no siéndolo tanto, el padre de la difunta, secretario del ayuntamiento local muy imbuido de su importancia que se obceca con resolver el misterio de la muerte de su hija, su ex marido, que comparte la obcecación con su ex suegro, un buen número de pueblerinos que se meten donde no les llaman para darse aires, gendarmes de una cierta ineptitud…

Y una pregunta constante (¿quién mató a Catherine y por qué?) que no llega a resolverse: el 29 de agosto de 2019, once años después del crimen de la estafeta, Gerald Thomassin, como en los castings de antaño, no se presenta a un careo policial con otros dos sospechosos y desaparece de la faz de la tierra: no ha vuelto a ser visto.

Se supone que un buen misterio debe resolverse al final, pero a veces no hace falta. ¿Aportó algo saber quién había matado a Laura Palmer? En este Twin Peaks de los Alpes, no es el asesino lo más importante, sino el paisaje humano y moral, en el que Gerald Thomassin canta como una cucaracha en un plato de nata. Personaje fantasmal, interpreta aquí su último y definitivo papel, haciendo de El desconocido de Correos uno de los mejores true crimes que uno haya leído en su vida.