Una imagen del documental 'Basically, Johnny Moped' / NETFLIX

Una imagen del documental 'Basically, Johnny Moped' / NETFLIX

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¿Te acuerdas de Johnny Moped?

'Basically, Johnny Moped' es un documental para completistas del punk, sobre una banda prescindible, pero que ha logrado extraños adeptos

5 enero, 2022 00:00

En 1984, el norteamericano Rob Reiner rodó un falso documental sobre una falsa banda inglesa de heavy metal llamada Spinal Tap. Posteriormente, el protagonista y principal guionista de la película, Christopher Guest, se metería a director y sacaría adelante unos cuantos mockumentaries hilarantes sobre diferentes sectores de la sociedad estadounidense: el teatro de aficionados (Waiting for Huffman), los concursos caninos (Best in show), la carrera hacia el Oscar (For your consideration) o el microcosmos de la música folk (A mighty wind). Hace unas noches, por cortesía de Netflix, me tragué el disparatado documental Basically, Johnny Moped, dirigido por Fred Burns en 2013, que me retrotrajo inevitablemente a This is Spinal Tap, pero con la diferencia (y posible agravante) de que aquí todo era dolorosa y descacharrantemente real. Johnny Moped (auténtico nombre, Paul Halford) existe y, en el año en que se rodó la película, era un sujeto rollizo, desdentado y cargado de tics que de joven encabezó un grupo punk pese a sufrir una minusvalía psíquica del 82% (según propia confesión). Y aunque fue un cantante desastroso que frecuentemente se olvidaba de presentarse a sus propias actuaciones o de acudir al estudio de grabación, consiguió generar un culto a su persona que se mantiene a día de hoy, pese a ser una de las estrellas más improbables de toda la historia del rock y a que no nos acordábamos de él ni los que vivimos en su momento la explosión punk de los Sex Pistols y los Clash.

Confieso que vi Basically, Johnny Moped movido por la curiosidad, pero nada me había preparado para lo que me encontré. Protegido y amparado por el Captain Sensible de The Damned, Johnny se permitió el lujo de echar de su grupo (dos veces) a Chrissie Hynde, que luego triunfaría al frente de los Pretenders. En primera fila de sus cochambrosos conciertos estaba siempre Shane McGowan, que lo adora tanto como la buena de Chrissie. Y si la vida musical de Johnny era de traca, la personal no se quedaba atrás: se casó con una mujer que le llevaba veinte años y que tampoco estaba del todo en sus cabales (y su suegra, directamente, lo odiaba, en parte porque no tenía donde caerse muerto y se había incrustado en el domicilio familiar de la parienta); después de que ésta fuera arrollada por una turba de borrachos en un concierto de su maridito, las cosas se pusieron tensas y Johnny se fugó con una cría de dieciséis años que también aparece en el documental y que tampoco es precisamente Albert Einstein; fascinado por los moteros, Johnny se tatuó en el brazo el emblema de los Hell´s Angels de su barrio en el extrarradio de Londres, Croydon, pero solo consiguió que un ángel del infierno de verdad le amenazara con cortárselo si no se borraba o se tapaba el tatuaje (como solo disponía de cinco libras, Johnny acabó con un profesional que le dibujó un periquito encima de su falsa adscripción a la hermandad motera).

Un ¿genio? entontecido

El resto del grupo también se las traía: el batería, Dave, tenía tan buena intención como escasas luces; el bajista, Fred, abominaba de lo que hacían y, en sus ratos libres, tocaba al piano piezas propias inspiradas en Erik Satie (tras caer en el alcoholismo y abandonar el grupo, acabó sus días arrojándose al paso de un tren); el guitarrista --que también parecía sufrir una disminución psíquica, aunque no declarada-- atendía por el rutilante alias de Slimy Toad (traducción aproximada: Sapo Pringoso); y así sucesivamente. Consiguieron grabar un elepé para el sello Chiswick que, no me pregunten cómo, ha logrado ser considerado uno de los cincuenta mejores de la era punk. Todo parece indicar que Johnny Moped, del que nunca había oído hablar, fue relevante.

¿Tenía talento? Yo diría que ninguno. Berreaba más que cantaba, era evidente que no estaba bien de la cabeza y se rodeaba de auténticos inútiles porque ningún músico mínimamente serio querría saber nada de él (pese a que Hynde, McGowan y el capitán Sensible insistan, basándose no sé muy bien en qué, en su genialidad). Pese a no entender que semejante tarado se haya convertido en una leyenda viviente, no pude apartar los ojos de la pantalla durante los 77 minutos que dura su delirante biografía, dudando constantemente si estaba viendo un documental genuino o un bromazo descomunal a la altura de This is Spinal Tap. El final, eso sí, es una extraña puerta abierta a la esperanza: Johnny cuida de la señora mayor con la que se casó de joven y con la que volvió tras sus devaneos con una adolescente, cantan juntos los viejos éxitos (¿) del grupo de Johnny y fuman y beben sin parar mientras se acumulan sobre la mesa las latas vacías de cerveza y los ceniceros rebosantes de colillas. Y aunque ambos están tan entontecidos como Shane McGowan y Ozzy Osbourne juntos, se adivina en esa casa una peculiar felicidad doméstica. Ella también cree que su Johnny es un genio. Y éste, de tanto oírlo, da toda la impresión de habérselo creído.

Ideal para completistas del punk y espectadores interesados en los perturbados mentales (sector, música pop), Basically, Johnny Moped no decepcionará ni a unos ni a otros. Y quienes disfrutaron en su momento del documental sobre el fotógrafo mod barcelonés Santi Vives, alias Flowers, lo entenderán especialmente bien y gozarán enormemente con su visionado.