Mapa topográfico de Hydra (Grecia)

Mapa topográfico de Hydra (Grecia)

Letras

Hydra, un viaje (artístico) a la isla bohemia

Gatopardo Editores publica Los buscadores de loto, unas memorias de la escritora británica Charmian Clift sobre el nacimiento y la muerte de la comunidad artística, entre cuyos personajes estuvo Leonard Cohen, antes de que la isla griega se convirtiera en un escenario turístico

19 agosto, 2024 13:49

Hace unas semanas, al comienzo de la temporada alta del turismo, una de las más encantadoras islas de Grecia (que afortunadamente ha sabido conjugar la continua llegada de visitantes con la preservación de su carácter, si tal cosa es posible) ardía por una imprudencia flagrante. Una tripulación de zoquetes y un pasaje de merluzos tuvo la genial idea de lanzar bengalas o fuegos artificiales donde había atracado el yate. Imaginamos el jolgorio, la euforia, la hibris (esa soberbia castigada por los dioses del Olimpo), todo ello regado con alcohol. La consecuencia, un incendio en un pinar junto a la costa, de muy difícil acceso.Algún coche de bomberos, una ambulancia y un patrullero de policía son los únicos vehículos de motor permitidos en la isla, en la que cualquier transporte se hace con animales de carga o a bordo de una barca.

Como en otros incendios, hicieron falta para apagar el fuego medios aéreos, pero aquí más aún si cabe, por ese aislamiento de la mayor parte del territorio de la isla, a cuyas playas se llega desde embarcaciones que amarran en el puerto y que, sobre ser turista, al viajero, a la viajera, le proporcionan la breve ilusión de ser también Ulises o Calipso sobre las tintas aguas del mar de Homero. Tampoco es una isla en la que sobre el agua para sofocar las llamas. No bastan sus pozos. Pero no es necesario extenderse en todo esto. De las características de la isla antes de que se convirtiera en un destino codiciado da testimonio exacto un libro encantador, Los buscadores de loto (Gatopardo Ediciones) de la australiana Charmian Clift, con prólogo de su biógrafa Nadia Wheatley e ilustraciones de Nancy Dignan.

'Los buscadores de loto'

'Los buscadores de loto' GATOPARDO EDITORES

Clift llegó con su marido, colega y compatriota, el escritor australiano George Johnston, y los dos hijos de la pareja, en la segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo. Siempre ha sido muy de anglosajones buscar el Mediterráneo, para vivir o hasta morir allí (los Durrell o lord Byron ejemplifican ambos extremos). Formaron Clift y Johnston parte principal de aquella vanguardia artística y bohemia de escribidores y pintores que se aposentó en Hydra, a dos horas de ferry del Pireo, y se mal ganaron la vida como pudieron urdiendo novelas y colaboraciones en prensa a cambio de cheques que no siempre llegaban desde ciudades lejanas y remisas. 

Los australianos tiraron la casa por la ventana para precisamente comprarse una casa, un viejo inmueble isleño que tuvieron que reformar, justo cuando iba a nacer su tercer vástago. De las relaciones con el contratista y los vecinos, con un mediador y pintorescos tipos locales, con la pequeña piña que formaban los escasos extranjeros escorados a la excentricidad (entre los cuales hubo una española, excelente cocinera, casada con un maestro irlandés con aspiraciones literarias), trata este libro. De fondo, las tensiones poscoloniales en Chipre, que se filtran en esta vida diaria y afectan incluso a los niños.

Unas líneas, mediado el libro, dan buena cuenta de lo que era la preciosa Hydra en aquellas fechas: “Una isla de veraneo, un paraíso para los pintores, lo bastante alejada de los caminos trillados para suponer un auténtico descubrimiento, todavía sencilla pero con una fuerte personalidad propia. ‘Virgen’, se oye decir a la gente. La esencia de lo griego. Una auténtica joya”. Hombres borrachines dispuestos a engañar al forastero, mujeres de negro y pacatas, chicas casaderas que no encuentran con quién contraer matrimonio y miran de soslayo, el deseo sofocado inflamándolas, a un despechugado enfant terrible al que al final los lugareños celosos le darán un escarmiento. Mansiones que conocieron tiempos mejores, empedradas cuestas, tiendas en las que, en un rincón, beber retsina. Esta era la fauna humana y física.

Clift levanta una sabrosa memoria, mes a mes a lo largo de casi un año, de ese proceso de adaptación, y demuestra con creces sus dotes como ya había apuntado en otro libro de ambiente griego igualmente publicado por Gatopardo, Cantos de sirena. Brillan, por ejemplo, las páginas humorísticas, de las que está bien servido Los buscadores de loto, siempre amables, irónicas e incisivas, nunca meramente chistosas. También sobresale la capacidad de descripción, y la de mostrar, sin aspavientos ni jeremiadas, el estado semimenesteroso de ella misma y su familia. Porque Clift sabe observar lo mismo en el paisaje que en las gentes, tanto como en su interior, donde habitan los asombros, las zozobras y los desánimos. A la legibilidad y disfrute contribuye, además, la muy buena traducción de Patricia Antón.

Cartel de 'La sirena y el delfín', de Jean Negulesco

Cartel de 'La sirena y el delfín', de Jean Negulesco

Curiosamente, Clift no menciona nunca el nombre de la isla, y tampoco da los nombres reales de los actores y el director de una película que se rodó en aquel tan precario ecosistema, y que atando cabos el lector podrá hallar que se trata de La sirena y el delfín, de Jean Negulesco, con Sofia Loren y Alan Ladd como protagonistas, largometraje de un ingenuo entretenimiento en el que salen los principales escenarios de Hydra, convenientemente falseados pero aun así poseedores del genuino poder magnético de la isla. Es un episodio muy jugoso este del rodaje en el que se ven los conflictos entre esa sociedad todavía tradicional y el choque con la modernidad vestida de celuloide y recubierta de dólares. Un par de años después llegó a la isla otro bohemio, esta vez canadiense, que un día, estando en Londres, decidió dar el salto a Grecia. Se llamaba Leonard Cohen.

Todo el tiempo, mientras avanza en la lectura de Los buscadores de loto, uno espera encontrar que el cantante y escritor desembarca y se integra en el pequeño grupo de expatriados. En realidad, esto excede los márgenes temporales del libro, que queda a las puertas de esa llegada. Cohen se enamoró allí de la noruega Marianne y, como Clift y Johnston, se compró una casa por unos pocos dracmas en los altos del pueblo, al otro lado de donde tenían la suya los australianos.

Leonard Cohen durante sus años en Hydra

Leonard Cohen durante sus años en Hydra

Hydra es una maravilla idílica con sus blancos y azules, sus burritos y sus gatos, sus calas y playas. Y sus turistas, ay. Su luz mediterránea deslumbró en 1970 a otra gran escritora, la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andressen, acostumbrada al atlántico Algarve pero enamorada, nada más llegar y puede suponerse que ya de antes, de esta isla que comparece con otras griegas en algunos poemas suyos, muy especialmente uno extenso en el que imagina a Fernando Pessoa en esta tierra rodeada de mar, sentado a una de las mesas de los cafés junto al muelle. 

También la poeta andaluza Aurora Luque, traductora de Safo y helenista de una pieza, compuso versos sobre esta Hydra, en pasión compartida con Clift, Mello o Cohen, y en ellos aparecen las famosas esponjas que hasta la llegada del turismo constituyeron uno de los principales recursos económicos, vía exportación, de Hydra. El poema de Luque termina así: “Cómo podría desintoxicarme. / Dependo de por vida / de una droga. De Grecia”. Charmian Clift abandonó Hydra poco después de publicar su libro, y no fue mucho más larga su vida, pues se suicidó en Sidney en 1969. Entre los factores que la llevaron a esa muerte seguramente estaba, aunque la acuciaran otras angustias, no disponer ya de esa droga: Grecia, Hydra.