Los ‘letraheridos’, el “hermoso catalanismo” que partió de Montaigne
Álvarez de Miranda recorre la lengua española en ‘Medir las palabras’, con todas las pistas para conocer orígenes de muchos vocablos
11 enero, 2024 19:28Esa flecha que se clava en los corazones, en los libros, como se ilustró en la Feria del Libro de Madrid en 2015, a cargo de Fernando Vicente: una mujer con un “rostro jubiloso” que estrechaba sobre su pecho un libro en el que aparecía clavada, a la altura del corazón, una flecha de un rojo intenso. La palabra había tenido éxito. Los ‘lletraferits’, el vocablo catalán, por el que “se siente una pasión extremada por la literatura”, también existían en lengua castellana o española. Pero, ¿quién la había utilizado? Nada menos que Montaigne. ¿Cómo?
Lo explica Pedro Álvarez de Miranda, en su libro Medir las palabras (Espasa). El filólogo y profesor, miembro de la Real Academia Española (RAE), ha rastreado palabras, y presenta el origen de muchas de ellas, con el objetivo de actualizar sus significados. Una de ellas es “letraherido”. El Diccionario de la Lengua Española lo recoge por primera vez en su edición de 2014. Señala que se trata de un adjetivo solo usado en España, y no, al parecer, en Hispanoamérica. Procede directamente del catalán “lletraferit, y significa, “pasión extremada por la literatura”.
Pero el vocablo tiene un precedente maravilloso. Álvarez de Miranda recuerda que es nada menos que Montaigne quien lo utiliza en sus Ensayos. En el capítulo XXV del Libro I, con el título de Du pédantisme, se puede leer:
“Mon vulgaire Périgourdin appelle plaisamment Lettreferits ces savanteux, comme si vous disiez lettre-férus, auxquels les lettres ont donné un coup de marteau, comme on dit”. (En traducción de Javier Yagüe Bosch: “En mi dialecto del Périgord llaman a esos sabihondos con mucha gracia lettreferits, como si dijéramos letraheridos; o sea, aquellos a los que las letras han asestado un martillazo, es un decir”.
La paradoja es que el francés no retuvo el adjetivo lettre-féru. En catalán, en cambio, la palabra existe, aunque el significado es algo distinto a como después se ha incorporado a la lengua castellana. El Diccionari català-valencià-balear de Alcover y Moll la define como “instruït, que ha llegit molt”. Álvarez Miranda rastrea y comprueba que el vocablo viene de antiguo, como apuntó Coromines. Y que es Francesc Vicent García, el célebre Rector de Vallfogona (1583-1623) quien lo utiliza. Se trata del comienzo de “A una senyora molt hermosa, que galanteiantla un Cavaller, se feu Religiosa”, que se incluye en La armonía del Parmàs (1703):
“A Vos, la Lletra ferida/ Io lo ferit de aquel Art/ A qui de fletxas mantenen/ Aqueixos Ulls soberans.
El autor de Medir las palabras considera que en la segunda mitad del siglo XX el catalán lletraferit dio lugar, en la lengua de autores que, “habiendo nacido en Cataluña o residiendo en ella, escribían en castellano, al calco compositivo ‘letraherido’”.
Por ejemplo, en una carta de Jaime Gil de Biedma a Carlos Barral, en 1956, desde Manila. “Te escribo desde la oficina, mientras en torno cantan el vals de los ventiladores. Realmente no es éste clima para letraheridos: mi cabeza pierde filo y mi caligrafía lleva camino de convertirse en algo infantil”.
Álvarez de Miranda demuestra que la palabra ha ido evolucionando en la lengua castellana. También en la catalana. Del primer significado, sobre la “instrucción” del supuesto ‘letraherido’ se ha pasado a la “pasión” por la literatura.
La idea se muestra a partir de un pasaje del crítico Ángel Basanta: “Pronto fue (Umbral) un letraherido, enfermo de literatura, poseído por la pasión de escribir como enfermedad y locura sin otro remedio que la escritura misma” (ABC, 4 de octubre de 1996).