Hoteles en la niebla del tiempo (3): Sábana y mantel en el Delfinato francés
A Brillat-Savarin, el gran jurisconsulto de la Revolución Francesa, le apetecían el foi gras en brioche y la tarta Succés, dos platos que se mantienen dos siglos y medio más tarde en el Hotel La Pyramide
16 julio, 2024 20:20La Alta Saboya, puerta oeste del macizo rey, domina desde sus picos la Auvernia-Ródano-Alpes, el Delfinato francés. Su capital, representada por la Prefectura neoclásica de Annecy, conduce al descanso de La Pyramide, un hotel centenario de cocina sin carta, inventado un día por el sabio Ferman Point, cocinero de reyes. Después de un paseo por sus jardines umbríos, a Brillat-Savarin, el gran jurisconsulto de la Revolución Francesa y autor de La Fisiología del gusto (1825), le apetecían el foi gras en brioche y la tarta Succés, dos platos que se mantienen dos siglos y medio más tarde.
Muy cerca de La Pyramide, se ofrece L’Aubert du Pont du Collonges -mantel con derecho a cama- del llorado Paul Bocuse, fallecido en 2018, autor de la sopa de trufas negras, conocida como la sopa Giscard d'Estaing, en recuerdo del político elegante que le concedió al cocinero una Legión de Honor.
Vino delicado para todos los bolsillos
Resulta imposible arrancar en Annecy sin recordar a Proust en el pequeño hotel clásico de la ciudad flanqueada por picos nevados reflejados sobre el espejo de un lago de aguas turquesas. Allí, el joven Proust trata de curarse el asma por primera vez por indicación de su madre y pone en marcha el delirio de acostarse y desvelarse a horas tempranas, descrito después en la Recherche. Estamos en las rutas del Ródano y del Isère, donde los chef atizan sus marmitones y los bodegueros disponen de los mejores caldos del Pinot Noir y el Chardonay.
Es también la tierra del beaujolais, el vino delicado al alcance de todos los bolsillos. Allí, en la histórica comunidad de Vichy, que fue la capital de la Francia de Pétain durante la ocupación alemana, perdura el Hotel de Beaujolais en el que se instala Samuel Beckett, con un talonario de un banco irlandés que no podía operar en Francia. James Joyce y su esposa, Nora, le preceden en el mismo establecimiento sobreviviendo gracias a la ayuda de Valery Larbaud, el escritor casi secreto que dejó una herencia sobresaliente en las letras de Francia.
Dinero para Beckett
Con los alemanes a punto de pisar suelo francés, Larbaud, paralizado por la esclerosis, le endosa un talón generoso al mismo Beckett, como tabla de salvación. Años más tarde, retoma allí su aliento el mejor dramaturgo contemporáneo de los EEUU, Arthur Miller, atraído a Europa por Inge, su tercera mujer. Empieza en el mismo Beaujolais la redacción de su Incidente en Vichy, la vida del noble Joseph Von Schwarsenberg, el aristócrata elegante y rico que se negó a respaldar a los nazis.
Cuando Vichy es ya un símbolo de la derrota, la Europa de las letras y las artes escapa de los nazis a golpe de solidaridad. Sobre el suelo arcilloso del pasado, al buen conductor le será fácil atravesar el Col du Cerdón para rendir homenaje frente a la estatua dedicada a la Resistencia, bajo la que Louis Aragon estampó este epitafio grabado en la piedra: “donde yo muero renace la patria”.