El escritor Jordi Ibáñez Fanés / TUSQUETS

El escritor Jordi Ibáñez Fanés / TUSQUETS

Letras

La primera novela del ‘procés’

Jordi Ibáñez Fanés constata en 'Infierno, purgatorio, paraíso' la evolución de la Cataluña contemporánea, a modo de 'vómito desesperado"

8 diciembre, 2021 00:00

Jordi Ibáñez Fanés (Barcelona, 1962) es un hombre muy cabreado con la Cataluña del procés, como comprobará cualquiera que se lea su última novela, Infierno, purgatorio, paraíso (editada por Tusquets), que es también, si no me equivoco, la primera que se escribe sobre el proceso de insania colectiva vivido en nuestra querida comunidad autónoma los últimos años, aunque sus orígenes haya que buscarlos, como hace exhaustivamente el autor, en Jordi Pujol, supuesto padre de la patria cuyo lema Primer paciencia, després independència quiso poner en práctica Artur Mas con los resultados de todos conocidos. Escribe Ibáñez desde la tristeza, la autocrítica y la contrariedad, lo cual le granjeará las inevitables acusaciones de auto odio por parte de los de siempre. Y lo hace a través de un extraño artefacto literario dividido en tres partes que a veces no se sabe muy bien a donde pretende ir a parar (yo estuve a punto de abandonarlo en dos ocasiones, pero valió la pena perseverar y llegar hasta el final) y que tiene mucho de vómito desesperado --aunque atenuado por un retorcido sentido del humor-- a cuyo emisor imaginamos de rodillas ante el retrete pasándolo francamente mal, pero, al mismo tiempo, emitiendo carcajadas histéricas incontrolables. Y es que si lo de Euskadi fue un drama --de ahí una novela como Patria, de Fernando Aramburu--, lo de Cataluña no ha superado la categoría de sainete siniestro y ridículo a la vez, de ahí Infierno, purgatorio, paraíso, el inclasificable artefacto del señor Ibáñez.

Portada de la novela de Jordi Ibáñez

Portada de la novela de Jordi Ibáñez

El libro se divide en tres partes (o tres novelas) complementarias: El futuro anterior, Un cuento navideño y Viaje a Citera. La primera es una pesadilla onírica en la que un alter ego del autor, tras un extraño trayecto en taxi, aparece en una Barcelona distópica en la que el espanto lazi ya ha tenido lugar; la segunda es un seudo thriller sobre el suicidio de Alfons Quintà; y la tercera es una reflexión esperpéntica sobre el disparate que arrancó en 2012 y que da señales inequívocas de aspirar a morir matando. Los mismos personajes atraviesan las tres historias, pero el autor no muestra excesivo interés en desarrollarlos, convirtiéndolos en meros comparsas de una situación que no controlan, lo cual es uno de los puntos flacos de la trama en mi opinión. Afortunadamente, la novela de ideas, aunque se imponga a la novela de seres humanos, es lo suficientemente interesante como para seguir leyendo hasta el final las 460 páginas de este curiosísimo engendro en el que se mezclan los personajes reales y los (más o menos) ficticios en una especie de ronda grotesca y triste que también tiene en cuenta los elementos jocosos: “Tiemble después de haber reído” podría ser una buena frase para promocionar este libro.

Estupidez catalana

Aunque se cuelan en la trama personajes conocidos de la Cataluña contemporánea con sus nombres y apellidos, los principales protagonistas de nuestra chusca tragedia aparecen vagamente disimulados, aunque sus alias no pretendan engañar a nadie: todos sabemos quiénes se ocultan bajo los alias de los presidentes Capgrás, Capavall, Puntilla y Gas, a los que Ibáñez pone de vuelta y media desde fuera y desde dentro, haciéndoles decir unas burradas considerables, enfrentándolos entre ellos y mostrándolos al mundo como unos pobres desgraciados a los que, entre todos, les salió un pan como unas hostias a la hora de repensar su querida Cataluña. La Cataluña de Fanés es una civilización destruida por la pretenciosa imbecilidad de sus gobernantes en la que la capital, Barcelona, ha acabado pagando gran parte de los platos rotos. Tras el sarcasmo omnipresente, late el odio sarraceno del autor a unos políticos impresentables y una población aborregada que se merecen mutuamente y se han ganado a pulso la situación en la que se encuentran, como queda especialmente claro en los diálogos entre Capgrás/Pujol y sus alter egos (el verídico Alfons Quintá y el ficticio Clotas, supuesto mentor del narrador de la historia, que a veces habla en primera persona y a veces en tercera, Jordi Martínez/Jordi Ibáñez) y su astuto discípulo (Artur Mas/Artur Gas).

Infierno, purgatorio, paraíso es una novela tan rara que no sé si puede calificarse de tal. Puede que le sobren páginas, que algunas situaciones se alarguen en exceso, que parezca a veces que el autor no se aclara con el género supuestamente abordado y que el tono apocalíptico resulte a veces exagerado para abordar una catástrofe que a algunos se nos antoja más ridícula que trágica. Pero es el tono tragicómico, que domina toda la confusa trama, el que se impone y te lleva a pasar las páginas de forma apresurada para ver a donde te conduce el extraño viaje del tal Martínez por el planeta Capgrás. El final de ese viaje, evidentemente, no es Ítaca, sino un lugar destrozado por la ambición, la incompetencia y la pusilanimidad de gobernantes y gobernados. O sea, la Cataluña actual, esa pequeña patria que entre todos la mataron y ella sola se murió. Ya sabíamos que la habíamos cagado a lo grande, pero no está de más que no los recuerden novelas como Infierno, purgatorio, paraíso, la primera de lo que puede llegar a ser una larga serie sobre la estupidez catalana que, probablemente, no ha hecho más que empezar.