El escritor Josep Pla

El escritor Josep Pla WIKIPEDIA

Letras

Pujols, Pla, Aparicio y el juego del gato y el ratón

El escritor ampurdanés nunca logró que Francesc Pujols le contara anécdotas de su vida para escribir una especie de 'Vida de Manolo', que tanto éxito tuvo sobre el escultor Hugué

20 abril, 2024 21:10

Será este el tercer y último artículo que dedico a comentar Un cor furtiu, la copiosa biografía de Josep Pla por Xavier Pla, que se ha publicado recientemente en catalán y en mayo tendrá edición también en castellano. Como en el anterior destacábamos, aunque entre interrogantes, el incierto valor conclusivo del hallazgo de una carta de Pla, entre los miles de documentos inéditos que atesora la familia y que el biógrafo ha podido consultar en el que parecía haber delatado a su protector o ex protector Cambó, par dar cuenta de las últimas impresiones de la biografía nos centraremos en un episodio más divertido: la vana persecución de Pla a Francesc Pujols, y la otra cara de la moneda, la persecución de Juan Aparicio a Pla, no menos vana.

De la obra de Francesc Pujols (1882-1962) sólo es conocida y muy repetida la boutade según la cual llegará el día en que los catalanes sólo por serlo podrán ir por el mundo y lo tendrán todo pagado. “A fin de cuentas, pensándolo bien, más valdrá ser catalán que millonario”. Sus razones para llegar a tal conclusión están expuestas en Concepte General de la Ciència Catalana. Montó su propio sistema filosófico, llamado Hiparxiologia o Ciència de la Existència, que me temo que es de fatigosa penetración. Fue un tipo muy peculiar, una personalidad excéntrica y quizá un intelectual estimulante, que impactó entre sus contemporáneos y deslumbró a Dalí: éste le consideraba el mayor filósofo que hubiera dado Cataluña y puso su efigie a la entrada del museo de Figueras, donde figura grabada en piedra su frase: “El pensamiento catalán rebrota siempre y sobrevive a sus ilusos enterradores”.

A Pla también le fascinaba Pujols. Él había publicado en 1928 la Vida de Manolo contada por él mismo, la biografía del escultor Manolo Hugué, prototípico artista bohemio, con mucho éxito, y quería repetirlo con una biografía de Pujols, el “fundador de religiones” que vivía en Martorell.

Portada de Xavier Pla sobre la biografía de Josep Pla

Portada de Xavier Pla sobre la biografía de Josep Pla

En su intercambio epistolar, éste se mostraba entusiasmado con la idea y se declaraba rendido admirador de la pluma de Pla y ansioso de empezar a trabajar con él, pero mientras le cubría de los elogios más halagadores y ditirámbicos le daba largas continuas, aduciendo las razones más peregrinas para no encontrarse con él. ¿Por qué se zafaba Pujols? Porque sabía que Pla le quería sonsacar anécdotas jugosas y cotilleos sobre su vida, convertirle en un “Manolo bis”, y a él esto no le interesaba, pues lo único que le importaba era dar a conocer su filosofía.

Pla por fin fue a pasar unos días en Martorell, localidad que parece ser estaba infestada de moscas. De hecho Pujols se jactaba de matarlas con gran pericia gracias a unas palas flexibles de plástico, con mango de alambre, que había importado de Estados Unidos a tal fin: los primeros matamoscas que llegaron a España.

La estancia junto a Pujols fue decepcionante: éste no hablaba de su vida, sólo le pasó abstrusas “notas” por él escritas sobre sus aportaciones filosóficas al conocimiento mundial, y Pla se volvió a Barcelona, donde iba, gesticulante, comentando a todo el mundo: “¡Las moscas! ¡Las moscas me han echado de Martorell!”

Su libro sobre Pujols, en realidad medio escrito por éste, fue un fracaso de ventas y una decepción grande para Pla, que ya estaba acostumbrado al éxito.

Pero era tenaz y pasada la guerra civil, cuando volvió a Llofriu, se propuso convertir aquel fracaso en éxito reescribiendo el libro, centrándolo, esta vez sí, en la biografía y no en la filosofía de Pujols, y para ello volvió a asediarle con constancia, invitándole a su masía y prestándose a volver él a Martorell, y en respuesta el filósofo seguía llamándole “Querido maestro” y “príncipe de los escritores” y otros caramelos, y a felicitarle por sus admirables y exquisitos libros y artículos, que leía sin saltarse ni uno con el máximo deleite,  pero escurría el bulto, o, en catalán, es feia el fonedís. Se deduce que sencillamente no quería convertirse en el libro de otro.

La persecución de Pla duró varios años. Cesó cuando, exiliado en Francia durante la guerra, Pujols, que se aburría solo en su hotel, fue abordado por un periodista, se puso a darle conversación y le dictó su biografía, chispeante de anécdotas. El desengaño fue para Pla fenomenal. Por fin tiró la toalla.

El escritor Josep Pla

El escritor Josep Pla

Me pareció divertido, leyendo El cor furtiu (hasta la página mil: el volumen tiene mil seiscientas pero la vida es breve y, francamente, ni puedo ni quiero, por interesante que sea, navegar ni un minuto más en semejante paquebote), que después de la guerra civil, cuando Pla se instaló en la masía de su familia, esta situación con Pujols se repitió, pero al revés, en los años cuarenta con Juan Aparicio (1906-1987), dirigente falangista al que había conocido en Madrid en tiempos de la República. Ahora éste era director general de Prensa en Madrid y le dirigía cartas reclamándole, con cierta brusquedad marcial, artículos para los medios que dirigía. Y aunque Aparicio le había dedicado desde las páginas de algún rotativo pullas hirientes y ofensivas, a cuenta de sus catalanadas y de otros desencuentros que ahora sería largo exponer, Pla se los enviaba… hasta que el otro dejó de ocupar el relevante cargo. Él, además, ahora tenía Destino para publicar cada semana y parece que procuraba mantenerse alejado de la prensa del Régimen al que había servido pero del que se había desengañado y del que trataba de distanciarse todo lo posible.

A partir de entonces dejó de responder a las cartas de Aparicio, que estaban escritas, por cierto, en un tono muy propio de la época, reclamándole artículos sobre temas también muy de la época:

“Le ruego me remita un artículo suyo inédito, que comente, a ser posible por el lado irónico o humorístico, el veraneo en las playas de la Costa Brava hace treinta o cuarenta años”…

“Ruégole me remita un trabajo suyo, inédito, sobre el tema ‘El circo de antaño’”…

“Le invito a que tenga la atención de remitirme un trabajo de su firma sobre el tema ‘La postguerra (de la primera guerra mundial) en España y los viajes en España’, que puede tocar desde un punto humorístico, anecdótico, satírico, o como lo estime oportuno y el tema lo requiera según su criterio”.

Monumento de Dalí a Francesc Pujols en Figueras

Monumento de Dalí a Francesc Pujols en Figueras

Esos artículos no se escribieron y, según el biógrafo, Pla no respondió a esas cartas. Xavier Pla no explica cómo lo sabe, pero como el tema es divertido vamos a darlo por cierto:

El silencio de Pla exasperaba a Aparicio. Al cabo de una semana éste le envía un telegrama a la redacción de Destino. “Ruégote me remitas un trabajo de tu firma con destino a las páginas centrales que recogerán únicamente ocho temas de dicha postguerra en la vida española”. Cuatro días después, segundo telegrama urgente: “Insisto en solicitarle su trabajo para páginas El Español que espero recibir urgentemente. Considero debe colaborar”. Una semana después, el tercer telegrama: “Recalco urgencia extrema. Dicho artículo debe estar en mi poder como máximo antes próximo sábado”.

Dice el refrán que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y muchos años después Aparicio seguía disparando su prosa contra el astuto ampurdanés.

Me gusta pensar, aunque sea disparatado, que así se vengaba Pla de los disgustos que le habían causado Pujols y las moscas de Martorell, aplicándole al falangista un castigo mucho más hiriente y radical que las lisonjas inconsecuentes del escabullidizo filósofo: el silencio.