La obra de arte automática
Oriol Vilanova expone en Madrid y Barcelona nuevas instalaciones a partir de su mítica colección de tarjetas postales
23 enero, 2022 00:00Oriol Vilanova (Manresa, 1980) expone a la vez en Barcelona y en Madrid partes de su mítica colección de postales, que gracias a su trabajo con ella se dispara en mil sentidos, y de la cual vimos una amplia muestra en el año 2017 en la Fundación Tàpies. Simultáneamente, Vilanova participa en tres colectivas, en Como (Italia), Valladolid y París.
Ayer, sábado, se inauguró en la galería dels Àngels de Barcelona Segon mercat. Y en la galería Elba Benítez de la capital seguirá abierta hasta el día 5 Con los ojos abiertos en la oscuridad. Ambas exposiciones giran en torno a esa obsesiva manía del artista por visitar los mercados de segunda mano, el Sant Antoni en Barcelona, el Rastro en Madrid, les Puces en París, Jeu de Balle en Bruselas, etcétera, en busca de postales --que no compra a voleo, sino eligiéndolas cuidadosamente según criterios tan rigurosos como personales-- y de otras mil cosas.
El artista con su paradita
--Esos mercados --me dice-- son espacios de digestión de la historia. En los de Bélgica, por ejemplo, encuentras muchos restos del pasado colonial del Congo, y ves cómo todos los materiales del pasado se hacen presentes otra vez, afloran, aunque sea de una forma devaluada, como pecios de naufragio: figuras, objetos, libros, armas. En estos mercados el imaginario del siglo XX, y también del XXI, vuelve a convertirse en presente.
Vilanova es un artista leído que también ha practicado, no sé si aún lo sigue haciendo, la escritura, y se explica con precisión. Dice:
--El mercado de segunda mano se hace ecológico de verdad, al reciclar lo que había caído en desuso, lo que estaba destinado a ser escoria. Me interesa la idea del vendedor de mercado como artista que instala su paradita un poco como un artista dispone su instalación. O como el director distribuye en las salas de su museo los tesoros de la colección. El vendedor, según va vendiendo, va re-configurando su despliegue... Esos mercados son ya uno de los pocos espacios de sorpresa que nos quedan en las ciudades, cambian cada día…
Esta idea (del mercader como artista de la instalación) cuaja en las dos piezas que expone Oriol Vilanova en la galería dels Àngels. Una consiste en un mural, una pared entera de la galería cubierta por cientos de copias de la misma postal (que representa --pero esto es secundario-- un banal paisaje de la Cerdanya, del Pirineo francés). Ahora bien, cada una de las setecientas postales, aunque en origen es idéntica a las otras, es diferente y única, porque ha sido “intervenida artísticamente” por la mano del comerciante que se las vendió en bloque a Vilanova (el cual a veces expone también las postales de su colección por el reverso, o en cajas, de manera que no se pueden ver, por motivos de estrategia artística que no vienen al caso).
El vendedor, con el objetivo de quitarle valor a las postales para que el artista no pudiera venderlas de una en una, se tomó la molestia de irlas “estropeando”, tachándolas todas con bolígrafo, dejando así en cada una un rastro único, hecho de rayas o garabatos, y convirtiendo ese gesto de “devaluación” de la imagen en un acto de pintura automática, de variedad en la repetición.
Serie pictórica
La otra sala presenta la película Reproduccions (2021): un bloque de dieciséis monitores donde se suceden miles de imágenes, fotografías tomadas por el artista en el mismo mercadillo de Bruselas durante sus reiteradas visitas en esos nueve años que lleva viviendo en la ciudad, que preservan esas composiciones o configuraciones fugaces de las que hablábamos.
Me encantaría estar en Barcelona para ver esta exposición, que me recuerda el libro de Gómez de la Serna El Rastro, y el de Trapiello con el mismo título, y mis puntuales (más infrecuentes aún desde que empezó la pandemia), visitas a ese mercadillo donde, como en todos, se juntan lo utilitario, lo fetichista, los objetos que evocan mundos que han naufragado, el hallazgo, y también la repugnancia del síndrome de Diógenes…
Hay una poética compleja en las tarjetas postales, que también son un artículo anacrónico y en vías de extinción, que Oriol Vilanova no sé si es el primero pero desde luego es el que mejor y más a conciencia ha sabido explotar. Siempre vale la pena visitar sus exposiciones. En la galería de Madrid, que visité ayer, se expone una de las series de su colección, sobre el tema de la nieve, cubriendo las montañas o las ciudades. Es una serie muy pictórica, por los colores dominantes y casi únicos del blanco y el azul. Junto con otras dos piezas móviles --sendos expositores de postales, a los que ha incorporado luces y un motorcito para que roten, como en las obras de arte cinético o como imágenes de calidoscopio--, basadas también en su colección, pero una con el motivo de las lechuzas y búhos, y la otra con el de las naranjas, conforma un conjunto lleno de sugestiones, de atractivo.