'Céline visto por Henri Godard'

'Céline visto por Henri Godard' DANIEL ROSELL

Letras

Louis-Ferdinand Céline y la moral de los depravados

Ediciones del Subsuelo publica un ensayo sobre el escritor francés firmado por Henri Godard que explora las contradicciones entre la literatura y la moral

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El destino más terrible para un escritor no es la falta de lectores o el olvido que un día todos seremos. De ambas cosas puede uno salvarse, incluso después de muerto, si se dan determinadas circunstancias y la Fortuna, esa cruz sin caridad, decide regalarnos una prórroga bajo la forma de la memoria ajena. De lo que no puede huir ningún autor es de que los demás y sus lectores lo conviertan en un lugar común. En un rostro replicado hasta el infinito sobre el fondo de un lienzo inmóvil.

A este Purgatorio, preámbulo del temido Infierno, conducen siempre las viudas, ciertos viudos profesionales, la adoración sentimental, las modas y, por supuesto, las funestas maledicencias, convertidas ya en unas de las instituciones de censura más activas de nuestro tiempo. En esta situación está desde su muerte Louis-Ferdinand Auguste Destouches (1894-1961), más conocido como Céline, que fue uno de los apellidos de su abuela, después de su madre y, finalmente, el indiscutiblemente suyo.

Céline

Céline

El escritor francés, de quien George Steiner dijo que junto a Marcel Proust era uno de los mejores autores del pasado siglo, ha pasado a la posteridad con los atributos que honran a los mejores artistas y buena parte del desprecio que provoca la maldad humana, que él no sólo avistó en primera persona –vivió las dos grandes guerras mundiales, la primera de ellas como soldado–, sino que practicó, y no sin entusiasmo, la xenofobia y el antisemitismo. De ambos dejaría cuenta en unos panfletos que desde su redacción –entre finales de los años treinta y principios de los cuarenta– no han vuelto a publicarse íntegros, así como también en su correspondencia privada.

Con estos dos ingredientes encaneció su rostro: un buen escritor que, al mismo tiempo, fue un pésimo ser humano. Seis décadas después de su desaparición, esta estampa no se ha visto alterada en demasía, a pesar de aparecer muchos de sus textos inéditos. George Steiner –poca broma– dijo no poder llegar a comprender como Céline, que en sus primeras novelas no muestra un excesivo rechazo por los judíos, o no en mayor medida que el que socialmente ya existía en la Francia de la época, y que incluso ridiculiza en algún pasaje a personajes antisemitas, acabara no sólo rendido ante esta misma condición, sino justificando el genocidio nazi.

'Viaje al fin de la noche'

'Viaje al fin de la noche' EDHASA

Para explicarlo, Henri Godard, crítico literario, profesor emérito de la Sorbona, autor de la colección de la Pléiade dedicada al autor francés, escribió a mediados de los años noventa un ensayo –Céline escándalo– que ahora publica en español Ediciones del Subsuelo con traducción de su editora, Laura Claravall, y que viene a sumarse a la magnífica colección de ensayos sobre literatura que, por fortuna, cada cierto tiempo nos regala este sello barcelonés. Godard confiesa que fue el hartazgo, incluso la irritación, de ver detenido en el tiempo este retrato ambivalente de Céline lo que le movió a reflexionar sobre su figura y su herencia.

Acaso en su día, cuando la primera edición libro se publicó en francés por Gallimard, esta voluntad de entender al impopular autor del Viaje al fin de la noche, fuera algo no demasiado bien visto. Ahora sería directamente suicida, instalados como estamos en un nuevo paradigma inquisitorial que exige de la literatura, antes que cualquier otra cosa, altas dosis de impostura moral y militancia sectaria. No hay mal que por bien o venga: Godard, haciendo equilibrios sobre el alambre, redime a Céline, si tal cosa es posible, o acaso fuera necesaria, de sus propios pecados (conscientes) explicando dos cosas importantes y que trascienden al personaje.

'Muerte a crédito'

'Muerte a crédito' DEBOLSILLO

Primera: con independencia de sus posturas políticas, una obra literaria se sostiene (o no) sin necesidad de más argumentos que los artísticos, entre otras muchas razones porque la literatura no tiene encomendada una alta misión moral, aunque en muchas ocasiones, como sucede con suma frecuencia en la tradición francesa, por ejemplo en el caso de Camus, ambas cosas coincidan. Que no sea así en las últimas novelas de Céline –las primeras son indudablemente las mejores–, no empaña ni un gramo su fuerza expresiva, intacta muchos años después de su creación

Y dos: el secreto del estilo del escritor francés, que es un ejemplo del fértil fenómeno gravitatorio del prosaísmo en literatura, reside en la utilización del lenguaje oral, incluyendo las amplias variantes de la procacidad y la obscenidad, como herramienta artística. Una apuesta sin duda arriesgada si tenemos en cuenta la gran música sinfónica del francés culto, donde escribir mal parecía, salvo muy raras excepciones, como Rabelais et alii, algo no sólo indeseable, sino técnicamente imposible.

'De un castillo a otro'

'De un castillo a otro' EDHASA

Si la literatura de Céline ha sobrevivido al tiempo y a sus inquisidores, incluso a sus críticos, es gracias a este sermo vulgaris y a su apuesta, a tumba abierta, por una infrecuente sinceridad que llega al extremo de entender el Holocausto. Deplorable, pero también ausente de fingimientos. La repugnancia de la opción política de Céline no es motivo –ni para Godard ni para sus lectores– para olvidar sus dotes creativas.

El escritor francés siempre creyó que su encarcelamiento se debía a la envidia de la nomenclatura cultural de su país, incapaz de digerir una obra como Viaje al fin de la noche. No era una media verdad, aunque esto tampoco ayude a salvar la dificultad de casar la buena prosa –incluso en sus panfletos más abyectos– con la frialdad de los asesinos. Si Henri Godard lo logra en este libro, que puede leerse al margen del personaje como una reflexión general entre el arte y la moral es debido a que, al contrario del patrón usual entre la crítica, que intenta ser políticamente correcta, cuando no sumisa, el profesor de la Sorbona otorga su valor y su autonomía a la creación literaria, frente a las pobres lecturas políticas.

'Céline escándalo'

'Céline escándalo' EDICIONES DEL SUBSUELO

“Céline” –escribe Godard– “es uno de esos escritores que mezclan la literatura con el mal, en la medida en que rechaza un optimismo que parece la condición necesaria de un enfoque moral”. Acaso de forma más cruda que otros, lo que hizo fue cuestionar el deseo del hombre moderno de aplicar su propia moral, lo que pone a sus lectores ante un interrogante capital: “¿Eres tú tan bueno como crees o dice ser?”.

Convendría hacerse esta pregunta antes de lanzar la primera piedra contra alguien que ya no puede defenderse no tanto de los otros, sino de sí mismo, y que, como insiste Godard, lo que buscaba es provocar emoción, ya fuera de afinidad o de repulsa, entre sus lectores, rindiendo así tributo al viejo pathos de los retóricos antiguos. “Yo no tengo ideas: soy un estilista”. Si Céline importa no es porque fuera un antisemita declarado –y no precisamente el único– o un depravado, sino porque, como escritor, era capaz de meter en sus libros una sucesión, rotunda y contradictoria, de emociones, igual que en un viaje suicida a bordo de la montaña rusa.