Inventarse todo o el genio de Enrique Vila-Matas
Se edita ahora 'Ocho entrevistas inventadas', un libro que recoge creaciones del escritor sobre Marlon Brando, Rudolf Nureyev, que, en su inicio, deberían haber sido 'entrevistas'
24 febrero, 2024 18:32Conceptualmente lo más sugerente que he leído en estos últimos tiempos es este delgado librito (de H & O editores) que reúne Ocho entrevistas inventadas por Enrique Vila-Matas. Es un salón de espejos de desconchado azogue donde el lector se refleja y pierde y…
Con perdón.
Llega este librito ahora muy oportuno. Si se hubiera publicado hace veinte o treinta años, cuando era tan indiscutible la fe en la primera plana del periódico, la desfachatez del autor, descubierta, hubiera sido escandalosa.
Escandalosa, porque en principio cuando una entrevista periodística con una estrella del cine o de la literatura, como las que aquí se reúnen, se publica en una revista o un periódico, se parte del principio, del a priori, de la veracidad de lo que allí se cuenta. Si se conculca ese pacto ya en adelante no es posible recabar la credulidad del lector, ni propiamente la fe en el periodismo.
Ahora los lectores, por lo menos algunos lectores, son más cínicos y sofisticados, y celebrarán como un magnífico bromazo haber leído entrevistas que, aunque la mar de interesantes, tenían un pequeño, pero demoledor defecto: que eran falsas. Invención del supuesto entrevistador.
Teniendo veinte años de edad, y enviado a entrevistar a una estrella anglosajona sin saber palabra de inglés, Enrique Vila-Matas consideró más cómodo y entretenido (y supongo que más creativo) sencillamente inventarse las entrevistas que no había sostenido con Marlon Brando, Rudolf Nureyev, etcétera.
Algunas de ellas son deliciosas y, para quien conozca un poco, quien haya leído algunos libros de EVM y reconozca su voz, se superponen, en esta impostura, capas y capas de sentido, y de sentido de la travesura. Valor textual enriquecido por lo que previamente ya sabíamos del personaje entrevistado, y lo que esperábamos de la “entrevista”, más la sorpresa de lo que el personaje dice, cosas basadas en esa realidad ya conocida pero a menudo más ricas y raras; más la capa de saber que todo es un juego o un engaño y el “artista” y su “modelo” son la misma persona.
El realismo (falso) del relato altera para siempre la imagen que teníamos de la celebridad, y aunque por norma general la realza, esa alteración luego se siente como una venganza del lector anónimo que uno es, el ciudadano llano que uno es, contra la ofensiva gloria, tan cercana, de las llamadas “estrellas”.
Yo detesto las novelas y las series televisivas que mezclando realidad y ficción ponen a hablar, al servicio de los designios del guionista, a personajes de la Historia; salvo en casos excepcionales y breves, como por ejemplo la aparición de Napoleón en el campo de batalla de Guerra y paz. Lo demás es un indecente saqueo y rebajamiento.
Pero no me importa nada cuando lo que se saquea no es a la personalidad o el drama vital de una persona célebre sino su aura mítica, popular y pop, que es la que se refleja en las entrevistas de los actores. Seres espejados, en realidad aquí no se trata de saqueo sino propiamente de relleno, de enriquecimiento. Si el impostor además es EVM, la víctima tiene que estar agradecida de esta que no es desvirtuación sino aumento de ser, y agradecida también por el humor del proceso.
¡Cuánto más reales y pletóricas son estas personalidades como se muestran en las entrevistas inventadas de EVM que en sus entrevistas reales! ¿Y qué más da la persona real oculta detrás de unas y otras, y si quisiera mostrarse o no tal como realmente es? ¡Aquí no estamos para psicoanálisis, sino para literatura y juego!
Saludaría, en la publicación de estas Entrevistas inventadas, que se nutren de nuestras ideas previas, de la existencia real de unos personajes, y de la imaginación del impostor, el nacimiento de un nuevo género literario, un género mestizo de realidad, imágenes mentales y ficción, si no fuese porque soy consciente de que escribir otro libro así –no digamos ya una serie de libros— es imposible, pues condición sine qua non es que esas ficciones hayan sido publicadas crédulamente en medios de comunicación rigurosos, y hoy día esta clase de imposturas se descubren de inmediato, y quedarían desautorizadas, vilipendiadas, al minuto.
Más libros como éste yo supongo que no pueden escribirse: sin las condiciones, sin el contexto, sin el engaño que les dieron pie, estas “entrevistas inventadas” se reducirían a la condición (no digo que sea despreciable) de pastiche.
Así que, sin detenerme a glosar la gracia inventiva de EVM, ya tan notoria y acrisolada, saludo aquí a un género literario tan travieso y descarado, tan iconoclasta y valiente (quizá por inconsciencia), que no puede repetirse, como un juego de magia cuando ya te han enseñado el truco.
Un castillo de fuegos artificiales, fulgurantes y fugaces; un género que en este libro tan breve que parecería modesto, y tan desenvuelto que es único, aquí empieza y acaba.