Portada de un disco con grabaciones de poemas de Dylan Thomas

Portada de un disco con grabaciones de poemas de Dylan Thomas

Letras

Dylan Thomas, nostalgia y gamberrismo

La editorial Nórdica reúne en un volumen los cuentos completos del afamado escritor galés con la gloriosa traducción de Miguel Martínez-Lage, todo un universo de poesía y visiones espectrales

12 diciembre, 2022 19:20

El final de Dylan Thomas, su temprana muerte cuando no había cumplido aún los cuarenta años de edad, es de sobra conocido. Cuando expiró en Manhattan un día de noviembre de 1953, declaró haberse empinado aquella noche dieciocho whiskies, cantidad demoniaca y épica: más que las tribus de Israel y menos que los pares de Carlomagno. Suficiente, en cualquier caso, para tumbar a un hombre. Algún estudio desmitificador ha puesto en tela de juicio la versión oficial propia de la autoficción de borrachín empedernido y ha establecido que en realidad Thomas ya estaba enfermo de pulmonía y alguna otra dolencia, y que lo que le dio la puntilla al escritor de Swansea fue la salida intempestiva en noche fría (como a Bécquer viajar al aire libre en un ómnibus madrileño, cuando ya padecía bronquitis u otra variedad parecida del infortunio).

El caso de Thomas (nacido el año en que estalló la Gran Guerra) es en parte parejo al de otro originario de las húmedas tierras célticas, el irlandés Brendan Behan, que también hizo las Indias en la América del Norte y tuvo, como el galés, éxito en la radio y –figura exótica, un elefante en la cacharrería– en la prensa en general. Behan sobrevivió algo más –sobrebebió algo más– y, si en su obra el alcohol también tiene carta de naturaleza, en la de Thomas no brilla por su ausencia, sobre todo en su obra en prosa, repleta de tabernas, camareros y pintas.

Sello británico dedicado a Dylan Thomas

Sello británico dedicado a Dylan Thomas

Porque Thomas no es solo el autor de una poesía portentosa en su brevedad y hondura, llena de ritmo y aliteraciones, de palabras que parecen generar otras con capacidad proteica, recreadora de formas olvidadas de raigambre provenzal y virtuosa marquetería. Fue asimismo un reconocido cuentista y artífice de una personal dramaturgia lírica, precisamente dirigida a la radio. En ella triunfó con El bosque lácteo, en cuya adaptación cinematográfica posterior intervinieron Elizabeth Taylor y su paisano Richard Burton, que también grabó sus poemas.

Cuentos completos (Nórdica, 2022) reúne esa producción narrativa en gloriosa traducción de Miguel Martínez-Lage y con el añadido de una presentación empática y valiosa de un colega suyo en las vicisitudes de la prensa, Manuel Vicent, pues Thomas se ganó la vida escribiendo en periódicos (como se atisba en alguno de sus relatos, en los que hay no poco de autobiografía fragmentaria, espejo en añicos). Los veinte cuentos de Hacia el comienzo, primera de las colecciones que integran el presente volumen, tienen algo de estrambótico, un  es no chocante y caprichoso que juguetea con el maltrato, la violencia, la locura, el sexo, la idiotez, la alucinación, el incesto. Y se sirve de las visiones espectrales y del onirismo (hay bastante de sueño o pesadilla, o cuando menos de mala digestión, en la obra de Thomas).

Lo mismo que otros escritores han trazado una cartografía imaginaria para situar en ella sus narraciones, Thomas emplaza muchos de los cuentos de su primera época (pecios de lo que iba a ser una novela) en un ficticio valle de Jarvis, junto a unas colinas del mismo nombre. Allí reconstruye la atmósfera vivida en su infancia, evocación que posee simultáneamente nostalgia y gamberrismo, amor por el detalle y fantasía sin tasa. Y una vez y otra florece en ellas la visión inspirada, la cornucopia de las analogías: “La poesía era una simple ristra de palabras puestas a secar como pimientos” ('El visitante'). O: “silbó un pájaro como silba la guadaña en el trigal” (ídem). En ocasiones siembra sentencias e imágenes sorprendentes, tan rotundas como discutibles: “Solo lo torpe y lo feo, solo lo estéril da fruto” ('El niño en llamas').

Igualmente abunda un tono maravilloso y estupefaciente, como en este párrafo que no es tanto deudor de Los viajes de Gulliver como de la tradición sobre gigantes del folklore de su tierra, señaladamente en la figura de un rey de cuyo complicado nombre hago excusa en la segunda rama de los Mabinogion: “Vio que la tierra se tragaba los campos sembrados y que los árboles del bosque se reducían al tamaño de tallos minúsculos, y vio cómo le cabían el campo y el paisaje entero en el cuenco de la mano, encogida la tierra como una prenda recién lavada” ('Una vista del mar').

Dylan Thomas

La plasticidad poética brilla en el comienzo de 'Un sábado de caos', cuyo primer párrafo es un prodigio de la descripción digamos inventiva. Idéntica propensión a la fantasía aflora pocas páginas adelante en el mismo relato cuando se mezclan realidad y vigilia (algo compartido con lord Dunsany). Sueños y psicologismo están presentes, también, en 'Un buen comienzop, donde hallamos además flujo de conciencia. El cuento 'Igual que los perros' recoge una escena de la que, uno se barrunta, Thomas sería testigo muchas veces si no protagonista de ella precediendo a la resaca: “La taberna de Fishguard Alley, donde los asiduos a las bebidas espirituosas bailaban sin cesar en brazos de los policías”.

Retrato del artista cachorro (1940, en homenaje al libro de título parecido de Joyce) lo componen otros diez relatos. Aquí aparece una voz narrativa que es la del propio Thomas. Y hay un humor cruel, como en el cuento en el que un cura insta al narrador a acusarse de lo peor que haya hecho. Este entonces hace memoria, interior y cómicamente, de una retahíla de vejámenes y pecados que ha cometido para hacer a renglón seguido protesta de su inocencia. En 'Viaje de regreso', del volumen póstumo Con otra piel, vemos que Thomas se describe a sí mismo. Un cliente de un pub repara y dice: “Ahora me acuerdo de un menda como el que dice usted. Bueno, esperemos que no hubiera dos iguales. Trabajaba de reportero. Sí, solía encontrármelo en Las Tres Lámparas. Empinando el codo. (En tono de voz confidencial)”.

Dylan Thomas

'Los perseguidores', por otra parte, después una enumeración de travesuras como de trasgo, noquea con un final sorprendente y mágico. 'Un buen comienzo', primera parte de lo que podría definirse como una novela formada por varios relatos seguidos aunque no independientes, coquetea con ese género tan británico del nonsense, del absurdo. Por ejemplo, hay una simultaneidad de cosas contradictorias entre sí: “sabía que tendría una tez de gitana, y que sería blanca como la leche”. 'Recuerdos de vacaciones' recuerda, valga la redundancia (en realidad anticipa), a Georges Perec y su Me acuerdo (1978).

Miguel Martínez-Lage fue un traductor encomiable que hasta su muerte en 2011 acopió dos centenares de libros a los que dio carta de naturaleza en español. Tres años antes de fallecer recibió el Premio Nacional a la Mejor Traducción por su Vida del doctor Johnson, de James Boswell. Lo que podría haber sido mala suerte (la aparición simultánea de otra traducción de ese monumental libro, que nunca antes se había vertido al español) resultó ser, para quien pudiera comparar ambos resultados, un triunfo. Porque Martínez-Lage no se limitó a trasladar con rigor el texto: también se batió el cobre para aderezarlo con los sabores de la prosa dieciochesca, de modo que uno puede llegar a pensar que está leyendo a Cadalso o algún contemporáneo suyo.

Cuentos completos

El traductor de estos Cuentos completos de Dylan Thomas despliega multitud de aciertos y apenas se le puede sorprender un error (“quieto” por quiet en lugar de “callado”, o “cerrojo” en vez de “llave”). En otro momento cae en el engaño del “falso amigo” conductor, que no es en español “conductor” sino “cobrador” o “revisor”. A veces omite alguna palabra del original, pero asegura la prestancia del resultado. Su tratamiento del verso es desigual: igual lo traslada en párrafos de prosa que corta los renglones a imagen de los versos.

Pero demuestra una gran ductilidad para el lenguaje, ya sea este coloquial o elevado, y acierta en espolvorear, cuando procede, la traducción con expresiones y modismos que aportan el necesario tono coloquial que predomina en la mayoría de los diálogos. Adapta cuando hay juegos de palabras y chistes. Acierta, acierta, acierta. O acertó, porque murió hace once años y este libro ya apareció hace dos décadas con el título Relatos completos en Mondadori, Debolsillo y Sudamericana y, luego, en 2012 en RBA, donde podría haber tenido más larga vida si no fuera RBA editorial que puede ser recordada tanto por lo publicado como por lo que ha hecho descatalogar, incluidas colecciones enteras. Felicitémonos por este rescate.