Javier Gutiérrez: "Las plataformas salvan nuestra industria pero es como vender el alma al diablo"
El actor asegura que le "provoca desazón ver cómo cambian los gustos y se consumen películas en móviles y tablets"
23 enero, 2022 00:00Javier Gutiérrez (Luanco, Asturias, 1971) es uno de los actores más reconocidos de la escena española. Con dos premios Goya en su haber y decenas de reconocimientos por sus papeles en cine y televisión, el teatro es su refugio, y Andrés Lima su mejor aliado.
Lo reconoce el mismo intérprete que se ha vuelto a poner bajo las órdenes del reputado director y dramaturgo para dar vida a Herb en Principiantes, un hombre aficionado a la bebida que junto a su mujer invita a una pareja joven a una cena y acaba de la peor manera posible. Un texto de Raymond Carver que se puede ver hasta el 6 de febrero en los Teatros del Canal de Madrid.
--Pregunta ¿De qué hablamos cuando hablamos de ‘Principiantes’?
--Respuesta: Es una obra basada en textos de Raymond Carver, versionados por Juan Cavestany, que es un seguidor de la literatura carveriana y dirigida por Andrés Lima, quien creo que es el director o uno de los directores más conocedores del alma humana en estos momentos. Su bagaje vital y esa comunión que tiene con Juan Cavestany tras tantos montajes hacía que fueran la pareja vital para este texto de Carver.
Y Carver habla de las relaciones de pareja, de lo mal o de lo poco que sabemos del amor y a la hora de enfrentarnos a él. Todo eso bañado con mucho alcohol, muy presente en la vida y los textos de Carver. Cualquiera que no conozca a Carver podrá conocer de primera mano su espíritu y quien lo conozca disfrutará de la obra.
--Una visión de la vida y el amor, muy dura, ¿no?
--Quien quiera disfrutar de una versión romántica o idealizada del amor este no es el lugar para poder disfrutar de ello [sonríe]. Igual que los textos de Carver, el montaje no es nada complaciente, requiere de un público muy activo, dispuesto a dejarse contaminar y acercarse a cierta sensación de peligro. Al igual que los textos de Carver que son desazonadores y angustiosos y a uno le dejan con el cuerpo cortado, el montaje tiene mucho de eso. El teatro en sí, o al menos el que me conmueve, es el que me hace sentir incómodo en la butaca, el que me interpela y me trata con inteligencia, me plantea preguntas y me deja pensando en lo que he visto y me invita a reflexionar después.
--Además, su personaje es parte de una pareja experimentada que da una serie de consejos a una más joven.
--Son dos parejas, una muy veterana y posiblemente en el invierno de su relación porque es muy tóxica, y otra que acaba de empezar y está a las antípodas. Quedan para tomar una copa antes de ir a cenar y la cosa se les va de las manos hablando del amor y bebiendo, lo que les hace desinhibirse y lanzar verdades a bocajarro y demuestran lo mal o poco que gestionan el amor en sus vidas. Nada es lo que parece en Carver. Una cosa es lo que sucede y otra la que se diga, yace un subtexto por debajo y, al igual que el texto, los gestos y miradas son muy importantes. Además, los Teatros del Canal son un gran espacio para ello porque es un montaje casi cinematográfico, de primeros planos, donde el detalle se aprecia mucho más. Y lo que se ve es muy importante.
--Y supone el enésimo reencuentro con Andrés Lima desde Animalario. ¿Cómo son esos reencuentros?
--Es como volver a casa por Navidad [ríe]. Con Andrés siempre es un disfrute porque, como te dije, es un gran conocedor del alma humana, con mucho bagaje vital, ha sido actor antes que director y conoce muy bien los problemas de los actores, cómo acercarse a ellos, resolver dudas y conflictos que les surge. Nunca te abandona, siempre te da la mano y, en este sentido, yo soy capaz de lanzarme sin red si voy de la mano de Andrés. Un ejemplo claro: pocas veces me he enfrentado a un personaje tan complejo y del que es difícil salir airoso como es un Macbeth y lo he hecho de su mano porque sabía que no me iba a abandonar en el viaje y me hacía sentir seguro.
--¿Qué significó Animalario para usted?
--Fue un salto cualitativo en mi carrera. Yo hacía muchísimo teatro independiente y cuando llegué allí se me abrió un mundo que desconocía como el del cine y la televisión. Yo empecé allí gracias a espectáculos como Alejandro y Ana, porque los montajes de Animalario se convertían casi en acontecimientos culturales y era todo un hito. Con Alejandro y Ana estuvimos de gira casi tres años e hicimos la reentré en Madrid un par o tres de veces. Concitaban el interés de mucha gente y entre ellos miembros de la profesión, con lo que mi trabajo podía llegar a directos, productores, directores de cásting… Era una ventana a la que yo no me había asomado. Y más allá de los montajes teatrales y del enriquecimiento de una forma de actuar que era una seña de identidad me abrió muchas puertas en mi futuro profesional. Además, era una forma de vida, porque más allá de sus miembros originales --Alberto San Juan, Willy Toledo, Nathalie Poza y Ernesto Alterio-- nos sumamos muchísimos más y éramos una gran familia.
--Y desde entonces no han parado de surgir reencuentros.
--Hay un lenguaje común, un entendimiento y un periplo vital que hace que cada cierto tiempo volvamos a coincidir ya sea con Andrés Lima, Luis Bermejo, Alberto San Juan... Siempre encontramos la excusa para volvemos a encontrar.
--¿Y qué queda de eso? ¿Qué hay de esos momentos en que ciertas obras se convertían en acontecimientos?
--Aún surfeamos esta sexta ola, pero a raíz de la pandemia yo que creo que el espectador necesita o está ávido de experiencias en directo. En este sentido, pasan dos cosas. Ha bajado la asistencia a los cines, que para mí es algo muy preocupante, se ha cambiado la forma de hacer, de producir y de consumir cine a lo que se suma la irrupción de las plataformas que, por un lado, ha venido a salvar nuestra industria, y por otra, hay una suerte de vender nuestra alma al diablo. En ese sentido ha salido mal parado el cine de salas. Y en contraposición está el teatro al que, más que nunca, la gente tiene ganas de acudir. Hay una calidez, un cariño en el aplauso que tiene que ver con el agradecimiento de vivir un espectáculo en directo.
--Ante esta realidad, ¿el cine va a morir como vaticinan los más agoreros?
--El cine nunca va a morir, pero sí se ha cambiado la forma de consumirlo. Me provoca mucha desazón y tristeza ver como hemos cambiado nuestros gustos y preferencias y se consumen películas en un teléfono o una tablet. Los que nos dedicamos a hacer cine le ponemos mucho cariño y hay proyectos que requieren dedicarles tiempo y paladearlos y no de cualquier manera. Es como cuando te sirven un buen entrecot y te lo dan con cubiertos y plato de cartón. Los gustos o la forma de consumir de los espectadores se han atrofiado, hemos dado un paso atrás. Luego están las salas. Va a ser difícil que las películas pequeñas o medianas tengan cabida en ellas, porque cada vez el tiempo de exhibición es menor y atraer al público y jugárselo todo en una semana es muy difícil.
--Y usted que vuelve siempre al teatro ¿qué tiene que tanto le engancha?
--Es la gasolina del actor, no hay nada más excitante que el encuentro con el público. Uno puede hacer grandes trabajos frente a la cámara, pero no hay nada como retroalimentarse con el espectador, con la risa, la emoción del público. No tiene nada que ver. Me gusta y disfruto mucho haciendo cine y televisión, pero mi lugar y donde me siento actor de verdad es encima de un escenario.
--¿Siempre lo tuvo así de claro?
--Siempre quise ser actor de teatro, nunca pensé en hacer cine o televisión. No me veía preparado. Yo aterricé en el cine y la televisión mayorcito. Yo empecé a tener cierta popularidad o éxito --si se le puede llamar éxito a trabajar de forma continuada y vivir de esto, que creo que sí-- talladito. No ha sido una sorpresa tampoco, porque una cosa me ha llevado a la otra. Si en algún momento el cine o la televisión dejaran de contar conmigo sé que el teatro siempre va a estar allí. Tengo ganas de mimarlo y cuidarlo porque me va a acompañar para siempre.