Guía para entender la Barcelona de Bohigas
El legado del arquitecto y urbanista puede apreciarse en la imagen de la urbe, en la fisonomía de los espacios públicos, en sus ensayos residenciales y en sus equipamientos
8 diciembre, 2021 00:10“Hacer, en el arte y en la política, quiere decir hacer alguna revolución”, dejó dicho Oriol Bohigas abundando en el aserto de Tapies: “ser comporta hacer”. Dos acciones, no siempre convergentes y potenciadoras, para un ejercicio que incide de manera determinante en el medio y en la vida: la arquitectura. El sitio de la confrontación y de la conciliación. Impulsos que transitan inevitablemente entre un horizonte imaginario, casi utópico, creativo en cualquier caso, y la obligación de moverse por el suelo –también incierto– de lo real; y todo con la voluntad de hacer posible la habitabilidad para una ciudadanía que la demanda en el aplastante espacio de la gran ciudad.
Buscar y diseñar esos escenarios, cobijos para la vida amable y singular de cada comunidad, y hacerlo con la pulsión por innovar desde el rigor y conocimiento de la ciudad, abriendo debates sobre las teorías de la arquitectura y el urbanismo en medios especializados (con la revista Arquitecturas Bis de los años 70, de la que fue parte sustancial) o como editor (en Edicions 62), serán las pautas del legado de Oriol Bohigas en sus distintos campos de actuación: desde la gestión pública, la labor docente o el ejercicio profesional con Josep Maria Martorell y David Mackay (MBM Arquitectes).
Un mapa de Barcelona donde se identifican todos los proyectos de Oriol Bohigas / ARQUITECTURA CATALANA
La Barcelona de Bohigas. Su trabajo como urbanista y planificador se disemina en un dilatado conjunto de proyectos en Barcelona y su área metropolitana, sin olvidar otras aportaciones relevantes fuera de Cataluña, que se han incorporado a nuestra memoria profesional y nuestros paisajes; obras que pretenden recomponer un cierto orden en el desorden de la gran ciudad a través de mil fragmentos que dan respuesta a las condiciones de contorno que en cada caso impone el medio, su espacialidad, y la propia arquitectura, como técnica que media entre ese medio visible y el individuo que lo habita. No nos hubiera resultado extraño oírle decir, como en Eupalinos o el arquitecto, en el texto de Paul Valéry: “a fuerza de construir creo que acabé construyéndome a mí mismo”. A la postre, su laboratorio de ensayos urbanos ha sido ejemplo de un hacer arquitectónico de gran alcance para la cultura de las ciudades durante más de medio siglo de actividad continuada. Su condición de estratega, ligada a sus tareas municipales, supuso la construcción de la nueva imagen urbana que permite reconocer de otra forma nuestra cotidianeidad: viviendas, espacios públicos, equipamientos urbanos,…etc
Espacios públicos. Recordar a Bohigas obliga a andar tranquilos por la ciudad –igual que un flâneur– para tomar conciencia de la nueva Barcelona surgida de aquellos espacios públicos, cívicos, que impulsó en su etapa como concejal de Urbanismo (1980-1984) durante el mandato de Narcís Serra –en los años de la Transición– a través del Instituto de Proyectos Urbanos junto a otras figuras como Josep Acebillo. En 1993 volvió al consistorio en el área de Cultura durante el mandato de Maragall. Su trabajo consistió en hacer permeable la ciudad y abrirla al mar con motivo de los Juegos Olímpicos. Defendía una concepción unitaria de Barcelona –“una ciudad son sus espacios públicos y sus equipamientos públicos”– e intervino con propuestas concretas sobre espacios singulares que terminaron alterando la imagen internacional de la capital catalana.
La Plaça dels Països Catalans, hoy deteriorada, o la Plaza de la Estación de Sants, una de las primeras actuaciones que de la mano de los arquitectos Albert Viaplana, Helio Piñón y Enric Miralles (1983), supusieron una revolución en relación a la arquitectura y al diseño que se venía produciendo dentro y fuera de Cataluña. Con el mismo afán hay que valorar la Villa y el Puerto Olímpico de Barcelona (1992), un borde litoral recuperado para la ciudad como puerta e imagen de una nueva urbe que abarca a todo un territorio. Soporte de quien lo vive y de quien se dispone a visitarlo. Una nueva identidad en un mundo cada vez más globalizado. También cabe reseñar, junto a los pequeños parques en las antiguas fábricas del Escorxador, la Pegaso o la España Industria), el Parc de la Creueta del Coll (1987), donde se aprecia el trabajo menudo y paciente que promovió entre muchos jóvenes arquitectos para recuperar una perdida cultura del espacio público mediante el diseño, el arbolado o equipamiento de calles y espacios públicos.
Formas de habitar. Otro registro de su obra se encuentra en el mundo de la habitación. En sus viviendas, ubicadas en localizaciones diversas pero siempre cómplices del lugar y de la manera de ser habitadas y utilizadas por las comunidades que las habitan. Las primeras manzanas de viviendas de Pallars (1959), sus residencias en la Meridiana (1965), la Torre Blanca de L'Hospitalet (2010), la manzana de Kochstrasse (1981) –en Berlín– o la Kleine Circus de Maastricht (1998) muestran una trayectoria que ambiciona ligar lo encontrado y su innovación, manejando todas las tipologías edilicias y morfologías urbanas.
En sus primeras obras da respuesta a una demanda de habitación a través de ña expresión formal de la fachada –con la imagen de la calle corredor– y, no sin alusiones claras a la colmena, en otras sucesivas obras (es el caso de las manzanas de la calle de la Salud en Sant Feliu de Llobregat (1969), de Martí l´Humá en Sabadell (1974)) se aprecian elementos que responden a nuevas relaciones urbanas, como la implantación en la parcela de viviendas atentas a la morfología urbana, bloques que se guían por las orientaciones o ensayan la capacidad de configurar lugares representativos y, al cabo, una nueva formalización de la ciudad en su conjunto.
A veces transgreden las tipologías de la modernidad elementos como los patios, las galerías de acceso a las viviendas –superando la mera funcionalidad, con la inusual orientación al sur para hacer de ellas espacios agradables y no marginales, extensión de las viviendas– accediendo a la zona de estar u otras decisiones morfológicas que dialoga con el sitio a la par que lo actualiza. Es entonces cuando enuncia su teoría de las manzanas casi cerradas o casi abiertas, de las calles casi corredor o de bloques casi lineales. Uno de sus últimos ensayos, la Torre Blanca de L’Hospitalet (2010), es edificio residencial en altura con 19 plantas, donde los principios arquitectónicos reinterpretan la calle corredor o la plaza, llevadas ahora al interior del bloque en distintos niveles.
Equipamientos civiles. No debemos dejar atrás lo que ha supuesto para esa manera de estar y entender la habitabilidad de Bohigas, las obras de equipamientos y dotaciones urbanas, especialmente en el caso de los colegios y centros culturales. En su concepción se aprecia una búsqueda continuada para que el conocimiento y la vivencia de los escenarios permitiera encontrar argumentaciones revolucionarias. Sobre todo en dos momentos significativos: la Escuela Thau (1974) o el Disseny Hub (2012). No es de extrañar que el gran arquitecto barcelonés llegara a decir en algún momento que mirando hacia atrás, “tuvimos épocas de viviendas, de escuelas y de fábricas”. Y añadiera: “Y la que más me gusta es la de las escuelas. Cambiaron las escuelas y cambió la sociedad”.